La verdadera Pascua no comenzó con huevos ni conejos. Comenzó con un cordero sin defecto, con sangre en los dinteles de las casas y con el pueblo de Israel siendo liberado del juicio. Ese cordero era una señal, un símbolo de lo que se celebra hoy: la resurrección de Jesús, el Cordero pascual, cuya sangre dio la verdadera libertad al mundo.

Sin embargo, el simbolismo del huevo fue tomado por el catolicismo, despojándolo de todo el paganismo y volviéndolo una clave “cristiana”, dicho sea de paso, mucho mejor adaptado a fines comerciales que un cordero para la Semana Santa.

Sin embargo, el verdadero contexto de lo que se celebra lo podemos ver en el capítulo 12 del libro de Éxodo en la Biblia. En el versículo 12 se puede ver cómo Dios anunció que esa noche pasaría por Egipto y morirían todos los primogénitos humanos y animales con la décima plaga. Ese sacrificio daría una salida de salvación al pueblo judío, que fue esclavo por 400 años.

En los versículos 3 al 5 se puede ver la instrucción por parte de Dios a su pueblo de sacrificar un cordero sin defecto. “El animal será sin defecto, macho de un año”, lo que apunta simbólicamente unos 1500 años después a Jesús, el “Cordero sin mancha” que parafraseó Juan el Bautista.

Luego, se debía aplicar la sangre en los postes de la casa, sangre que marcaría a los hogares protegidos. Cuando Dios viera la sangre pasaría de largo sin matar. De ahí viene la palabra Pascua: pasar por alto. “Tomarán la sangre y la pondrán en los dos postes y en dintel de las casas” (Éxodo 12.7).

Otro de los pasos era asar el cordero y comerlo con panes sin levadura y hierbas amargas. “Lo comerán asado al fuego, con panes sin levadura y con hierbas amargas), versículos 8 al 11. De allí, podemos ver que se cae otro invento del catolicismo: el hecho de no comer carne en estas fechas.

El pan sin levadura recordaba la urgencia con la que Israel salió de Egipto, sin tiempo para fermentar el pan (Éxodo 12.39). Las hierbas amargas la dureza y el sufrimiento de la esclavitud vivida en Egipto (Éxodo 1.14). En tanto, el cordero asado al fuego, que debía comerse entero y no cocido en agua, indicaba la manera precisa del sacrificio ordenado por Dios. (Éxodo 12.8-9).

Otra indicación Divina fue “Estar listos para salir”: se trataba de una comida de preparación: Dios estaba a punto de liberar al pueblo. “ceñidos vuestros lomos, con calzado en vuestros pies…” versículo 11.

La promesa: protección por la sangre. “Veré la sangre y pasaré de vosotros”, versículo 13. La muerte no llegaría a las puertas que estuvieran marcadas con sangre. Este es un símbolo de cómo la sangre de Cristo nos libra del juicio hoy.

Un mandato perpetuo

En esa misma palabra de La Pascua, se puede observar un mandato de recordar esta celebración cada año. “Este día os será en memoria…por estatuto perpetuo lo celebraréis”, versículo 14. Dios estableció la Pascua como una fiesta perpetua para recordar la liberación de Egipto. Dicha libertad -mediada por el sacrificio de un cordero sin defecto- prefiguraba la obra redentora de Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1.29).

Por tanto, la Pascua encuentra su cumplimiento pleno en la cruz, donde se efectúa la verdadera liberación, no solo de la esclavitud física, sino de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Jesús murió durante la pascua judía (Mateo 26.2); Juan el Bautista lo llamó “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29); y el Apóstol Pablo dijo “Cristo, nuestra pascua, ya fue crucificado por nosotros” (1 Corintios 5.7).

De esa forma, el Antiguo Testamento muestra el contexto, y Jesús el cumplimiento. El cordero de Éxodo 12 los salvó del juicio físico, mientras que el Cordero de Dios nos salva del juicio eterno…nada que tenga que ver con conejos y huevos de chocolate.