La nueva segmentación implica que los consumidores no solo tendrán que adaptar sus hábitos en el uso de la energía, sino también aprender a controlar los kilowatts/hora consumidos.
A partir de septiembre, el Gobierno aplicará las nuevas tarifas de electricidad, gas y agua con quita parcial o tal de subsidios. En el caso de la electricidad, las boletas con subsidio serán aquellas que presenten un consumo máximo de 400 kW/hora por hogar por mes. No superar esa barrera será la clave para reducir el impacto de los aumentos.
La secretaria de Energía, Flavia Royón, anunció hoy el nuevo esquema tarifario y explicó que “un hogar promedio debería consumir 250 kilovatios hora por mes”, para luego afirmar que “el corte que se hizo es en 400kW/h”.
Eso quiere decir que los usuarios que reciben el subsidio y superen ese límite, deberán pagar la tarifa plena por aquello que consuman por encima del tope.
Esta nueva realidad implica que los consumidores no solo tendrán que adaptar sus hábitos en el uso de la energía, sino también aprender a controlar los kilowatts/hora consumidos, en el caso de la electricidad, para no pasarse del límite establecido. A esto se le sumará en muy poco tiempo la quita del subsidio al gas y el consecuente aumento de este servicio, que motivará a los consumidores a ser más conscientes sobre el consumo de la energía doméstica.
Hoy existen diferentes soluciones y herramientas que ayudan a reducirlo: iluminación led, implementar una aislación térmica eficiente de muros; aberturas también eficientes, calefones solares, electrodomésticos de bajo consumo, entre otros. Además, hay disponibles calculadores online con los cuáles se puede medir la energía que se lleva consumida en el mes. Pero este compromiso no debe recaer solo en los consumidores. Otros sectores podrían colaborar en una mejor administración de la demanda energética. El de la construcción es uno de ellos.
“Se estima que en Argentina el consumo de gas natural en espacios habitables, como viviendas, comercios, oficinas, espacios de recreación, salud, entre otros, equivale al 57% y la electricidad, al 35%. Por este motivo, la mejora de la eficiencia energética en estos sitios puede ayudar a reducir el consumo de acondicionamiento interior en más del 50%”, comenta Guillermo Simón Padrós, integrante del grupo de instituciones por el etiquetado energético de viviendas.
Apostar a medidas que mejoren la eficiencia energética “impactará no solo a nivel individual sino a nivel nacional en el ahorro de facturas domiciliarias y en el abastecimiento a todo el país, generando así mismo una reducción a más de la mitad de las emisiones de CO2, uno de los gases responsables del cambio climático”, añade el experto en consumo energético.
¿Cómo saber cuánta energía consume una vivienda?
De acuerdo con datos oficiales del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE) sobre el consumo básico de electrodomésticos, un aire acondicionado de 3.500 frigorías de frío y calor con una potencia promedio de 2150 Watt consume alrededor de 1.613 Watt-hora (Wh); una computadora de escritorio, 200 Wh; una notebook, 22 Wh; y una heladera con freezer, 90 Wh.
En cuanto a las lámparas, el consumo de las de bajo consumo varía de 11 a 20 Wh, dependiendo de la potencia de foco. En tanto, las halógenas gastan entre 40 Wh a 100 Wh; y en el LED, el consumo puede limitarse a 5 Wh.
Los lavarropas automáticos de 5 kilos con calentamiento de agua consumen 875 Wh; y un automático común, 175 Wh. Mientras que un microondas gasta unos 640 Wh y una pava eléctrica de 1,7 litros, 2000 Wh.
Saber cuánto se va a pagar en servicios por un inmueble a la hora de alquilar, será una prioridad para evitar gastos extras en este nuevo escenario. Aunque en Argentina es una herramienta relativamente nueva y poco conocida, en muchos países del mundo se implementa el etiquetado energético para saber cuán eficiente es la vivienda.
El etiquetado energético de una propiedad es similar a los que aparecen en los electrodomésticos. La Clase de Eficiencia Energética se mide en una escala que va desde la «A» hasta la «G», que mide la energía (y el consumo) que se utiliza para calefacción en invierno, refrigeración en verano, agua caliente de uso sanitario e iluminación.
Existen siete clases de eficiencia, identificadas por un código de colores y letras que van desde el verde con la letra A para las propiedades más eficientes, hasta el rojo con la letra G para las menos eficientes, asociadas a los valores del IPE. Un edificio o una vivienda es más eficiente energéticamente que otro, si para alcanzar un mismo grado de confort, consume menos energía.