Las revelaciones del médico y su reacción al poder volver a patear una pelota
El neurocirujano Leopoldo Luque es quien acompaña al astro en la rutina “Maradona fitness”, mediante la cual ya bajó 11 kilos, lleva más de 20 días sin alcohol y mejoró su movilidad, al punto que logró retomar su relación con la redonda. “Él es el artífice de su recuperación”, subraya. La historia detrás del click que propició un nuevo resurgir del ex capitán de la Selección
Maradona junto a Leopoldo Luque, su médico personal, que lo trata desde hace cuatro años
Lo subraya una, dos, tres veces a lo largo de la entrevista. “Es Diego el artífice de su recuperación, de que hoy se sienta bien. Ni yo, ni ninguno de los que estamos cerca. Sólo somos un apoyo. El responsable es él”.
Leopoldo Luque, nombre y apellido célebres, de delantero goleador de la selección argentina en el Mundial de 1978, ganó espacio en los medios en los últimos días, asociado a la figura de Maradona.
Un Maradona rejuvenecido, con 11 kilos menos y más de 20 días sin alcohol, en su enésima resurrección a lo largo de sus 59 años. “No me hace especial trabajar con Maradona; el especial es Maradona. Se lo dije a él: ‘No quiero guita ni fama, mi carrera en la medicina la hice por otro lado. Sólo quiero ayudarte’”.
Neurocirujano, de 38 años, en pareja con Romina (colega suya; gracias al contacto con Diego logró que se transformara en el padrino del área en el hospital Garrahan), papá de Tomás y Luna, este Leopoldo Luque sólo juega al fútbol de manera amateur. “Soy mediocampista, raspo cuando hay que raspar. Y a la hora de mover la pelota, lo hago bien”, asegura.
Luque y su equipo le propusieron al director técnico de Gimnasia La Plata la rutina “Maradona fitness”, que lo empujó a recuperar agilidad y movilidad, además de perder peso, para no exigir tanto la rodilla derecha operada en 2019 (le colocaron una prótesis). También lo sacó del pozo en el que había quedado sumergido por la cuarentena y los problemas personales, que paso a paso reciben tratamiento mediático. Y junto a él Pelusa volvió a jugar al fútbol-tenis y a patear una pelota, proezas sencillas en su época dorada, pero que por sus problemas físicos llevaba tiempo sin disfrutar. Para ello, el profesional se sube a su moto (de tanto en tanto, cuando hace mucho frío, la cambia por un auto) y maneja una hora desde Adrogué, donde reside, hasta Bella Vista, entre tres y cinco veces por semana.
-¿Cuándo tomaste contacto por primera vez con Maradona?
-Con mi socio, Ariel Sainz, tenemos un centro médico, Columna Baires. Y hace cuatro años nos llamó un cirujano general contándonos que Maradona buscaba un neurólogo. ‘Pensé en ustedes dos’, nos dijo. No lo podíamos creer. ‘¿Qué Diego? ¿Diego Maradona?‘, preguntábamos. Hasta el día que tuvimos que ir a verlo no contamos nada, por las dudas. La noche anterior no dormimos, antes de llegar tuvimos que tomar un miorrelajante, porque estábamos muy nerviosos. Imaginate que yo nací en Lanús, cerca de Fiorito. Vengo de una familia muy humilde, y si me decís qué momento fue lindo de la infancia, te digo ver a Maradona. En el 86 no lo disfruté porque nací en el 81, pero el 90… Mi mamá y mi papá me decían: ‘Quedate tranquilo, Argentina va a ganar porque está Maradona’.
-¿Podés describir esa primera impresión?
-Lo fuimos a ver, creo que hasta llegar teníamos dudas sobre si era una mentira, hasta que lo vimos a él… No sabía ni qué preguntarle. La consulta era por el tema del sueño, le costaba descansar. Hablamos un ratito de eso y muchísimo de fútbol. Él en esa época estaba en Dubai, justo había venido a la Argentina. Hicimos una interconsulta con los mejores en el área y le sugerimos reducir una medicación. En ese momento, porque viajaba mucho, no hubo un seguimiento del caso. Nos fuimos contentos de conocerlo, pero tristes porque fue una consulta y ya, no nos sacamos una foto, nada. Al mismo tiempo, la idea era cambiar el paradigma de acercarse a Maradona para sacarte una foto y así poder decir que trabajás con Maradona. No necesitamos eso.
-¿Luego se reencontraron?
-Cuando volvió al país, nos volvieron a llamar, pidió por ‘los flacos’, así nos llamaba entonces. Nuestro trabajo era más que nada de contención, de escucharlo, hablar de su salud, de sus necesidades; también de deportes. Estábamos una hora charlando por ahí. Tengo una admiración grande por él y no lo juzgo en nada. La vida de él es mediática, todo el mundo sabe lo que le pasa, la gente toma partido, hace juicios de valor… Y yo me pregunto: ¿cuántos de los que lo juzgan pueden exponer su vida como él? Lo que se busca siempre es mejorar la calidad de vida del paciente. Todos te dan consejos, las ideas que surgen se intentaron millones de veces. Diego algunas cosas no las va a cambiar porque no va a dejar de ser Maradona. Buscamos aceptar sus características y mejorar su calidad de vida. Nos ponemos objetivos racionales.
