En materia de inflación, nadie nos gana, hasta Venezuela venció a la Argentina. Se ha probado de todo, tipo de cambio fijo, flotante, control de cantidad de dinero, control de precios, déficit cero, ley de abastecimiento, etc. etc., ninguno dio resultado.
La única salida para controlar y bajar la inflación es con un programa donde las variables macroeconómicas puedan converger dentro de un plan de estabilidad y de crecimiento inmediato.
Claro, este cinismo internacional y las intenciones no hace que tengamos número históricos en materia de inflación a índices devastadores, pero nadie nos indica como la superamos y la bajamos.
La inflación es un gran fenómeno monetario, entendamos que en Argentina, las transacciones monetarias se hacen en pesos, pero los argentinos pensamos y ahorramos en Dólares.
Esto sucede por la desconfianza de quienes nos gobiernan, no solo por la falta de un plan en política económica, sino en las acciones apuntadas a la restricción de los mercados que no permiten la competitividad y el libre comercio.
La realidad de Argentina es que estamos en una economía laboral en transición que aún tiene infinidad de distorsiones en materia de precios, presión impositiva, política cambiaria, exportaciones y leyes vetustas, además de la falta de seguridad jurídica para invertir y crecer. En consecuencia, este enfoque hace que la confianza sea cero y la moneda se aprecie cada vez más.
Muchos de nuestros shocks inflacionarios estuvieron relacionados a los saltos del tipo de cambio, como dije anteriormente, el argentino, piensa y ahorra en dólares.
En este sentido, si no pensamos en proveer de un mecanismo que permita manejar este suceso, la piña es terminante.
Un arma fundamental es la acumulación de reservas internacionales, para lograr estabilizar el dólar y hacerle frente a la deuda externa.
Al no contar con eso, sucede lo que vivimos en la actualidad, fenómenos inflacionarios siempre difíciles de predecir.
Lamentablemente, no se esta pensando en generar divisa extranjera, sino en aislarnos cada vez más del mundo globalizado.
Debemos pensar en una ley operativa de estabilidad macroeconómica que institucionalice un objetivo anual de todo gobierno mediante políticas públicas a largo plazo, fijar un plan de acción estableciendo una tasa de inflación común.
Contar con rendición de cuentas de cada ministerio de manera bimestral acerca del cumplimiento de los objetivos propuestos en el plan de acción y un mecanismo legislativo de rendición de cuentas que permita llevar la credibilidad de las metas y su permanencia en el tiempo.
Solo un programa que brinde confianza en los mercados, en la población y que brinde predictibilidad, controlabilidad y uniformidad en sus metas y de las principales variables económicas, lograremos salir de la inflación crónica que padecemos.
(*) – Juan Pablo Chiesa es abogado laboralista y especialista en Empleo y Políticas Públicas.
Fuente: Noticias Argentinas