Como haciendo un tour por las ruinas del abandono, la gente aprovecha las tardes quietas de vacaciones de invierno y recorre los huecos del ex balneario ACA, sobre los vidrios rotos, los caños que cuelgan del techo y las reposeras destruidas que quedaron de épocas mejores.
Del lado del mar, todos los ventanales fueron apedreados por el vandalismo que, como buitres, no tardan en llegar para llevarse lo poco que pueda servir y romper lo que haya en el camino.
Espejos estallados, una cocina con azulejos rotos y sin grifería, cajones de gaseosas y una botellita de Sprite prolijamente acomodada en la punta de una barra, como si un fantasma gustara brindar por las noches con los recuerdos.
Los baños destrozados, la mampostería colgando de los techos y, en el medio, algún grafiti de colores que imprime el arte callejero.
Atrás, como una sombra, el Casino, a la espera también de un destino que parece dilatarse mientras caen como jirones los fragmentos de dos edificios que fueron emblemas de la ciudad.
La idea del gobierno municipal sigue en pie, poder licitar el casino e incluir en los pliegos el ex balneario que hace algunas décadas era el elegido por las familias más acomodadas de la ciudad y los turistas.
Por ahora, los dos esperan mientras exhiben obscenamente los retazos de su historia y dejando en evidencia las postales del olvido.