Muchas veces temida por la familia de Windsor y sus súbditos británicos, la triste noticia es esta vez bien real: el príncipe Felipe, duque de Edimburgo y esposo de la reina Isabel II desde hace más de 70 años, murió poco antes de cumplir un siglo de vida, según lo anunció hoy el palacio de Buckingham.
“Es con profunda tristeza que Su Majestad la Reina anuncia el deceso de su esposo bienamado. Su alteza real falleció apasiblemente esta mañana en el castillo de Windsor. La familia real se une a todos aquellos en el mundo que lloran su pérdida”, dice el comunicado, anunciando que “habrá informaciones suplementarias a su debido tiempo”.
Ya el 17 de febrero pasado, el anuncio de su hospitalización en el hospital King Edward VII de Londres tras una descompensación no dejaba augurar nada bueno. A los 99 años, el príncipe Felipe se había convertido en un asiduo visitante de los nosocomios. Como aquella vez en diciembre de 2019, cuando causó el susto de la reina antes de las fiestas de Navidad. Pero, fuerte como un roble, siempre parecía salir victorioso de sus problemas de salud.
Retirado de la vida pública desde 2017 tras 22.000 compromisos oficiales al servicio de la Corona, el príncipe vivía un tranquilo retiro lejos de los oros palatinos, en las tierras de Sandrigham en el Norfolk, en un pequeño “cottage” de ladrillos rojos.
Pasiones
Lejos de su esposa Isabel II, rodeado por un puñado de domésticos, se dedicaba a sus pasiones por la pintura y la lectura. La crisis del Covid-19 había modificado un poco su cotidianeidad: el duque tuvo que ser helitransportado al palacio de Windsor en marzo de 2020 para ser confinado junto a su esposa. Excelente ocasión para que ambos reanudaran su vida de pareja y pudieran festejar su último aniversario de bodas el 20 de noviembre: 73 años juntos.
Isabel solo tenía 13 años cuando conoció al príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, un joven seductor, alto y rubio, que se había incorporado a la Royal Navy. La niña no sabía nada de ese hombre de 18 años, de tumultuosa infancia, nacido lejos de Londres, bajo el sol de la isla mediterránea de Corfú. Sin embargo, “sería él y ningún otro” quien ocuparía para siempre su sueños románticos. Poco le importó su pasado y su familia, Felipe sería su único amor, con quien se querría casar, aun cuando su familia se opusiera.
Definitivamente enamorada, Isabel impuso su voluntad. El compromiso fue anunciado el 9 de julio de 1945. La boda se celebró el mismo año, el 9 de noviembre, en la abadía de Westminster. Por amor por ella, Felipe renunció a sus títulos reales griego y danés y aceptó convertirse de la religión ortodoxa griega al anglicanismo. Tres meses después de la ceremonia, la futura reina estaba encinta. La pareja tendría cuatro hijos: Charles, Ana, Andrés y Eduardo.
El destino de ambos cambió brutalmente en 1952, tras la muerte del rey Jorge VI. Isabel se convirtió en reina y su marido, el príncipe Felipe, se vio obligado a poner fin a su carrera en la Royal Navy. A partir de entonces, sería solo el esposo de la soberana, obligado a caminar tres pasos detrás de ella, un nuevo estatus que Felipe vivió difícilmente, multiplicando episodios de cólera y escandaletes. Le faltaba el aire, sobre todo la libertad.
Las tensiones se hicieron evidentes en el seno de la pareja, lo mismo que los rumores de infidelidad. Pero jamás el duque de Edimburgo abandonó su deber y, sobre todo, a su esposa.
“Es mi roca. Fue simplemente mi fuerza y mi sostén”, declaró Isabel II con ternura en 2021.
Es verdad, hasta el último día Felipe asumió su papel, cumplió con sus compromisos públicos y sus deberes para con la Corona. Desde la sombra, fue para la soberana su mejor aliado. La apoyó y sobre todo la hizo reír, aportando un poco de liviandad al rígido universo de la monarquía.
Felipe de Edimburgo deja detrás de él una imagen de hombre de carácter, famoso por sus ocurrencias políticamente incorrectas, pero también por su enorme sentido del deber. Pero, ante todo, el recuerdo de un hombre que marcó la monarquía británica con su lealtad, formando con Isabel II una pareja a prueba de todo.