“Son una rareza en el panorama del rock local; su fusión de letras cargadas con mensajes positivos y músicas que van del folk a la psicodelia son su sello; los sigue un público fiel y cada vez más numeroso, que crece año a año” así comienza el artículo del diario La Nación, con la historia y la actualiza de la banda necochense que agotó las entradas del Movistar Arena.

“La familia despelote” los llamaba una preceptora en la escuela. Y sabía de qué hablaba. Ya de chiquitos, ir a bañarse o sentarse a comer todos juntos, los cinco hermanos Andersen, era una proeza.  Oriundos de Necochea, en 2008 formaron El Plan de la Mariposa, la banda que integran Sebastián (compositor y cantante), Camila (voz), Valentín (guitarra y voz), Santiago (violín, guitarras y arte) y Máximo (teclados y acordeón), a quienes se les suman Julián Ropero en la batería y Andrés Nor en el bajo.

Con los años, los hermanos Andersen emigraron a Buenos Aires. Se mudaron todos juntos bajo un mismo techo, junto a otros músicos, el manager, el sonidista y algún que otro amigo de la casa. Así pasaron muchos años, grabaron cinco álbumes de estudio, una poderosa mixtura de canciones de rock con toques de funk, psicodelia, música celta y ritmos latinos con líricas introspectivas y viajeras. Y después de un exitoso 2023, en el que llenaron dos veces el Luna Park y emprendieron una extensa gira por América y Europa, recientemente lanzaron un nuevo álbum, Correntada, que presentan este sábado en el  Movistar Arena.

En diálogo con LA NACIÓN, Sebastián y Santiago Andersen, los hermanos mayores, repasan la historia de la banda (y su familia) y el camino recorrido de forma autogestiva que hoy los encuentra en un lugar destacado en la escena.

-¿Cómo fue la infancia de los hermanos Andersen en Necochea?

Sebastián Andersen: -”La familia despelote” nos llamaba una preceptora en la escuela. Mucho tiempo fuimos cinco hermanos, después llegó el sexto hermano, Lorenzo, que es mucho más chico. Ya ir a bañarnos, o sentarnos a comer, todo era un caos, un montón de gente. Al comienzo vivíamos en un barrio de casas igualitas que hizo el sindicato Luz y Fuerza, y en un momento nuestros viejos tuvieron la buena idea de mudarse a una chacra en las afueras de Necochea, al lado del río. Entonces dejamos de estar tan encerrados y nos vinculamos más con el afuera. Teníamos gallinas, patos, conejos, perros, de todo.

-¿A que se dedicaban sus padres?

Sebastián: -Mi viejo siempre trabajó la chacra, una chacra pequeña donde tiene sus  máquinas, y si se rompe el tractor, lo desarma y lo arregla. Tiene las manos gigantes, los dedos gordos de trabajar en la chacra. Hasta hoy, a sus 71 años, lo sigue haciendo. Y mi vieja era docente. En algún momento empezó a profundizar en la espiritualidad y generó un espacio ahí mismo para hacer distintas cosas, como viajes de tambores, meditaciones dinámicas, diferentes rituales. Todo eso pasaba en casa. Entonces, cuando nos hicimos adolescentes, le empezamos a copar el lugar, hacíamos fiestas a la noche, fumábamos porro, tocábamos la viola. Así, de a poco nos empezamos a juntar a tocar y a improvisar haciendo rap, y de a poco empezamos a componer.

-¿Cómo fue vinirse a vivir a Buenos Aires?

Sebastián: -En principio, en 2007, nos vinimos a estudiar con Santi, mientras los trillizos [Camila, Valentín y Maxi] estaban terminando el secundario en Necochea. A los tres años ya vinieron ellos también y alquilamos una casa grande donde podíamos ensayar y vivir todos los hermanos y algunos músicos más que tocaban con nosotros; el sonidista, el manager y algún que otro amigo también. Así nos pasamos fácil 10 o 12 años, viviendo 10 a 12 personas en una misma casa. Porque también era la manera de poder sostener un sueño como el nuestro, una manera de sobrevivir en la ciudad, porque por muchos años la banda nos daba muy poca plata, y de otra manera tendríamos que haber buscado un laburo común.

