Casualmente, y como para ir ganando de a poco la confianza del hombre que ya se había atrincherado en la puerta de sus vivienda con el cadáver de su pareja en el cocina, el primero de los efectivos policiales en hacer contacto se llamaba igual: Guillermo Farías.
Los policías lo conocían por su trabajo en la noche de la ciudad, cuando prestaba servicios como patovica en diferentes boliches.
Fueran más de cuatro horas y los tres policía que participaron de la negociación sabían que el objetivo era intentar desgastar al femicida y evitar que se autolesione.
“Queríamos ir ganándonos la confianza y con los recaudos necesarios logramos entrar en el terreno de él y nos pudimos arrimar de a poco” relató a TSN Cristián Elía, titular de la Comisaría Primera.
Martín Urrestarazu, Jefe del Comando de Patrullas, indicó que “nosotros no sabíamos que es lo que él pensaba y si bien le preguntamos que era lo que pretendía, el sólo decía que se iba a quietar la vida”.
De Elía agregó que, con el correr de las horas y de la conversación, Farías “se fue desgastando. Le aseguramos que lo íbamos a lastimar y no estábamos armados”.
“Le íbamos contando cosas de nuestro trabajo diario y formamos un dialogo normal, al punto que le pedimos que suelte el arma y la dejó al lado del paredón”.
Para esto ya habían pasado casi cuatro horas y Urrestarazu reconoce que “lo único que podíamos hacer era generar un desgaste hasta que deponga la actitud, porque no tenía sentido abalanzarse o tratar de hacer una locura ya que hablamos de una persona de contextura física muy grande y que ha trabajado muchos años en seguridad de boliches bailables”.
“Nuca había vivida una situación tan tensa” admitió De Elía, “fue como un desafío propio de que “querer convencerlo para que no se lastimara”.