A modo de homenaje, tal vez como una forma de compartir el duelo ante un dolor inexplicable, en grupo de más de quince motociclistas, se sigue encontrando cada día en la rotonda de Jesuita Cardiel y Puente Rocha, donde en la madrugada del pasado lunes, Eirck Somoza y Lautaro Desinder, perdieron la vida mientras participan de una picada clandestina.
Vecinos del lugar comentaron a Tsn Necochea que, desde aquel fatídico lunes, no pasa un día sin que se encuentren. Llegan pasado el mediodía y se van rotando, hasta pasadas las doce de la noche. Por momentos hacen cortes y aceleran los rodados estacionados y, cuando se acerca la hora en la que ocurrió el fatal accidente, este ritual se intensifica a modo de despedida o como un llanto ahogado de motores roncos en medio del sinsentido de lo que pudo haberse evitado.
No corren, no hacen picadas, permanecen ahí, quietos en el borde de la ruta, ante la mirada curiosa de los automovilistas y vecinos.
De todos modos, y aunque resulta una descarga entendible ante la bronca contenida por dos muertes prematuras, la cercanía a la ruta por donde pasan autos a toda velocidad y los ruidos ensordecedores por momentos, provocan malestar en los vecinos que, si bien por el momento no tienen que soportar más picadas, se han convertido en rehenes de un duelo que tal vez no les pertenece.
Erikc Somoza y Lautaro Desinder, de 19 y 21 años, murieron de manera instantánea tras chocar las motos que conducían mientras corrían una picada clandestina, de la que participaban más de 30 motociclistas, en Avenida Jesuita Cardiel y Puente Dardo Rocha.
Las motos, una Gilera, modelo VC, sin dominio colocado, y una Honda, modelo tornado 150cc, impactaron de manera frontal.
Los dos eran fanáticos de este tipo de prácticas y en sus redes sociales pudo verse que era habitual la conducción imprudente, para si mismos y para terceros, de los rodados.
El accidente ocurrió poco después de la 1 de la mañana del lunes pasado y la triste noticia conmocionó a la comunidad.