La noticia movilizó a toda la ciudad y esa misma noche se organizó una marcha multitudinaria por las calles del centro para reclamar justicia.
Alfredo Marcenac, el joven estudiante necochense, fue asesinado a balazos en el año 2006, en la avenida Cabildo, por el denominado “tirador serial de Belgrano”.
“Hay muchas deudas pendientes”, sostienen Adrián Marcenac y Mónica Bouyssede, los padres de la víctima.
El 6 de julio del año 2006, alrededor de las 16.45, Ríos caminaba por la vereda par de la avenida Cabildo al 1700 y con una pistola Bersa Thunder 380 efectuó 13 balazos hacia los ocasionales transeúntes.
Alfredo Marcenac (18) murió alcanzado por tres de esas balas que impactaron en su cráneo, tórax y abdomen, mientras que otras seis personas fueron heridas.
Ríos huyó caminando y recién fue detenido ocho días más tarde por la policía bonaerense pero de casualidad, cuando se puso a orinar junto al auto de su madre en la localidad de Munro y, al ser requisado, le encontraron la pistola 380.
Las pericias balísticas confirmaron que con esa arma no sólo había sido el autor del crimen de Marcenac, sino también de otros tres ataques a balazos: a un colectivo con dos heridos, a una confitería con una adolescente baleada y a un tren en movimiento.
Todos los hechos ocurrieron en el barrio de Belgrano, donde Ríos tenía domicilio en un edificio de Crámer 2171.
La jueza de instrucción María Fontbona de Pombo llegó a procesar a Ríos con la figura del “homicidio agravado por placer”, pero el “tirador serial” fue sometido a varias juntas médicas y pericias psiquiátricas y psicológicas que en su mayoría concluyeron que era un enfermo esquizofrénico.
Allí se pudo establecer que había empezado a drogarse a los 13 años, que tuvo internaciones psiquiátricas que su familia no continuó, que no había terminado la secundaria, que se orinó en la cama hasta los 18 años, que criaba reptiles, que tenía conductas bizarras como gruñir o defecar en botellas de plástico y que su padre lo introdujo en la práctica de tiro.
Hubo dos juicios orales, uno en 2009 y otro en 2014, y en ambos se llegó a la misma conclusión: Ríos es un psicótico que no comprendió la criminalidad de sus actos ni dirigió sus acciones y, por lo tanto, fue declarado inimputable, absuelto y recluido en un psiquiátrico por ser peligroso para sí y para terceros.
En la actualidad, Ríos tiene 43 años y permanece alojado en el sector del Programa Interministerial de Salud Mental Argentina (Prisma) que funciona en el penal de Ezeiza.
Uno de los peritos declaró que Ríos “no distingue entre estar jugando con una PlayStation tirándole a los pajaritos y estar en la calle matando gente”.