Como si fuera Don Quijote enfrentando a los molinos de viento, el José de Zer de Leo Sbaraglia sube a la montaña y se para en la supuesta huella de una nave extraterrestre: la mira, la interpreta, la siente. A su lado no está Sancho Panza, pero sí una figura similar al del personaje de la novela de Miguel de Cervantes: Chango, su camarógrafo, el hombre que intenta llevarle algo de lógica a su vida. Esa simbiosis vibra con el correr de los minutos, aumenta y se hace carne en una vistosa película inspirada en la vida del conocido periodista.

En esa dinámica transcurre El hombre que amaba los platos voladores, que llegó ayer al streaming. Protagonizada por Leo Sbaraglia, que hace una labor física notable, el film dirigido por Diego Lerman es una versión libre y casi psicodélica de la vida del cronista que dejó una huella imborrable en la televisión argentina.

Eso le dio un ímpetu más realista al film, sobre todo a partir de los fragmentos en los que recrean los informes reales de Canal 9, que todavía circulan por YouTube. El resto de lo que se ve es una asociación libre de Lerman, que buscó plasmar una trama donde mezcla la aventura, la creencia en una idea y la persistencia.

De qué se trata “El hombre que amaba los platos voladores”

Dirigida por Diego Lerman, El hombre que amaba los platos voladores es un ejercicio ficcional muy diferente a lo que se acostumbra hacer en el cine argentino. El realizador toma elementos de la realidad para construir un homenaje sui generis al cronista que cambió la forma de hacer televisión y generó una marca eterna en los medios: en el presente, cualquier persona que tenga más de 40 años recuerda la frase “seguime Chango”.

La historia es la de José de Zer, que está agotado de ser un periodista que cubre espectáculos. Un día, luego de un problema de salud, se produce un quiebre en sus intereses y termina inmerso en una búsqueda que lo aleja de su realidad habitual.

Como cronista del Canal 6 (en la ficción se invierte el 9, pero es la misma tipografía que tenía cubo de Nuevediario), José emprende un viaje a Córdoba, luego de reunirse con un grupo de personas que lo buscan para proponerle una cobertura. Allí se topa con algo que todo el mundo desconocía: una huella de un plato volador.

A partir de ese momento, el protagonista iniciará un camino que bordea la locura, la pasión y la histeria, mientras su vida personal queda en el olvido por su trabajo: sus amores furtivos y la relación fraternal con su ex también aparecen en el ambiente.

Como telón de fondo, el amor por su hija y un pasado absolutamente oculto, son el ancla que lo sostiene y su faro hacia lo que verdaderamente busca en la vida.

Las grandes referencias de “El hombre que amaba los platos voladores”

El film de Diego Lerman es una apuesta diferente a otras películas biográficas. Construido como un film que mezcla elementos de un drama con aspectos de la ciencia ficción, el cineasta alterna un género con otro a medida que avanza el relato cinematográfico.

Sin necesidad de spoilear aspectos claves de la película, Lerman hace una profunda búsqueda en la estética y el estilo de Steven Spielberg en Encuentros cercanos del tercer tipo o E.T., con las que el director norteamericano marcó una era.

Lerman, incluso, usa recursos como el lens flare, que son esos destellos de luces que se reflejan en la cámara. Ese error propio del rodaje, con el tiempo, terminó siendo una característica única de este tipo de films forjada por el realizador de Jurassic Park y replicada por infinidad de cineastas.

La construcción del personaje que hace Leo Sbaraglia, al mismo tiempo, es una referencia en sí misma. El actor contó que se aprendió de memoria el tono que tenía el periodista, pero a su vez mostró una dinámica aventurera en la pantalla.

El José de Zer que personificó parece ser una versión autóctona del Indiana Jones de Harrison Ford en Indiana Jones y la última cruzada mezclada con el rostro apesadumbrado de Ethan Edwards, en la piel de John Wayne en el clásico de John Ford, Más corazón que odio. Western crepuscular y aventura en su máxima expresión, por partes iguales.

Cuál es el valor documental de “El hombre que amaba los platos voladores”

El otro rasgo importante que tiene El hombre que amaba los platos voladores es el valor documental. El realizador hizo una búsqueda muy puntillosa del trabajo de José de Zer en noticieros y programas en los que trabajó en el viejo Canal 9 Libertad.

Eso quedó demostrado en la comparación de imágenes que se dan entre los informes que se muestran recreados por Leo Sbaraglia y lo que salió al aire: impacta la exactitud.

Las referencias clarísimas de esta manera de rodar historias reales tienen en los últimos años muchos exponentes. Hay uno que sobresale. Se trata del productor y director Ryan Murphy, que creó ciclos que intentan volcar casos verdaderos en ficciones desde American Crime Story pasando por Feud y llegando a Monster.

El realizador estadounidense, por ejemplo, repasó los casos de O.J. Simpson, Jeffrey Dahmer y hasta se metió con la pelea en Hollywood de Bette Davis y Joan Crawford con mucho éxito. La manera sarcástica de mostrar algunos personajes, la mirada puesta desde la sátira de algunas secuencias y el retrato literal de aspectos vistos en televisión son los que tomó Lerman para su película.

El hombre que amaba los platos voladores no es una biopic convencional. Es una mirada particular sobre uno de los hombres clave del periodismo televisivo de los 80, con un giro atípico que va a generar más de un comentario.

TN