Santiago Andersen: -La última casa en la que estuvimos todos juntos, hasta hace dos años, era una clínica que había quedado vacía y la alquilamos como vivienda. Dormíamos dos o tres por consultorio.

Sebastián: -Vivir así nos hizo poder aguantar en la ciudad, sobrevivirla y mantener la libertad de poder irnos cuando quisiéramos. Siempre tuvimos la política de que, si tenemos una fecha en algún lugar, tenemos que estar disponibles para ir a tocar.

-Es curioso que además de ser tantos hermanos, todos se hayan dedicado a la música.

Sebastián: -La verdad es que también fue raro para nosotros. Si bien la música siempre estuvo en la familia, porque tenemos hasta violines de bisabuelos que vinieron de Irlanda o Dinamarca sin nada, pero el violín sí lo trajeron. Se ve que había algo ahí, de los dos lados. Mi abuelo tocaba la bandólica, la abuela tocaba el bandoneón, la otra abuela por parte de mi vieja cantaba muy bien, a mi viejo le gustaba tocar la guitarra y a mi vieja le gustaba que el loco tocara un rato cuando volvía de trabajar la chacra. Ese era el clima familiar. Y de a poco se fue dando.

Santiago: -Después empecé yo a tocar la guitarra. ¡Me la regaló la abuela para mi cumpleaños! Y siguieron Maqui y Valen, los dos trillis varones.

Sebastián: -Me acuerdo que fuimos con toda la familia a Mar del Plata, para comprarle la guitarra a Santi, porque en Necochea no había muchas casas de música. El quería tocar la guitarra eléctrica y se compró una bien metalera. Estábamos saliendo del local de música y Valen, que hoy es el violero, empezó afuera a poner cara y decir que él también quería una guitarra. Así que mis viejos se miraron entre ellos y terminaron comprándole una tipo Stratocaster que le había gustado.

Santiago: -A mí después me empezó a gustar mucho el chelo, porque una prima lo tocaba, pero terminé tocando el violín, porque la abuela tenía el violín del bisabuelo. Entonces se lo pedí, ella lo hizo restaurar y me dio ese instrumento que usé por muchos años y todavía conservo. Para ese entonces, Maqui ya tocaba el teclado.

El Plan de la Mariposa:

-¿Y cómo surgió el nombre?

Sebastián: -Salió de una melodía que habían hecho Maqui y Valen, que se juntaban mucho a tocar, a improvisar, porque además de ser trillizos con Cami, ellos son gemelos entre sí, y son muy iguales. Es un nombre que tiene que ver con la transformación, que en un punto es el rol del arte, de poder transformar la energía. A nosotros mismos nos pasaron muchas cosas duras en la vida, muy fuertes; mami murió, y todo eso de alguna manera internamente lo pudimos procesar con la música.

-Desde un comienzo apostaron fuerte a la banda, reconstruyeron un viejo Mercedes Benz para salir de gira. ¿Cómo fue eso?

Sebastián: -Era un bondi de larga distancia de los 60, que popularmente se conoce como doble camello. En 2006 lo vi tirado en un baldío de una empresa de colectivos de Necochea; después fuimos con un amigo, le pedí a uno de los encargados si podía entrar a verlo por dentro y de a poco empecé a cebarme con que quería armar un bondi de gira. Habían pasado unos años y para ese entonces ya estábamos viviendo en Buenos Aires. Un verano volvimos a Necochea, hablamos con el loco que estaba ahí y dimos una vuelta en el micro. Ponele que hicimos un kilómetro y cuando estábamos volviendo se paró y llegamos con él último envión. El bondi estaba todo podrido de chapa y lo terminamos comprando por dos mil dólares.

-A muy buen precio…

Sebastian: -Era un bondi gigante, creo que el motor solo valía mucho más. Así que lo llevamos a casa, que era ahí a cinco cuadras, lo pelamos todo, le sacamos todas las chapas y los asientos y lo empezamos a hacer de nuevo con nuestras manos, usando la moladora y soldadora. En medio de todo eso se enfermó nuestra vieja, entonces nos fuimos a instalar a Necochea para acompañarla, y el bondi sirvió un poco de despeje mientras estábamos en todo ese proceso. Por suerte sabíamos bastante de mecánica, le rectificamos las válvulas y le cambiamos el radiador al motor. Lo armamos tipo motorhome, y ya a que nadie nos estaba llamando para ir a tocar, decidimos salir nosotros de gira. Partimos en marzo de 2014, después de que fallece mami, y nos fuimos de viaje.

