Hace 25 años, Kurt Cobain, líder de Nirvana y máximo referente del movimiento grunge, considerado por muchos como la última gran revolución estilística del rock, se suicidaba a los 27 años de un escopetazo en su casa de Seattle, Estados Unidos.
“Es mejor arder que apagarse lentamente”, escribió el músico, quien eligió esta frase de la canción “Hey, hey, my, my”, de Neil Young, para cerrar la carta de despedida que un electricista encontró junto a su cuerpo, el 8 de abril, tres días después de su muerte.
“Lo tengo todo y estoy agradecido, pero desde los siete años odio a todos los humanos en general. Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo y ardiente por sus cartas y su interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y errática. Se me ha acabado la pasión”, lamentaba el texto, que fue leído en su funeral por su esposa, la controvertida Countney Love.
De esta manera, se cerraba una fulgurante pero también letal carrera para Cobain al frente del trío que completaban Dave Grohl, en batería, y Krist Novoselic, en bajo, que con cuatro discos de estudio y uno en vivo aportó la banda de sonido para la llamada Generación X, esa camada de jóvenes caracterizada por el fin de la Guerra Fría, la incertidumbre, el avance tecnológico y la apatía política.
Efectivamente, Nirvana estuvo a la cabeza de grupos como Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y Stone Temple Pilots, que marcaron un nuevo camino en el rock a partir de la combinación de la energía y la crudeza punk, con las líneas melódicas del rock y el pop clásico.
Nacido en el seno de una familia católica de Aberdeen, en el Estado de Washington, este ferviente admirador de John Lennon y David Bowie sufrió de pequeño el divorcio de sus padres y fue víctima de bullying en su época de estudiante adolescente, lo que lo marcó de por vida y reflejó en su obra.
El símbolo más claro de ello aparece sobre el final del video de la canción “Smells like teen spirit”, en donde en medio de porristas y felices jóvenes danzando aparecía un oprimido portero barriendo, una situación que afirmó haber vivido en carne propia.
Si bien Nirvana comenzó a hacerse visible a partir de su primer disco “Bleach”, de 1989, fue “Nevermind”, de 1991, el trabajo que lo catapultó a la fama, con 35 millones de copias vendidas en todo el mundo y la reputación de ser considerado una de las placas más influyentes en la historia del rock.
Sin embargo, este descomunal éxito, lejos de ser considerado como una revancha por los años de infelicidad adolescente por el artista, significó un cimbronazo imposible de sobrellevar.
La presión que el grupo comenzó a recibir acentuaron en Cobain su nihilismo, que cristalizó en una creciente adicción a la heroína, un severo cuadro de depresión crónica y distintos intentos de suicidio.
Los fans argentinos fueron testigos del displicente comportamiento de Cobain durante la presentación de Nirvana del 30 de octubre de 1992, en el estadio de Vélez Sarsfield, quien saboteó el show y se mostró de manera despectiva con sus seguidores.
Sin embargo, tiempo después se supo que en realidad esa actitud fue en represalia por el agresivo comportamiento del público local con el grupo femenino Calamity Jane, invitado especialmente por Nirvana para abrir la velada.
El menor impacto comercial que tuvo el tercer disco del grupo “In Utero” y el compilado de rarezas “Incesticide” respecto a su antecesor no logró calmar el efecto demoledor que el éxito había surtido en Cobain.
Tras el soberbio show Unplugged ofrecido en noviembre de 1993 para la cadena MTV, Nirvana realizó una serie de presentaciones que se vieron opacadas por el indescifrable comportamiento de Cobain, cuya tumultuosa relación con su esposa parecía no ayudar a aplacar sus demonios internos.
Para la anécdota queda el hecho de que el líder de Nirvana pasó a engrosar el fatídico “Club de los 27”, que hace alusión a la edad que tenían Robert Johnson, Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison y, la más reciente Amy Winehouse, al momento de sus respectivas muertes.