El saldo de un accidente doméstico fue la pérdida de cuatro vidas: tres humanas y un canino. La crónica de una serie de hechos desafortunados del Buenos Aires de 1988.
Los titulares de los diarios de Buenos Aires, Argentina y el mundo relataron, un 21 de octubre de 1988, un accidente que podría catalogarse como una serie de hechos desafortunados.
Lo que comenzó como una mañana tranquila en el barrio porteño de Caballito, terminó en tragedia. La caída de un perro desde un piso 12 desencadenó, directa o indirectamente, la muerte de tres vecinos que nada tenían que ver entre sí.
Tres décadas atrás, en la esquina de la avenida Rivadavia y la calle Morelos, Cachy, el caniche de una familia de apellido Montoya, estaba jugando en el balcón del departamento de sus dueños, cuando de pronto, sin saber cómo, atravesó un hueco de la baranda y cayó al vacío. Con tanta mala suerte, que debajo suyo estaba Marta Espina, de 75 años.
La crónica continúa: Edith Solá, de 46 años, al ver la escena cruzó apurada la avenida Rivadavia, con tanta mala suerte que fue arrollada por el colectivo 15 de la línea 55, que circulaba por el lugar.
Y como si dos muertes fueran poco, la mañana se llevó a una persona más.