En un artículo publicado el pasado jueves en el diario La Nación, bajo el título “Verano sin gente: las playas y lagunas más solitarias de Buenos Aires” destacan, entre otros puntos bonaerenses, las bondades del Balneario Los Ángeles, conocido para muchos lugareños también como la “Cueva del Tigre”.

Ilustrada con una foto de las tranquilas playas, la crónica señala que la costa atlántica bonaerense es uno de los destinos turísticos más masivos. Pero alejadas en el mapa, perdidas en bahías calmas, desconocidas y no tenidas en cuenta por las agencias de viajes y la publicidad, aún existen en la provincia de Buenos Aires algunas playas y lagunas vírgenes con muy poco turismo. Estos lugares poco visitados son un destino ideal para bolsillos golpeados por la devaluación.

La oferta clásica de balnearios se concentra desde San Clemente del Tuyú hasta Necochea. Solo en Mar del Plata, arribaron 4.293.392 turistas en los meses de verano de 2018. Pero el litoral atlántico bonaerense tiene 1200 kilómetros de playas, de un total de 4725 km en todo el país. Buenos Aires es la provincia con más costa del territorio.

Relacionado históricamente con el horizonte pampeano, la tranquera y la tierra, el mar se ha mostrado distante para el habitante de estas regiones. A pesar de esto, algunos pioneros han abierto caminos en busca de la frescura marítima y han elegido desarrollar su vida a orillas del mar en aldeas muy pequeñas, muchas de ellas en formación, pero dueñas de playas desérticas. El mismo deseo de incomunicarse voluntariamente lo sienten aquellos que viven al lado de las pocas lagunas vírgenes de este mapa populoso que esconde tesoros.

Los Ángeles, al sur de Necochea, tiene 20 habitantes estables. La Chiquita, en el partido de Villarino, apenas 4. Pocitos en Patagones (Patagonia bonaerense), 40. Estos pueblos están en formación y visitarlos constituye una experiencia de reencuentro con el silencio. Se trata en todos los casos de destinos para personas con un espíritu de la aventura, que no teman a la soledad y el polvo.

En cuento al balneario Los Ángeles, el periodista de La Nación la califica como una reserva natural del silencio, donde las poquísimas casas están recostadas sobre los médanos. Se da en este balneario un capricho criollo pocas veces visto. Se unen el campo con el mar, es común ver pastar vacas y caballos en las dunas, con el mar de fondo.

Además detalla que el pueblo mínimo está a 30 kilómetros al sur de Necochea, se accede por camino de tierra, que se vuelve intransitable con lluvia. Hay muy poca señal telefónica y de internet; en un médano al que llaman “el locutorio” se concentra la poca señal que llega hasta aquí. La pulpería Del Vasco es el único lugar donde abastecerse de provisiones.

La playa es amplia y una pequeña bahía separa el sector balneario de uno de rocas, donde se destaca La Cueva del Tigre, un refugio natural que la fuerza del mar erosionó y fue usado como escondite por un legendario bandido rural, el Tigre del Quequén.

Todos los días salen pescadores artesanales a alta mar y regresan a la tarde con pescado fresco. Una vieja hostería abandonada se destaca entre las dunas. Hay una escuela rural a pocos metros del mar. Las liebres cruzan los senderos.

Es un lugar agreste que invita a sentirse dueño de las olas. Desde un parador, en el extremo sur de la bahía, es posible ver un inmensurable mar de tonalidades azules bajas y altas, la brisa trae un aroma salino. Más al sur existen playas inexploradas hasta llegar al legendario Médano Blanco, de 100 metros de altura. A pocos kilómetros están las termas del mismo nombre.