Murió en el acto, con su rostro desfigurado por los golpes y cortes, dentro del habitáculo del automóvil del que perdió su control, con manchas de sangre esparcidas en el interior y el exterior del rodado. Y en partes de otros vehículos que se hallaban alrededor. El impacto fue tremendo. Así se mató Héctor Omar Lolli en una calurosa tarde de sábado, el primer día de febrero de este verano.
Tenía 51 años, se encargaba de cuidar automóviles en uno de los espacios públicos ubicados frente al mar, sobre la avenida 2, a metros de la Avenida 79. Y era cantante aficionado. A tal punto que se promocionaba como «el último romántico» al ofrecer sus actuaciones. Era padre de dos hijas.
«Venía haciendo zig zag y a toda velocidad. De repente el auto se clavó y dio varios tumbos, chocando otros dos. Como si al perder el control hubiera querido detener el vehículo con el freno de mano», comentó el empleado de un balneario, circunstancial testigo, aún conmocionado por lo que había observado.
Rápidamente se hizo presente personal policial , así como agentes de tránsito del municipio Se colocaron vallas para impedir el acceso de curiosos que se aglomeraban para tratar de ver qué había sucedido, tras el estruendo producido por el fuerte impacto, tanto del vehículo al volcar, como al chocar contra los otros dos, uno estacionado y el otro a punto de hacerlo.
Personal de Policía Científica trabajó en el lugar realizando las pericias correspondientes, mientras una ambulancia trasladaba el cadáver de Lolli a la morgue del Hospital Ferreyra y otra transportaba al conductor de uno de los automóviles chocados a la guardia del mismo establecimiento.
El auto Ford Fiesta totalmente destrozado, vidrios esparcidos sobre el asfalto, trozos del vehículo a su alrededor y manchas de sangre por todos lados, daban cuenta de la gravedad del accidente que le costó la vida a Lolli, cuyas causas podrán determinarse a partir del resultado de las pericias médicas y policiales.
Como otros fines de semana de estos últimos tiempos, la zona de la villa balnearia y el Parque Miguel Lillo vuelve a ser escenario de violentos accidentes automovilísticos, más propios de colisiones en ruta que de calles o avenidas de una ciudad.