Un lugar clásico del balneario que, el tiempo, la inseguridad y la falta de inversiones no perdonaron.

Construida a mediados de la década del 40 por Mario Coste, quien había comprado varios lotes en esas tierras quequenenses que pertenecían a la familia Gil dando origen así al balneario Costa Bonita.

El restaurante de la hostería en sus años de gloria – Foto de Miriam Arguello

Según relata en su portal el periodista Juan José Flores, se trataba de un lugar virgen cuyo nombre intentaba ser un reflejo de las bellezas de la costa.

Corte colocó un cartel sobre la ruta 88, a la altura del camino de acceso, que decía: “La fabulosa Costa Bonita” y luego fue loteando el lugar para construir enseguida la hostería que llamó “Canción del mar”.

Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra

Las que siguen de cerca la historia cuentan que, allá por lo años 80, la hostería se convirtió en un lugar de encuentro para la comunidad gay y más tarde, llevó el nombre de la Hostería Julio que la vendió a dos socios necochenses que la remodelaron y activaron el negocio atrayendo a turistas de todo el mundo.

Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra

En la última etapa, contaba con hidromasajes, una piscina con agua salda y muebles de categoría.

Fue cambiando de dueños y en 2016 dejó de funcionar.

Uno de sus últimos dueños, hasta donde pudimos saber, fue Samuel Freiler, el padre del ex juez de la Cámara Federal porteña Eduardo Freiler, destituido por enriquecimiento.

Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra

Según una de las argumentaciones que Freiler (H) usó para explicar su caudaloso patrimonio, fue el buen pasar económico de su padre después de trabajar décadas en el puerto de Quequén como práctico marino.

Ya jubilado, Samuel ingresó en distintos negocios en Necochea, entre ellos la hostería de Costa Bonita que más tarde habría donado al ex camarista junto con una indemnización jubilatoria.

Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra

Un vecino de Costa Bonita, le contó a TsnNecochea que actualmente la propiedad está en venta y piden alrededor de 150 mil dólares aunque, para hacerla funcionar nuevamente, habría que invertir otro tanto en materiales y mano de obra.

Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra
Fotos de Maximiliano Javier Ferreyra
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