El 6 de marzo de 1988, Argentina todavía estaba consternada por la muerte repentina de Alberto Olmedo en Mar del Plata cuando a 130 kilómetros del edificio Maral 39, donde el Negro había caído del piso 11, una fiesta se transformó en tragedia. La esperada Vuelta de Necochea del Turismo Carretera terminó seis vueltas antes de lo previsto cuando el auto de Edgardo Caparrós impactó contra un grupo de espectadores y mató a 11 de ellos, dejando gravemente herido a otro que murió seis días después. Como consecuencia del accidente, falleció también su acompañante, Alberto Belloli, y el TC nunca volvió al circuito semipermanente Benedicto Campos de Quequén.

 

“El r

uido de los frenos, la rueda que se escapa, el auto que se va contra la gente, apretada en una increíble secuencia de horror y gritos, de desesperación y muerte”, escribió Miguel Ángel Sebastián, enviado especial de Clarín a Necochea, en su crónica. La magnitud de la noticia había sido tal que se había ganado la tapa del diario de aquel lunes 7, junto al “Dolorido adiós a Olmedo”, que reportaba que “una multitud acompañó sus restos hasta la Chacarita” y que su madre, Matilde, había muerto “de un síncope luego del sepelio”.

Dos semanas antes, la temporada 1988 del TC había comenzado en Santa Teresita con otro accidente, el de Aurelio Martínez. Aunque ese tuvo solo consecuencias menores para piloto y acompañante, ya había advertido que una nueva tragedia podía sumarse a las de Miguel Atauri en La Plata en 1986 y Jorge Oyhanart en Potrero de los Funes en 1987, cuando el diputado justicialista Lorenzo Pepe incluso pidió la suspensión de las pruebas de la categoría más importante del país.

En la Vuelta de Necochea, que regresaba al calendario después de tres años, los pilotos ya avisaban antes de que arrancara la final de 21 vueltas que algunos sectores del trazado de 6.572 kilómetros no estaban en buenas condiciones, especialmente el estado de la calle Las Heras. “Están locos quienes nos mandan correr acá”, fue la frase que dijo Edgardo Caparrós justo antes de protagonizar el fatídico accidente.

El reloj marcaba las 13.22. Habían pasado 52 minutos del horario programado para el inicio de la carrera y 14 vueltas cuando en la avenida Almirante Brown, 400 metros antes de la rotonda que empalmaba con la ruta 88, se salió la rueda delantera izquierda del Dodge azul número 4 que conducía Caparrós y el auto salió lanzado hacia su izquierda con un talud de tierra como única barrera entre la pista y el público.

Después de chocar contra una casa rodante, un auto estacionado y una carpa, dio cinco vuelcos y provocó el fallecimiento de 12 personas, entre ellas su acompañante Alberto Belloli, de 36 años, cuya muerte fue anunciada a las 20.30 en el Hospital de Clínicas Regional por múltiples hemorragias internas. Caparrós, en tanto, fue trasladado a la Ciudad de Buenos Aires en un avión del Ministerio de Bienestar Social de la Provincia de Buenos Aires para ser internado en el Sanatorio Güemes con un traumatismo agudo de cráneo y el maxilar superior fracturado.

36 años de la Tragedia del TC

La crónica de Miguel Ángel Sebastián en Clarín el 7 de marzo de 1988. Seis días después, se sumó la víctima fatal número 13.La crónica de Miguel Ángel Sebastián en Clarín el 7 de marzo de 1988. Seis días después, se sumó la víctima fatal número 13.

Los espectadores que perdieron la vida, en tanto, fueron: Mario Orlando (45), de Benito Juárez; Silvana de Echeverría (28), embarazada de 4 meses, de Mar del Plata; Florentina Ogger de Barnerón (55), de Lobería; los niños Luis Gutiérrez (7) y Vanessa Hansen (8) y el matrimonio Víctor Luguercho (48) y Estela Hansen de Luguercho (36), de la localidad de La Dulce; Juan Amado (49) de Balcarce; Juan Carlos Etchegaray (46) y su hijo Andrés (16), de Lobería; y Alberto Villalongue (64), de Necochea. El 12, seis días después del accidente, se sumó a la lista la víctima fatal número 13: Alberto Gómez, de 43 años y oriundo de Quequén, murió en el hospital Emilio Ferreyra de Necochea. Otras 30 personas, además, sufrieron heridas, desde cortes a traumatismos.

Mientras en cada uno de esos lugares lloraban a sus muertos y los medios se preguntaban si el Turismo Carretera debía parar, un día después del accidente la ACTC decidió suspender provisoriamente la realización de competencias en rutas o circuitos semipermanentes.

En el comunicado, las autoridades informaban que “la causa más probable del accidente fue el reventón del neumático delantero izquierdo del auto del piloto Edgardo Caparrós, que luego de realizar una trayectoria ilógica e improbable superó las defensas de tierra arada y alcanzó al público que se encontraba correctamente ubicado detrás de los alambrados”.

“Resulta sensato, responsable y necesario evaluar nuevas medidas de seguridad que contemplen con rigor extremo alternativas de posibles accidentes”, argumentaban. A raíz de eso, decidían “dejar en suspenso toda competencia en circuito semipermanente o rutero en todo el territorio de la República”.

La Municipalidad de Necochea, en tanto, sufrió no solo las consecuencias deportivas de no volver a albergar al TC; también las económicas porque debió hacer frente a una serie de juicios que se produjeron a consecuencia de las muertes.

El expediente original se caratuló “Marcelo Echeverría y otros c/Caparrós Edgardo”. Pero fue el municipio el que debió pagar los 530.507,59 pesos para resarcir a los familiares de las víctimas al no poder responder con su patrimonio los otros condenados: el Club Palermo, entidad que organizó la prueba, y la Asociación de Corredores de Turismo Carretera (ACTC).

Con información de Clarín