El hallazgo de unos nuevos restos óseos vuelven a movilizar este sábado a Villa Gesell y a la causa que investiga la muerte de Marcelo Medina, el chico de 19 años que estaba desaparecido desde el 8 de mayo.
A pocas horas de confirmarse que los restos hallados el 29 de mayo en una playa de Mar de Ajó pertenecen al joven, en las últimas horas se divisó en una playa del sur de Gesell lo que parecería ser una mandíbula.
El hallazgo se dio en una playa que está entre Villa Gesell y Mar de las Pampas, en proximidades a un destacamento que tiene la Prefectura Naval Argentina (PNA).
Las fuentes policiales consultadas confirmaron que los restos óseos encontrados consisten en “un maxilar inferior aparentemente humano”, por lo que los efectivos presentes ya dispusieron su secuestro para hacer los peritajes correspondientes y esclarecer su origen.
A pesar de que hay una distancia considerable con relación al primer hallazgo, una de las hipótesis, que se refuerza por las últimas novedades que enlutaron a todos los vecinos de Villa Gesell, es que estos restos pertenezcan a Medina. Por lo pronto, el fiscal Walter Mercuri ya tomó intervención y se encargará de confirmar o no la posibilidad una vez que estén los resultados de los estudios.
Por estas horas, en Mar del Plata también se realiza la autopsia al brazo y el torso del chico que encontró a fines de mayo un pescador en Mar de Ajó, a la altura de Espora y avenida Costanera. Las conclusiones de los forenses serán claves para saber si el joven sufrió una muerte traumática o por ahogamiento.
Lo que el fiscal Mercuri pretende saber es si el cuerpo estaba “con vida o no” cuando fue ingresado al agua, una circunstancia que claramente condiciona el tenor de la causa que desde el viernes modificó su carátula inicial de “averiguación de paradero” por “averiguación de causales de muerte”.
Durante 89 días, Carina Paredes y Miguel Ángel Medina, los padres de Marcelo Medina, mantuvieron una búsqueda desesperada para dar con su hijo. De hecho, pocos días después de la extraña desaparición, llegaron a venir a Mar del Plata para ver si lo podían localizar por estas calles.
En la madrugada del 8 de mayo, según quedó asentado en el expediente de la búsqueda, Marcelo comenzó a rezar a los gritos y a decir incoherencias con su mirada clavada en el techo. Pedía explicaciones a Jesús y hasta creía que estaba hablando con él. Según el testimonio de su madre, el joven no recodaba ni siquiera su nombre, o por lo menos, no quería decirlo. “No se cómo me llamo, no tengo nombre. Mi nombre es el que quiera Jesús que sea. Yo me voy a llamar como él diga”, repetía una y otra vez.
Los padres de Marcelo, aterrados porque nunca habían vivido una situación así, decidieron llamar al 911. Cuando dos efectivos llegaron, se encontraron con una escena, cuanto menos, extraña. Marcelo seguía gritando e intentaba tomarle las manos a los policías. Los agentes le pidieron que se calme pero no lograban tranquilizarlo. Hasta que, cansados y sin muchas herramientas para lidiar con una persona en ese estado, les dijeron a los padres que al ser mayor de edad y estar en su casa, no podían hacer nada. Al poco tiempo, se fueron.
Algunos minutos más tarde, la familia Medina escuchó un silencio que, pensaban, era tranquilizador. Se equivocaban. Marcelo se había escapado por la ventana de su habitación. No se había llevado consigo ninguna pertenencia, simplemente se fue.
Fuente: 0223