El origen del Día del Padre se remonta a comienzos del siglo XX, cuando Sonora Smart Dodd, hija de un veterano de la guerra civil estadounidense, quiso homenajear a su padre por haber criado él solo a sus seis hijos con total amor y dedicación, luego de que su esposa falleciera en el transcurso del sexto parto.
En 1909, tras escuchar un sermón del Día de la Madre (que por entonces ya se celebraba), Sonora propuso instalar esta festividad el día del cumpleaños de su padre, 5 de junio. La fecha no prosperó, pero sí la intención de celebrar a todos los padres: en 1924 el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea de hacer este día nacional, y en 1966 el presidente Lyndon Johnson finalmente declaró el tercer domingo de junio como el Día del Padre en los Estados Unidos.
En Argentina, el primer festejo del Día del Padre se realizó un 24 de agosto de 1958. Ése día, pero en 1816, nacía Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, única hija del General Don José de San Martín, y por tal motivo el homenaje se extendió a todos los padres. Sin embargo, en la década del ’60 (y por razones principalmente vinculadas al marketing) el festejo en nuestro país se alineó con la fecha estadounidense, que también se replica en la mayor parte de Latinoamérica y en varios países europeos.
En España, el Día del Padre se celebra el 19 de marzo, por la Festividad de San José, padre de Jesús de Nazaret. Mientras tanto en Rusia, se estableció el 23 de febrero, Día de los defensores de la Patria. En Rumania en cambio, es el segundo domingo de mayo y en Australia y Nueva Zelanda, el primer domingo de septiembre.
Más allá de las particularidades en cuanto a la fecha, el objetivo de esta celebración trasciende todo tipo de fronteras: se trata de homenajear el amor, la dedicación y compañía de los padres (sean papás de sangre o del corazón), agasajarlos con obsequios y planear distintas actividades para hacer de este domingo un día especial para ellos. En Argentina es un clásico que los hijos preparen el desayuno para llevárselo a la cama a papá quien (a veces haciéndose el dormido) aguarda la sorpresa.