Unos recibos hallados entre los cadáveres y la contratación como trabajadores de las víctimas días antes, fueron pruebas contundentes para que la Justicia lo sentencie a 25 prisiones perpetuas, ya que la pena de muerte no estaba permitida en California.
Juan Vallejo Corona, más conocido como “el asesino del machete”, fue un asesino serial mexicano que en los Estados Unidos mató a 25 hombres y niños y condenado a 25 prisiones perpetuas, ya que la pena de muerte en California había sido considerada ilegal en ese entonces.
Nacido el 7 de febrero de 1934 en el país azteca, Vallejo Corona emigró a la nación norteamericana por intermedio de su medio hermano Natividad Corona y se radicó en la ciudad de Yuba City, California, donde se casó y tuvo cuatro hijas.
Era contratista de mano de obra barata y le daba empleo a los granjeros del lugar, generalmente, mexicanos que habían emigrado buscando un mejor nivel de vida.
Sin embargo, en 1956 Corona fue diagnosticado de esquizofrenia y conforme a los usos médicos de entonces fue sometido a terapia de electrochoques.
Hasta ese momento era considerado un pacífico hombre de familia que concurría los domingos a la iglesia y no había quejas de que abusara de los trabajadores temporales a quienes contrataba.
Pero el 19 de mayo de 1971 un granjero japonés vio que cerca de su huerto de durazno había un pozo de grandes dimensiones y a la noche ya estaba tapado con tierra.
Ese hecho le llamó la atención y dio aviso a la Policía, que al excavar halló el cadáver de un hombre que había sido fuertemente golpeado en la cabeza y apuñalado en el pecho.
Momentos después se logró identificar a la víctima y era Kenneth Whiteacre, a quien se le halló entre sus ropas pornografía homosexual, por lo que la policía supuso que el homicidio estaba vinculado a su condición sexual.
Los investigadores creyeron que se trataba de una pelea posterior a un encuentro sexual y si bien se tomaron las huellas de neumáticos de una camioneta que había estado en el lugar, no se ahondó en el operativo.
El 24 de mayo del mismo año, unos trabajadores que manejaban un tractor en un rancho vecino encontraron tierra removida, por lo que llamaron a la policía que al excavar encontró el cuerpo de Charles Fleming, otro vagabundo del lugar.
Allí los uniformados empezaron a darle importancia al hecho y al seguir un pequeño sendero que se observó entre la hierba encontraron más tierra revuelta.
La policía realizó entonces una remoción de la tierra y encontró varios cadáveres en distintos estados de descomposición que presentaban el mismo tipo de heridas. También se hallaron unas facturas a nombre de Juan V. Corona, expedidas unos días antes.
El 4 de junio se dio por terminada la búsqueda y habían sido hallados 25 cuerpos, de los cuales 22 habían sido identificados. En ese sentido, los 22 pertenecían a estadounidenses y ninguno era de origen mexicano.
Asimismo, entre la tierra removida también se halló un recibo bancario a nombre de Juan Corona, quien finalmente fue acusado y detenido.
Sin embargo, la investigación se complicó porque si bien hallaron rastros de sangre en su camioneta, resultó ser de un trabajador herido que había transportado y, en su machete no se encontraron rastros sanguíneos.
Además, las huellas de neumáticos no concordaron con las de su camioneta ni la bala hallada en uno de los cadáveres pertenecía a la pistola de Corona, que encima usaba muletas para caminar en la época de algunas de las muertes.
El juicio contra “el asesino del machete” fue largo, costoso y complejo, porque en lugar de elegir algunos homicidios le imputaron los 25.
Al inicio, Vallejo Corona fue asistido por un defensor público, pero el 14 de junio el acusado lo reemplazó por Richard Hawk, un abogado privado que en lugar de honorarios recibió del acusado los derechos literarios exclusivos respecto de su historia e, incluso, fue relevado de la obligación de guardar reserva acerca de sus comunicaciones con el acusado.
El letrado dejó de lado una defensa por insanía y prescindió de los psiquiatras, al tiempo que el acusado tuvo dos ataques al corazón durante su detención.
La estrategia del abogado era culpar al hermano de Vallejo Corona de los crímenes, pero sin nombrarlo. En ese aspecto, Hawk dejaba entrever que había dejado huellas como las facturas y boletas de depósito para incriminar a su defendido.
En 1973, finalmente, el jurado, tras 45 horas de deliberación, determinó que Vallejo Corona era culpable de 25 homicidios y el juez lo condenó a 25 cadenas perpetuas con derecho a pedir la libertad condicional al cabo de siete años.
En esa época, la Suprema Corte del estado de California había establecido el criterio de que la pena de muerte era inconstitucional.
En 1982 un nuevo grupo de abogados tomó la defensa y alegó que no se le había defendido correctamente en su primer juicio pero no consiguió que se modificara la condena.
Es que el jurado consideró que Natividad Corona -ya fallecido entonces- no había tenido tiempo ni oportunidad para cometer los crímenes y que, en cambio, el acusado no tenía una explicación razonable sobre por qué los nombres de algunos de los hombres muertos aparecían en sus registros de trabajo.
En la cárcel, “el asesino del machete” fue atacado a puñaladas por cuatro internos y perdió un ojo, más allá que salvó su vida de milagro.
La sentencia la cumplió en la prisión estatal de Corcoran en California y durante sus últimos años de vida padeció de demencia senil y su salud se fue agravando.
El 5 de diciembre de 2011 le rechazaron el pedido de libertad bajo palabra y el 4 de marzo de 2019, a los 85 años, falleció en la cárcel.