Rubén Ortega fue condenado a la pena de 24 años de prisión, por el delito de intento de homicidio del que resultó víctima su ex pareja Marisa Astudillo, episodio que ocurrió el 21 de abril de 2017.
La sentencia fue dada a conocer por la Jueza Mariana Giménez en la mañana de este viernes en ausencia del imputado que se negó a comparecer en la sala de audiencias; tampoco –aunque por motivos laborales-, asistió su abogado defensor, Cesar Sivo.
Quien sí lo hizo fue Marisa Astudillo que arribó al edificio del tribunal con la ayuda de sus muletas. Se ubicó entre su abogado defensor Julio Razona y el fiscal Eduardo Núñez. La mujer siguió con atención la lectura de la condena para luego exteriorizar su desahogo, con sentimientos de emoción y lágrimas, manifestando que “se hizo Justicia, ahora estoy en paz y muy tranquila. Viví una pesadilla de tantos años donde la pasé muy mal”.
El ex policía que en el momento de los hechos cumplía funciones en la Jefatura Departamental había sido declarado “culpable”, por unanimidad, de un jurado popular integrado por 12 ciudadanos. Esta mañana, tres de sus miembros asistieron a la lectura del fallo y con posterioridad saludaron a Marisa Astudillo.
La condena impuesta resultó dos años y seis meses inferior a la solicitada por el fiscal Eduardo Núñez y el abogado Julio Razona. En desacuerdo, la defensa del ex policía a cargo del abogado César Sivo, había requerido “una pena justa y útil”.
La sentencia cuestiona la “inoperancia” de los agentes del Estado intervinientes en materia de violencia de género, no conduciendo su accionar de modo preventivo y evitativo respecto de los ciclos de violencia denunciados por la misma víctima previos al desenlace, desnudando el desconocimiento de esta problemática tan trascedenntal y la necesidad de capacitación obligatoria en género en todas la personas que integran poderes del Estado. En ese contexto la Jueza citó la ley conocida como Micaela (un caso de femicidio ocurrido en la Provincia de Entre Ríos) que en uno de sus artículos invita a las provincias a adherir; y en función del caso sucedido en nuestra ciudad, la mencionada magistrada expresó que la ley provincial debiera llevar el nombre de Marisa.
La víctima se abrazó con sus hermanos Silvana y Matías, sucediendo lo propio con una amiga. De la misma manera lo hizo con el fiscal y su abogado defensor.
La vida de Marisa Astudillo nunca más será igual después de aquella violenta jornada en que por un milagro no perdió su vida. Las graves lesiones sufridas, de las que se pudo recuperar parcialmente, dejaron secuelas por las que deberá someterse a intervenciones quirúrgicas.
El desenlace judicial cierra, en parte, un doloroso proceso de violencia, sometimientos; celos patológicos y todo tipo de padecimientos que debió atravesar la víctima a lo largo de 20 años; situaciones de las que sus hijos no fueron ajenos.
Ahora, Marisa Astudillo, siente un poco de alivio y como ella misma señaló “está en paz y muy tranquila”.