Clásica, napolitana, a caballo, frita, al horno, de carne, de pollo, de cerdo, de soja, de calabaza o berenjena… Se sabe, sobre gustos no hay nada escrito. Pero pocos alimentos son tan sabrosos en todas sus variantes como la milanesa.
Y más este 2 de mayo, cuando se celebra justamente el Día de la milanesa. ¿Por qué? El día fue elegido al azar pero sus fanáticos no dejan pasar la oportunidad de compartir recetas, secretos y tips para conseguir la milanesa perfecta.
Plato de bodegones de barrio o boliches pitucos, la milanesa conserva su vigencia a través de los años. Y son muchos. De hecho, su origen se remonta a la Edad Media. Un menú del año 1134, por caso, en Mediolanum (lugar que hoy forma parte de la ciudad italiana de Milán), presenta un plato llamado lombolos cum panitio.
Lumbus, en latín, es la carne de lomo y panitio remite al pan. Casi 900 años después, el 17 de marzo de 2008, la municipalidad de Milán utilizó esos textos como fundamento para otorgar a la milanesa el estatus de patrimonio oficial de la ciudad.
Varios siglos más tarde, con la llegada de los inmigrantes italianos a la Argentina, la milanesa se convirtió en uno de los platos preferidos de esta zona. Y con el tiempo, en un clásico a la altura del asado o las empanadas.
Deleite de chicos y grandes, la milanesa se convirtió en un menú sabroso, nutritivo y tiene especialiastas en varias partes del mundo. Y todos tienen su secreto a la hora de hacerlas.
¿Cuál es la milanesa perfecta? Es difícil decirlo, pero los expertos aseguran que la milanesa ideal debe cumplir con tres conceptos básicos: debe ser tierna; la carne y el pan no tienen que separarse; y el estar en el punto justo de cocción.