Por María José Hegui
Es común para los periodistas de TSN recoger a diario los reclamos de Línea Abierta donde los vecinos suplican que arreglen las luces del alumbrado público en distintas zonas de Necochea y Quequén. Ahora que llega el invierno y los días son más cortos, hay sectores donde, pasadas las seis de la tarde, la oscuridad todo lo envuelve y el temor reina en el vecindario. En otros barrios, saliendo del centro y de las calles principales, donde una sola lámpara es la responsable de la luz en toda la cuadra, cuando ésta falla, es imposible transitar sin sentirse que se lo hace casi a ciegas.
Esta semana, en Quequén un delincuente robó en un mercado y, cuando se daba a la fuga aprovechando la oscuridad absoluta de la cuadra, disparó contra un policía de servicio que intentaba alcanzarlo. Afortunadamente, los proyectiles no dieron en el servidor público.
Llegamos en seguida con el móvil de Canal y encontramos el lugar guiados por las luces de los patrulleros porque, verdaderamente y tal cómo denuncian los vecinos, no se veía nada.
La falta de luces en la vía pública genera un escenario perfecto para los delincuentes y les permite concretar su accionar con comodidad y tiempo.
La gente, con razón, pide a la Usina que resuelva este histórico problema porque es la encargada del servicio, según el contrato firmado con el municipio.
Sin embargo, el acuerdo con el gobierno, indica que la cooperativa es la responsable del recambio de las lámparas, pero es el municipio el que debe proveer los materiales. Es decir, la UPC pone la mano de obra y el Ejecutivo se encarga de los insumos.
El citado contrato de prestación del alumbrado público, que venció en 2017 y fue siendo prorrogado, permite que, de las 15 mil lámparas que iluminan la ciudad, hasta un máximo del 5 por ciento pueda estar sin funcionar. Aseguran desde la entidad, en ese sentido, que en la actualidad menos del 2 por ciento están rotas y que son muy pocos los insumos que está enviando el municipio para hacerse cargo del problema.
Lo que los fríos porcentajes no comprenden es lo que ocurre cuando, en un barrio alejado, insistimos, hay sólo una luz en la esquina, y ésta se encuentra rota, hay que transitar a oscuras a lo largo de casi 200 metros. Difícilmente el indignado vecino del lugar acepte hablar de porcentajes.
Tenemos en Necochea tres tipos de luminarias: las más viejas que son las blancas, de mercurio; las amarillas de sodio y en algunos pocos lugares las lámparas de Led.
Estas últimas son las ideales porque, además de mejorar la iluminación, tienen menor costo y más durabilidad. Sin embrago su costo es alto. Poder hacer el recambio total implicaría una inversión de 120 millones de pesos. En su momento se firmaron convenios con provincia para comenzar este proceso, pero está claro que ahora, en el medio de una pandemia, esto no es la prioridad.
Al margen de detalles, de contratos, prórrogas y vencimientos; al vecino lo que le importa es que su cuadra tenga luz. Necesita, con todo derecho, poder caminar tranquilo y seguro por una ciudad que cuando llega la tarde, sumergida todavía en cuarentena, tiene en sectores callecitas que da temor transitar.
Es lógico el reclamo por un servicio que, además, se paga.
El alumbrado público y sus deficiencias no es un tema nuevo. Por esta razón, justamente, se hace necesario tomar las medidas necesarias para zanjar de una vez por todas este problema y poder prestar un servicio eficiente, acorde a las necesidades de la población y a los sueños de una Necochea que de noche, sea tan bonita como de mañana.