Se enteró que su última pareja la engañaba e intentó matarla al igual que a su amante. Le pidió a sus servidores que los asesinen, pero se negaron y les avisaron a las víctimas que escaparan.

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Darya Nikolayevna SaltykovaDarya Nikolayevna Saltykova

Darya Nikolayevna Saltykova, conocida como “La Condesa”, confesó que torturó y asesinó en Rusia a 138 sirvientes, tres de los cuales fueron hombres y el resto mujeres, pero fue condenada por 38 de ellos.

Saltykova nació el 11 de marzo de 1730 en Moscú y además de pertenecer a una familia noble era conocida como “Saltichikha”, apodo que tenía desde su infancia.

Su abuelo había sido una figura importante en tiempos de Sofía y Pedro I, mientras que la familia estaba conectada con círculos sociales importantes como los Davidovs, los Musin, los Pushkin y los Tolstoi.

Cuando era muy joven se casó con Gleb Alekseevich Saltykova, quien era capitán de regimiento de la Guardia Real y pertenecía a la nobleza.

De este heredó el apellido Saltykova que llevaría de manera posterior, ya que su apellido inicial era Ivanova. Tuvo dos hijos: Teodoro y Nicolás, quienes al igual que su padre sirvieron en la Guardia Real.

Saltykova quedó viuda a los 26 años y heredó una gran fortuna, por lo que se convirtió en la viuda más adinerada de Moscú.

Dentro de sus propiedades adquirió una finca con más de 600 sirvientes en Troitskoe, cerca de su ciudad natal, la que le serviría de morada junto a sus hijos luego de la muerte de su esposo.

Según algunos testimonios escritos inicialmente, Saltykova al principio se mostraba sencilla, agradable y se le veía triste la mayor parte del tiempo. Para entonces había hecho donaciones a muchas iglesias y monasterios de la localidad.

Un romance con Nicolás Tyuchev (quien sería el abuelo del conocido poeta Fyodor Tyuchev) cambió la vida de Saltykova, quien estaba envejeciendo en soledad.

Sin embargo Tyuchev tenía un romance con una bella chica que, a diferencia de ella, estaba en plena juventud, por lo que finalmente se casó en secreto.

“La Condesa” se enteró prontamente de lo sucedido, entró en una crisis de celos e ira, mandando a algunos de sus sirvientes a perseguir y asesinar a la joven pareja.

Sus sirvientes no ejecutaron la orden y alertaron a Nicolás y a su esposa, de modo que ambos escaparon hacia Moscú y luego a otra región de Rusia, quedando así fuera del alcance de la rencorosa condesa.

El comportamiento de sus servidores fue el detonador en la posterior conducta asesina en opinión de psiquiatras actuales.

Al comienzo se limitaba a imponer como castigo por limpiar o hacer mal otras tareas asestar golpes a sus sirvientes con el rodillo de la cocina en la cabeza, empleaba reiterados azotes, aplicados con esa enorme fuerza que se le atribuía.

Entre las cosas que hacía, tomaba del cabello a las sirvientas, las arrastraba y les golpeaba la cabeza contra la pared.

Después les tiró las orejas de las víctimas con pinzas calientes, les lanzó agua hirviendo, les quemó el cabello o se los arrancó en forma brutal.

Las torturas también incluían romperles los huesos o dejarlas atadas y desnudas al aire libre, donde morían por frío y hambre.

También se sabe que torturó a muchos sirvientes hombres que estaban de novios a punto de casarse, principalmente azotandolos durante largos períodos de tiempo.

Esta mujer masacró alrededor de cien sirvientes, en su mayoría mujeres, convirtiéndose en la asesina serial por excelencia de Rusia, y en una digna sucesora de Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta.

Sus métodos iban del simple azote a la escarificación y la ingesta de sangre directamente de las heridas de sus víctimas, muchas de las cuales aún estaban vivas cuando Saltychikha saciaba sus apetitos vampíricos.

Los comentarios entre las personas del pueblo sobre las macabras prácticas de la condesa no eran pocos.

Se calcula que hubo inicialmente 21 denuncias por escrito, pero las autoridades no hicieron prácticamente nada e incluso fueron sancionados algunos denunciantes debido a las conexiones de la condesa con la Corte y el poder de soborno que ésta tenía. 

En el verano de 1762 (invierno para el hemisferio sur) los campesinos siervos Sakhvely Martínov y Ilyin Ermolay -perdió tres esposas por culpa de “la Condesa”- escaparon de la finca y llegaron hasta San Petersburgo, donde se las arreglaron para presentar un pedido escrito a la emperatriz Catalina II “La Grande”, esta quedó horrorizada e indignada con las atrocidades que en la carta se le adjudicaban a Saltykova.

La mujer fue encarcelada durante seis años, hasta 1798, período que la ley rusa consideró justo y oportuno para investigar las acusaciones.

El resultado de las pesquisas arrojó la siniestra cantidad de 138 muertos, de los cuales se pudo probar apenas 38 casos.

El asesinato de 138 sirvientes (tres hombres, el resto mujeres) de Saltykova marcó con sangre la memoria de la Rusia feudal del siglo XVIII.

Mediante las investigaciones, la emperatriz pudo dictar cadena perpetua para la mujer homicida en 1768.

Además le privaron de sus títulos de nobleza, las propiedades y el dinero fue repartido entre sus hijos.

También recibió como castigo estar expuesta desnuda en la plaza central de Moscú durante una hora, con la intención de que fuese el pueblo quien hiciera justicia.

Fue recluida en el convento de Ivanowski, en Moscú, donde residió en los lóbregos sótanos hasta su muerte
Como dato particular se dice que no toleraba la luz del día.

El 27 de noviembre de 1801 Saltykova murió a los 71 años y fue enterrada en el cementerio del Monasterio de Donskoy, sede de extrañas apariciones y comentarios escandalosos.

Aún hoy, en sus ruinas, los cuidadores aseguran ver una figura famélica, consumida, arañando la dura tierra de la necrópolis, presumiblemente buscando algo para comer.

NA – Buenos Aires, Argentina