El mensaje de Belén Casetta, varada en Brasil: “Con tal de no contagiar, me quedo”
“De los 15 argentinos que volamos solo tres pudimos salir, los que no cumplían con los requisitos se quedaban allá, sin saber hasta cuándo. La gente a los gritos, llorando, no sabés lo que fue, un caos total“. Así relata Belén Casetta su vertiginosa salida de África, con barbijo, lentes y guantes, a través de la cámara de su celular. La atleta de pista con mayor proyección internacional del país, dueña del récord sudamericano de 3000 metros con obstáculos, gran candidata a darle batalla a las mejores del planeta en Tokio 2020, llevaba un mes de preparación en la cuna de los campeones olímpicos, en Iten, Kenia, cuando el coronavirus se abrió al mundo y cerró las fronteras. Belén intentó correr más rápido que la pandemia, pero esta vez no pudo llegar primera y ahora está, sin saber hasta cuando, varada a mitad de camino.
Hace poco más de un mes, el mundo era otro. El 23 de febrero Casetta (25 años) despegaba de Ezeiza rumbo a Kenia, con la valija llena de zapatillas y sueños olímpicos. “Cuando me fui, al coronavirus lo tomábamos como una joda, en Kenia también era un tema liviano“, reconoce la única argentina que se clasificó a una final mundial en pista. Su viaje de más de 10.000 kilómetros era la planificación ideal para uno de los años más importantes de su vida deportiva. Pensaba entrenarse un mes y medio por encima de 2000 metros sobre el nivel del mar, junto con los mejores del mundo, para luego participar en el Iberoamericano de Tenerife, algunas competencias más en Europa y volver a Kenia a seguir puliendo su cuerpo con destino a Tokio. Aunque el destino quiso otro viaje.
“La orden de volver me la dieron ellos“, explica Casetta en referencia a los tres entes que cubrieron su preparación, el Enard, la Secretaría de Deportes y la CADA. “Yo iba a volver en abril, pero me dijeron que si cerraban el aeropuerto podía tener que quedarme un par de meses en Kenia, y ahí el sistema de salud que tienen no es el mejor. Si me pasaba algo allá, estaba al horno“, grafica Belén. Así empezó la carrera contra el virus. Un vuelo desde Nairobi (Kenia) hasta Adís Abeba (Etiopía). “En ese avión nos hicieron sentar separados, pero las medidas de precaución venían bastante prolijas“. Ya en el aeropuerto de Etiopía, la situación se volvió más crítica.
“Si me tengo que quedar acá 15 o 20 días no tengo problemas, con tal de no contagiar a nadie”
Belén Casetta
Ella fue una de los únicos tres argentinos que pudieron salir de Etiopía en ese vuelo al cumplir el intenso interrogatorio de las autoridades, otros doce quedaron varados. “De Adís Abeba a San Pablo ya iba lleno, con un montón de argentinos con ganas de regresar. Aunque mucha gente sin barbijo ni guantes, fue un caos“, cuenta la atleta que representó a la Argentina en Río 2016. Atrás dejaba un continente que aún es el menos golpeado por la pandemia. Al momento de despegar, Kenia presentaba tres infectados y cinco pacientes en observación y su gobierno parecía anticiparse al resto del mundo: “Tomaremos la acción más severa contra cualquier persona que viole las pautas dadas por el Ministerio de Salud y ponga en peligros a otro kenianos“, advertía hace tres días Uhuru Kenyatta, el presidente de Kenia. Y estaba cumpliendo. Pero para Belén, ya sobre el Atlántico, aún faltaba lo peor.
Su vuelo en Ethiopian Airlines era desviado a diez mil metros de altura. No llegaría nunca a Argentina y aterrizaría en Brasil. “El aeropuerto de San Pablo estaba lleno de gente sin el más mínimo cuidado“, describe Belén. “En el camino al hotel se veía de todo, como si no pasara nada. Mucha circulación, todos los negocios abiertos y temo que en América del Sur pase como en Europa“, agrega. Y allí está Belén, en San Pablo ahora.
La grandeza de pensar en los otros
Mientras los entes que se hacen cargo de la preparación olímpica de Casetta buscan alguna forma de hacer regresar a su atleta, ella entiende la situación: “En los lugares que aparezcan, la prioridad la tienen los mayores, lo cual está muy bien, son los más expuestos. Si me tengo que quedar acá 15 o 20 días no tengo problemas, con tal de no contagiar a nadie“.
También para evitar el contagio, el coronavirus logró lo que en más de un siglo de existencia solo habían conseguido dos guerras mundiales: en este caso no es la suspensión, sino la postergación de los Juegos Olímpicos . “África está en el comienzo de la propagación del virus, y la OMS dijo hace un par de horas que el continente tiene que prepararse para lo peor“, declaró el presidente de COI, Thomas Bach, en la misma conferencia que anunciaba el
“Me parece perfecto -añade Belén-, yo no sé si el año que viene voy a tener el Mundial [de atletismo, se celebra en años impares y esta medida altera el calendario], pero estoy conforme con la decisión“, analiza y ve el vaso medio lleno “Incluso, te diría que me favorece: tendré más tiempo para entrenarme. Aunque ahora es el momento de pensar en la salud“.
Dos mil kilómetros la separan de su hogar en Mar del Plata y lleva un mes lejos de casa. “Siempre, lo que más se extraña es la familia“, detalla Belén. “Pero ahora, también, mi cama, mi almohada, mi patio, mis perros y mi gatito“, agrega. Mientras, no pierde el tiempo en San Pablo: ya tiene el material online para estudiar (está en segundo año de derecho) y “entrenaré en el hotel. He visto un montón de gente entrenando dentro de sus casas, ahora lo voy a estar viviendo yo“.
Así también lo entiende Leonardo Malgor, su guía: “Mi recomendación para Belén es que haga todo el ejercicio posible, no es bueno para ella ni para nadie quedarse quieto estando encerrado. Ni siquiera para los que están cumpliendo una condena“. Malgor, entrenador de múltiples atletas olímpicos, habla con conocimiento de causa: durante cuatro años dirigió un grupo de running dentro del presidio de Batán.
Desde que los deportistas argentinos empezaron a entrenarse como podían por la cuarentena, Belén colaboró a través de su Instagram con ejercicios y motivación. “Seguiré ayudando a la gente con ideas de cómo llevar adelante el encierro con actividad“, asegura desde San Pablo, mientras espera que el mundo, vuelva a girar.
Por: Ezequiel Brahim