-¿Cómo lo acompañaste hasta esta transformación que se ve hoy?
-Como dije antes, él viajaba mucho, era difícil mantener un seguimiento clínico. Recién ahora que asumió en Gimnasia pudimos hacerlo con más continuidad. Me sentí más a cargo a partir de las últimas semanas; cuando la situación no era buena. La cuarentena pega fuerte, más aún para los que tienen una rutina. Y él no estaba bien. Hablé con mi mujer, hablé con él, y aprovechando que operamos menos por la pandemia, nos pusimos a trabajar en serio. No soy yo, no es el equipo; es Diego el que quiere estar bien y el que está a cargo de su recuperación. Lo nuestro es un apoyo. Si hay buen vínculo, Diego se siente contenido.
-Trascendió que tuvieron una charla cruda en la que Diego hizo un click. Se te adjudica que le dijiste ‘yo te quiero ayudar, ¿te dejás ayudar?’
-Este es un momento difícil para él. No lo vi bien por la cuarentena, los problemas personales, el no poder trabajar. Nos pasa a todos, el impacto emocional de la cuarentena acentúa hábitos que no son tan saludables. Busqué el modo de provocarlo, quería que se enojara, que reaccionara ante un desafío. Le dije: “Diego esto no es así, esto depende de vos, te quiero ayudar, ¿me dejás ayudarte?”. “¿Tenés auto? Bueno, andate”, me respondió. Me estaba por ir, pero retrocedí y le dije: “Vos me vas a echar cuando sea el momento. Vos nos enseñaste que cuando la situación está mal es cuando hay que aparecer”. Y le pregunté: “¿Querés estar mejor”. “Sí”, me contestó. “¿Por quién jurás que vas a estar bien?”, insistí. “Lo juró por mi mamá”, me dijo. Y empezó a estar bien.
Luque va pausando el relato, su voz se entrecorta, se quiebra. “Me emociona”, subraya. “Ahora está mucho mejor; es lo que se ve en las fotos, en los videos. Estoy yendo menos y me pone contento. Se armó un grupo de gente que se empezó a conectar más para ayudarlo; en conjunto, no de forma aislada. Nicolás Taffarel, el kinesiólogo, las hermanas que están cerca… Ya me reta cuando me pongo pesado. Si le digo ‘vamos a caminar al parque’ cuando está descansando o después de que ya hizo sus ejercicios, por ahí me contesta: ‘Dale, tordo, vos no sos preparador físico’, ja. Todo es parte de una negociación para que él esté bien”, completa.
El vínculo que logró forjar con Diego le permitió, por ejemplo, escuchar de boca del astro sus grandes gestas; máxime en cuarentena, cuando Maradona repasó sus actuaciones en los Mundiales de 1986 y 1990. “Sus analogías, las metáforas, las comparaciones; son todas futboleras. Te cuenta los goles a Inglaterra, la asistencia a Caniggia contra Brasil. Tiene mística. Diego es un símbolo, es un símbolo de que se puede siempre, cuando todo parece estar mal. Yo sigo viendo eso en él”, cuenta.
La nueva rutina física de Maradona incluye cinta, 20 minutos en su bicicleta “espacial” y caminatas en el parque
-¿Te sorprendió lo rápido que bajó de peso o recuperó movilidad?
-No esperaba resultados tan rápidos. Él dice que va por más. Yo lo veo una hora por día, tres a cinco veces por semana. Y lo veo bien. Puede tener una noche en la que no descanse bien, pero mejoró muy rápido. Tiene la fuerza de voluntad que todos conocen. La clave es la constancia.
-¿Cómo fue el momento en el que volvió a tomar contacto con la pelota?
-Primero comenzó a caminar más; enseguida a trotar, a los dos o tres días. Y le empecé a decir: “¿Te acordás de ésta, de la redonda, de tu amiga?. Hacía jueguitos adelante suyo, le cantaba la canción “Live is life”, la del famoso precalentamiento. Y se enganchó con eso. Me puse a jugar al fútbol tenis y se puso él también. Al principio le costó un poco más porque no lo venía haciendo. Pero cuando ya estuvo bien, estábamos en el parque y me tiró la pelota. “Anda allá, dale”, señaló, y me la empezó a pasar, como se ve en el video que se hizo viral. Y volvió a ser Maradona otra vez. “Tenés los pies redondos, sos horrible. Es una falta de respeto; no a mí, a la pelota, pedile perdón”, me decía en broma. “Como jugador sos un buen cirujano”, fue otra frase que me tiró. Yo le respondí: “Te quiero ver en el quirófano a vos”.
-¿Creés que algún día podrá volver a participar de un picado, siempre con las precauciones del caso, evitando roces e impactos?
-Le dije: “Tenés que volver a jugar. Un picadito tenés que jugar. Y me respondió: “Dejate de hinchar las pelotas”. Es un sueño, y yo no califico para participar de ese sueño, ¿eh? Hoy la prioridad es él. Me encantaría verlo jugar con quien él quiera. Verlo a él siendo feliz, y él siendo feliz con la pelota. Porque la pelota con él también es feliz.