El viernes Santo, a partir de las 19.30 en la Plaza de los Niños de Quequén, la parroquia Nuestra Señora de la Merced pondrá en escena, como desde hace 28 años, la Pasión de Jesucristo.
“Son más de 80 personas realizan esta pasión viviente, entre los que actúan, los que arman la escenografía y las personas que se encargan de mantenimiento y realización de vestuario” contó a TsnNecochea el párroco Mario Fernández, al tiempo que agregó que “todos los que participan son, la mayoría fieles de la parroquia de la merced junto a otros de otras parroquias que vienen de las parroquias de Necochea”.
En ese sentido, remarcó que “nosotros, más que un espectáculo, lo vivimos como un profundo momento de oración, donde rezamos y queremos que aquellos que vienen recen con nosotros en estos días tan espirituales y llenos del amor de Dios”.
La página del Vaticano señala lo siguiente sobre día:
El Viernes Santo nació para conmemorar el día de la muerte de Jesús (el 14 del mes de Nisan, un viernes). Antiguamente era un día de luto en el que se participaba mediante el ayuno, que luego se extendió a todos los viernes del año.
La liturgia del Viernes Santo se compone de tres momentos: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Comunión. En este día y a través de esta liturgia, se invita a los fieles a fijar su mirada en Jesús, el Crucificado. Cristo murió en la Cruz para llevar a cabo la misión de salvación que el Padre le había confiado: “He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. “Él -dice Isaías- tomó sobre sí nuestros sufrimientos, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo juzgamos castigado, golpeado por Dios” (Is 52,13-53,12). Jesús pagó con su vida el precio más alto por nuestra desobediencia, y lo hizo con amor y por amor: “Jesús, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriquecierais con su pobreza” (2 Cor 8,9).
A la sombra del Viernes Santo, cada uno de nosotros puede ponerse ante la Cruz y confrontarse con el Señor Jesús sobre sus propios problemas, sus dramas, sus propios sufrimientos. Todas las cuestiones de la vida están iluminadas por la Cruz, hasta el punto de que podríamos decir realmente que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Hay que seguir al Señor Jesús en el amor, hasta el final. Como Él nos ha amado.