El FMI aprobó hace instantes la segunda revisión del programa con la Argentina. Kristalina Georgieva, la directora del organismo, se lo comunicó al ministro de Economía Sergio Massa, aquí, en las oficinas que el Fondo tiene en la calle 19, en pleno corazón de Washington. Ahora será el propio staff del FMI el que deberá elevarlo, burocracia mediante, al directorio del organismo para su aprobación final. Recién allí se activaría el desembolso de unos u$s 4000 millones para las reservas del BCRA. No obstante, prácticamente la mitad volvería como repago al organismo de inmediato.
Al margen del comunicado, que debe analizarse palabra por palabra -y donde todo el equipo económico buscó terciar-, la aceptación de las metas de la segunda revisión también deriva, necesariamente, en un derrotero y guía de lo pautado con el FMI para el tercer trimestre del año y su futura revisión. En síntesis, no sólo se aprueba el segundo trimestre, sino que se negocian las metas parciales que deben cumplirse en el tercero. El denominado “forward looking” es el que trae más tensión en el equipo argentino. La raíz de este malestar es la “contabilidad creativa” que le reconocen a Martín Guzmán justo antes de salir del gobierno y la rigurosidad que mostró el FMI en estas últimas horas. De aquí decanta que no habría margen para cualquier intento de modificación de alguna de las condiciones prestablecidas, algo que el propio gobierno argentino sostuvo que no solicitó.
Del encuentro con Georgieva también fueron parte el viceministro Gabriel Rubinstein y el jefe de asesores Leonardo Madcur. A ellos se unieron el presidente del Banco Central, Miguel Pesce; y la ahora titular del Banco Nación y ex ministra Silvina Batakis, ambos arribados en las últimas horas a Washington.
Un punto importante es que tanto Gobierno como FMI sostuvieron que las “metas anuales”, que son las que figuran en el programa cerrado en 2022, no se tocarán. En rigor, fue el propio ministro Massa el que le dijo a Ámbito: “El programa con el FMI tiene objetivos y tenemos que trabajar para cumplirlos porque es parte de los compromisos que la Argentina asumió como país”.
Si se lo piensa, se trata del momento más relevante para la gira que el tigrense emprendió hace casi una semana y que lo vio hiperactivo con numerosas reuniones en el corazón político de los Estados Unidos, entre ellas, la que mantuvo esta mañana en el Departamento del Tesoro, a unos metros de la Casa Blanca, con David Lipton, asesor especial en temas internacionales de la secretaria Janet Yellen. En se encuentro también estuvieron Michael Kaplan, Secretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, y Andy Baukol, Subsecretario de Asuntos Internacionales.
Como se dijo, la idea de Massa fue no poner en juego esos avales implícitos de naturaleza política pacientemente cultivados mientras no fuese necesario: quiso consolidar una mirada de consenso con el staff del FMI, una ruta que le permita mirar hacia adelante, sin hacer intervenir al ala política de Washington.
Los pensamientos del ministro ahora se dirigirán al pronto envío al Congreso del plan de Presupuesto 2023. Será el 14 de septiembre. Al margen de las proyecciones de crecimiento e inflación, Massa repite que se cumplirá este año con la baja del déficit hasta un nivel de 2,5% del PBI, y que también se pondrá en el proyecto de ley lo comprometido con el FMI para 2023, esto es, un déficit de 1,9%. Si se lo piensa, Massa regresa a Buenos Aires con el aval del FMI y el respaldo político de la Casa Blanca, pero condicionado a vencer en la contienda parlamentaria. Lo que entusiasma a Washington es esto: que de todos los elementos que el ministro Massa tiene a mano para cumplir con las metas, el más inmediato y posible es el ejercicio del fiscalismo. Dicho en criollo, si no puede modificar drásticamente lo que suceda con las reservas en el corto plazo, sí puede hacerlo en lo relacionado con el gasto público y el compromiso presupuestario.
La idea de Massa es que más allá de las negociaciones con el FMI, el objetivo es y debe ser a futuro y en todo momento, acumular reservas en el BCRA porque, sostienen en su entorno, el funcionario cree que eso, al margen de otras cosas, también es garantía de gobernabilidad.
Como se mencionó, en el plano de las exigencias del FMI, para el Gobierno existen dos factores que deben incorporarse a la ecuación: por un lado, que el acuerdo se firmó un tiempo antes que comenzasen a decantar las consecuencias económicas que la guerra entre Rusia y Ucrania, lo que podría habilitar en el futuro cercano nuevas conversaciones, pero no desde el Gobierno sino desde el propio organismo y hasta en el marco de las Naciones Unidas.
Fuente: Ámbito