Por Gabriel Enríquez*
Ganar una elección no necesariamente convierte al triunfador en un líder político. Argentina supo observarlo en los últimos años en dos oportunidades, con De la Rúa y en el pasado más próximo con Mauricio Macri. Un líder político tiene una serie de aptitudes que desde Maquiavelo a esta parte han sido estudiadas y escritas en decenas de papers.
La construcción de un enemigo interno y externo es el anhelo de todo líder pensando en su posterior conquista, establecer un otro como enemigo redunda en la consagración de una unidad de los propios. Como señaló Umberto Eco, tener un enemigo es necesario para reforzar la propia identidad.
En tiempos de globalización estamos apreciando cómo diferentes presidentes o primeros ministros del mundo se comportan ante la pandemia del coronavirus de diversas maneras y sacan a relucir o no, sus dotes de líderes.
Donald Trump enfrenta un año electoral donde el espectacular crecimiento económico en su gestión se encuentra parcialmente empañado por el avance del coronavirus en EE.UU. y su esperable impacto en la economía. Sus primeros pronósticos y declaraciones no fueron acertados y rápidamente tuvo que realizar un viraje para pasar de la subestimación a ponerse a la cabeza de una serie de medidas que tratan de aliviar el costo económico en la población y de prevenir la expansión del virus.
Sin embargo se le critica la primaria inacción ante esta pandemia y la subestimación del tema cuando en contraposición otros Estados de su país actuaron con mayor celeridad y firmeza.
En el Reino Unido, su primer ministro Boris Johnson no tuvo mejor suerte, integrante primario del club de gobernantes negadores, hoy trata de hacer olvidar sus primeras medidas y sus disparatadas declaraciones sobre cómo combatir el virus.
España e Italia claramente no estuvieron a la altura de los hechos, por inacción o por desidia, hoy dan pelea contra la pandemia que también arrasó con la popularidad de sus gobernantes.
Llamativo fue el caso de Nicaragua, México y Brasil, otros integrantes del club de los negadores, que han optado por hacer todo lo contrario a lo que recomienda la OMS, desde promover abrazos y manifestaciones multitudinarias a quejarse por la cancelación de espectáculos deportivos.
En el ámbito local, el presidente Alberto Fernández desde el primer caso positivo decidió ponerse al frente de la resistencia al Covid-19, le habló a la población por cadena nacional, no dudó en calificar de enemigo al coronavirus, de sancionar públicamente a quienes no obedecen las instrucciones de aislamiento, sentó a su lado a dirigentes de la posición con rango institucional y activó el concepto #ArgentinaUnida para erigirse en el comandante de una población en guerra ante un enemigo invisible pero despiadado.
Juan Domingo Perón decía que el que quiere conducir con éxito tiene que exponerse, el que quiere éxitos mediocres que no se exponga nunca y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada, Alberto Fernández decidió exponerse a solo tres meses de haber asumido la presidencia, con los riesgos que eso significa pero con la clara intención de ser él quien conduzca.
* Lic. Ciencia Política (UBA). Docente. Consultor. Especialista en comunicación Política