-¿Cómo fue eso?

Sebastian: -Un amigo tiene una teoría que llama “La manifestación del capo”. Dice que cuando te embarcás en un sueño imposible, siempre viene alguien que te ayuda, se manifiesta. Así apareció mucha gente que nos dio una mano. Como el papá de un amigo, que nos dijo: “Si logran armarlo, yo les lleno el primer tanque”. Pasó mucho eso y fue muy lindo.

Santiago: -Pasó antes y durante también. Todo el tiempo había situaciones. Estábamos tirados en el medio de una ruta en Catamarca y aparecía alguien que nos daba una mano.

Sebastián: -La gira duró cuatro meses, nos fuimos con unos amigos que tienen una banda que se llama a Jeites y el rapero Q-Ki Dones. Recorrimos Córdoba, Tucumán, Jujuy, Salta, el Chaco, Catamarca, La Rioja. El bondi estaba todo pintado, llegábamos y tocábamos en plazas, bares, clubes, donde pintaba. Íbamos tirando tiros por todos lados.

-Más tarde, fueron teloneros de La Vela Puerca en Necochea y de Manu Chao en Mar del Plata. ¿Cómo llegaron a tocar con ellos?

Sebastián: -En un momento le agarramos el gustito, nos dimos cuenta de que queríamos que nuestra vida fuera esto, pero no teníamos a nadie conocido que se dedicara a la música. Entonces, a través de un amigo que trabajaba en una radio de Necochea y estaba vinculado con distintas bandas, nos conectamos con La Vela cuando fueron a tocar a Neco en el verano de 2013. Aparte de poder mostrarnos a su público, para nosotros lo más importante fue ver una banda y su funcionamiento. Entender y aprender. Fue como empezar un curso sobre cómo se mueve una banda, cuáles son sus códigos, qué podemos tomar nosotros de eso para llevar adelante nuestro proyecto.

Santiago: -Fue un ejemplo de un proyecto  autogestivo como el que queríamos llevar adelante. Entonces, nosotros que no teníamos idea, veíamos que tenían un tour manager o un asistente de escenario, y estar ahí nos permitía ver y aprender todos esos roles y dinámicas.

-¿Y cómo fue telonear a Manu Chao en 2015?

Sebastián: -Manu siempre invitaba a tocar a alguna banda local, entonces cuando vinieron a Mar del Plata, le consultaron a nuestro amigo de la radio, Pocho, y así se dio. También estuvo muy bueno porque fue la primera vez que tocábamos para tanta gente, había como 10.000 personas. Manu nos dijo “toquen” y subimos a tocar. Habíamos preparado cinco temas y el nos dijo: “no, toquen dos más”, y después nos dijo “toquen cuatro más”. No me acuerdo cuántos temas tocamos al final, pero fueron un montón. Fue muy generoso Manu. Nos hizo muy bien tocar ahí. Justo en ese momento sacábamos el disco Danza de Antalgia, veníamos del duelo de mami, la energía giró y nos empezó a ir mucho mejor.

Santiago: -Para nosotros Manu Chao es un artista muy importante, que marcó nuestra adolescencia, y verlo en acción, cuando llegaba y saludaba uno por uno a todos los que estaban ahí, incluidos nosotros, fue una gran experiencia.

-A 13 años del lanzamiento de su primer álbum, Brote, ¿Cómo describirían la evolución de la banda en estos años?

Sebastián: -Es un crecimiento paulatino que nos da la gran posibilidad de disfrutar. Siempre vamos creciendo a un paso lento, pero eso hace que cada paso sea siempre disfrutable, porque el proyecto va para adelante, la comunidad y la historia cada vez es más grande. A nivel musical es una búsqueda hacia lo desconocido, y eso es lo más atractivo.

Santiago Andersen: La evolución ha sido y sigue siendo un camino de aprendizaje, y siempre fuimos avanzando dando lo mejor en cada paso.

Por Alejandro Rapetti para La Nación