Fueron dos embarcaciones los que aquella noche del 30 de septiembre de 1964 sufrieron los embastes de una gran tormenta que se desató en nuestras costas.

El “Esito” estaba en lastre y fue arrojado contra un banco de arena, a 500 metros de la escollera Sur del puerto de Quequén, provocando la fractura del casco.

Los 27 tripulantes lograron ponerse a salvo, pero la nave fue declarada perdida constructiva total y abandonada al seguro.

También el “Aurea Conde” al mando del Capitán Armando Dutra, en viaje de Buenos Aires, a Necochea, para embarcar trigo, estando fondeada en lastre en la rada, varó 10 millas al Norte de nuestro puerto al romperse la cadena del ancla y ser arrastrada a la costa.

Los 17 tripulantes lograron ponerse a salvo, pero la nave fue declarada perdida constructiva total y abandonada al seguro.

El Esito fue silueta familiar en las playas necochenses con ese viejo casco, que sirviera para tantas películas publicitarias, fondo habitual para la fotografía del recuerdo, lugar ideal de pesca por el cereal acumulado en sus despanzurradas bodegas, meta de las caminatas por la playa y a un dolorido hito de una tragedia que conmovió a la ciudad.

Miles de personas desde entonces lo visitaron y fotografiaron desde todos los ángulos. Allí encallado, casi íntegro en su obra muerta, y apenas vaciadas sus bodegas, se lo intentó rescatar en varias oportunidades, pero se encontraba muy internado en la playa y sobre un fondo de arena que sin ser rocoso no era cubierto totalmente por la marea para zafarlo. Su cubierta fue juego de niños y reunión de veteranos marinos que desde sus quietas bordas soñaban vaya a saber con que otras playas. Pero lo siguieron castigando los temporales y el mar lentamente lo fue minando.

Con información de Histamar y el Área de Museos