En febrero se pronostican lluvias sobre el norte y el sudeste del área agrícola; durante marzo habría acumulados abundantes en todo el norte y parte del sudeste.
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La suerte está echada y las semillas sembradas: los productores saben que la lluvia condicionará los rendimientos finales de las campaña 2020/21 de soja y maíz.
Los cultivos, implantados en muchas zonas del área agrícola bajo un marcado déficit hídrico, necesitan más que nunca durante los meses de enero, y sobre todo febrero, de precipitaciones que ayuden a incrementar su potencial en pleno desarrollo de crecimiento.
Un informe de Perspectivas Agroclimáticas Estacional publicado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA, y elaborado por el especialista en Agroclimatología Eduardo Sierra, afirma que existe un 85% de probabilidades de que las lluvias estivales, aunque inferiores a la media, alcancen un nivel adecuado para el desarrollo de los cultivos de soja y maíz.
El documento explica que el rasgo distintivo de la temporada 2020/2021 son los fuertes vientos polares “que inundan el hemisferio sur con una masa de aire frío y seco, que produce frecuentes descensos térmicos por debajo de lo normal y que, al mismo tiempo, reduce las precipitaciones no solo en gran parte del cono sur, sino también sobre el sur de África y Australia”.
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Además, los vientos impulsan la corriente marina fría de Humboldt hacia el Ecuador, enfriando la costa americana y el océano Pacífico Ecuatorial, lo que produce un cuadro muy similar a un episodio de La Niña.
“Afortunadamente, los vientos alisios, que son el factor que genera los episodios fuertes de La Niña, se mantuvieron débiles retardando su desarrollo e impidiendo que el proceso tomara rasgos más severos”, indica Sierra. Y agrega que La Niña ya pasó su etapa crítica y se encuentra en proceso de disipación.
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“No obstante, la intensidad que conservan los vientos polares, tanto los provenientes del Pacífico, como los provenientes del Atlántico, hacen temer que su accionar siga dificultando la llegada de los vientos tropicales, cálidos y húmedos, hacia el interior del cono sur, afectando las precipitaciones y produciendo descensos térmicos fuera de época”, aclara el especialista.
Perspectivas para el primer trimestre del año
El texto describe que debido a la influencia de los vientos polares, durante el verano 2021 el régimen hídrico tendrá un comportamiento moderadamente inferior a lo normal, mientras el régimen térmico se mantendrá cerca de la media, pero con frecuentes descensos térmicos.
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Durante enero habrá precipitaciones abundantes pero irregulares, produciendo que Cuyo y el centro de la región pampeana presenten áreas con sequía edáfica.
En cambio, en febrero se observará una marcada concentración de las lluvias sobre el norte y el extremo sudeste del área agrícola, mientras el sudoeste y la mayor parte del centro registrarán precipitaciones moderadas a escasas, que reactivarán la sequía.
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Sierra explica que el funcionamiento de la atmósfera ya se encuentra “prácticamente estable”: si los vientos polares y los alisios conservan intensidades moderadas, se mantiene la posibilidad de que las lluvias estivales, aunque inferiores a la media, alcancen un nivel adecuado para el desarrollo de los cultivos de la cosecha gruesa con una probabilidad del 85%.
Por último, en marzo habrá lluvias abundantes en todo el norte y parte del sudeste del área agrícola, mientras que el centro-oeste y todo el sudoeste recibirán registros moderados a escasos, acentuándose la sequía edáfica, según detalla el informe.
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“A la alternativa más severa, que los vientos alisios se potencien, causando un episodio pleno de La Niña que se extendería a lo largo de todo el verano, puede asignársele una probabilidad del 15%. La posibilidad de que la actual tendencia se revierta y el sistema climático pase a un estado positivo, tipo un “Neutral Cálido” o un “Niño Suave” es prácticamente nula”, concluye el profesional.
Fuente: TN Campo