El histórico faro, inaugurado el 1° de noviembre de 1921, continúa siendo uno de los emblemas más representativos de Quequén y Necochea. Su luz, visible a más de 40 kilómetros, sigue guiando embarcaciones y cautivando miradas.
Este 1° de noviembre se cumplen 104 años desde que el Faro de Quequén encendió por primera vez su luz, marcando un hito en la historia marítima y urbana de la región. Desde entonces, la imponente torre se erige sobre la costa como símbolo de identidad, orgullo y patrimonio local.
Con una altura de 34 metros y un interior conformado por una admirable escalera caracol de 163 escalones, el faro ofrece una de las vistas panorámicas más impresionantes de Quequén y Necochea. Desde su cúspide, es posible apreciar el encuentro del río y el mar, los acantilados y la inmensidad del Atlántico.
El proyecto del Faro de Quequén fue ideado y presentado el 18 de septiembre de 1916 por el Capitán de Navío Obel Renard, jefe de la División de Hidrografía, Faros y Balizas. Cinco años más tarde, el 1° de noviembre de 1921 a las 18:30, el faro fue oficialmente inaugurado y su potente haz de luz comenzó a iluminar las aguas, alcanzando una distancia superior a los 42 kilómetros.
Construido siguiendo el estilo prefabricado alemán de principios del siglo XX, el faro combina solidez, funcionalidad y una estética que resiste el paso del tiempo. Con el correr de las décadas fue modernizado tecnológicamente, y hoy su sistema óptico —con un foco de 400 watts y 16 cristales en forma de trapecio— alcanza unas 30 millas marítimas.
Más que una estructura de señalización, el Faro de Quequén es un verdadero emblema patrimonial. Testigo del crecimiento de la ciudad, de su puerto y de la vida costera, continúa siendo un punto de referencia para navegantes y visitantes que, año tras año, se maravillan ante su historia y su luz centenaria.
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