Antiguos cazadores-recolectores de la región pampeana explotaron a lo largo de 5.000 años, y hasta la llegada de los españoles, una cantera o mina a cielo abierto en la zona de Tandil, produciendo un paisaje de pozos y grandes “montañas” de desechos de rocas, según investigadores del CONICET que integran el equipo del Área de Arqueología y Antropología del Museo de Ciencias Naturales de Necochea, en la Provincia de Buenos Aires. Esta actividad intensiva, anunciaron, tuvo en la zona “una importancia simbólica y estética muy particular”.
El estudio se realizó en El Picadero, un sitio con una superficie equivalente a una cancha de fútbol cercano al paraje rural La Numancia, unos 55 km al sur de la ciudad de Tandil. Y revela una dinámica de explotación ininterrumpida de esa mina ancestral, sin precedente en el país, así como ilumina aspectos de la cultura de los antiguos habitantes de la región.
“Si bien ya se sabía que la zona había sido visitada por las sociedades cazadoras y recolectoras para explotar sus materias primas durante miles de años, fue sorprendente encontrar lugares en los que la gente organizó tareas tan intensivas de extracción y procesamiento de rocas”, explicaron Mariano Colombo, doctor en Antropología, y Celeste Weitzel, doctora en Arqueología.
“Son los primeros registros que relatan una modificación humana del paisaje tan marcada. Además, indican la existencia de técnicas, herramientas, usos del cuerpo y aprendizajes muy específicos en relación con las tareas de canteo, así como estadías prolongadas en los lugares y una vinculación práctica y simbólica muy grande de las personas con las canteras y los espacios serranos”, agregaron.
El trabajo fue presentado en Comechingonia, Revista de Arqueología, una destacada publicación científica de más de 40 años, vinculada con la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
En el mundo existen registros de antiguos habitantes que realizaron tareas de canteo y minerías muy complejas, tanto a cielo abierto como en forma de galerías subterráneas, principalmente en Europa. En el continente americano hay casos de más de 10.000 años de antigüedad en las que se aprovecharon rocas que por sus características habrían sido muy especiales, como la obsidiana (también conocida como “vidrio volcánico”), señaló Colombo. En Argentina, hasta el momento, los únicos sitios de obtención de rocas que muestran una intensidad semejante son los 13 que se encontraron en el centro del sistema de Tandilia.
La investigación se realizó en el paraje rural La Numancia, unos 55 km al sur de la ciudad de Tandil.
Pero El Picadero tiene características singulares por la magnitud, extensión en el tiempo y complejidad de las tareas de extracción, que se iniciaron recogiendo rocas de la superficie y siguió con la excavación de galerías. Esto dio lugar a inmensos apilamientos de desechos de las piedras, cuyas dimensiones exceden los 3.000 metros cuadrados en distintos sectores de las laderas o cimas de los cerros.
“Los datos indican que las actividades de excavación para extraer rocas se realizaron al menos desde el Holoceno medio [7.500 a 4.500 años atrás], momento en que el paisaje de la cantera se presentó ya plenamente modificado, con pozos de extracción de 1,25 metros de profundidad respecto del suelo actual y al menos 1,65 metros de la superficie original y, por tanto, generando una alteración del terreno con ondulaciones mucho más marcadas de las que se observa en la actualidad”, informaron Colombo y Weitzel en la publicación.
La principal materia prima buscada en El Picadero y en la región eran ortocuarcitas, utilizadas por los pueblos cazadores y recolectores para la confección de herramientas para realizar tareas cotidianas como cortar plantas y carne, fabricar ropas, abrigos, refugios o armas de caza, apuntó Weitzel. Sin embargo, por sus cualidades (color, brillo) estas rocas también habrían tenido un “valor agregado” estético y simbólico, lo que justificó su extracción reiterada e intensiva a lo largo de milenios.
La modificación del paisaje producida “no aparece, hasta el momento, como causa de ningún cambio o modificación que impactara sobre el modo de vida cazador-recolector. Más bien –concluyó el equipo de investigación– parece indicar el aprovechamiento muy intensivo de un recurso vital y de una importancia simbólica y estética muy particular. Así fue hasta el momento de la conquista europea de los territorios, etapa en la que las sociedades cazadoras y recolectoras pampeanas habían incrementado sus redes de interacción social a medida que se tornaban más numerosas, territoriales y sedentarias”.
Fuente: Agencia CyTA-Leloir