El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva que se inicia este domingo cuenta con 37 ministerios, de los cuales 11 estarán comandados por mujeres, un número récord, pero en el gabinete, con representantes de nueve partidos, estará también la búsqueda por la correlación de fuerzas que el Poder Ejecutivo necesitará para lograr mayorías para sus proyectos en el Congreso. Con Lula regresó el presidencialismo de coalición que había sido dado por muerto con la Operación Lava Jato y el ascenso de Jair Bolsonaro en 2018, sobre todo porque la verdadera discusión estará en cómo responderán los partidos socios en el Poder Ejecutivo en los votos necesarios en el Congreso.
Es por ello que Lula incluyó novedades, como la creación del Ministerio de los Pueblos Originarios, con una dirigente indígena como ministra, Sonia Guajajara, pero también abrió la puerta a la derecha del partido Unión Brasil, que tiene un ala bolsonarista que obtuvo nada menos que las carteras de Comunicaciones, Turismo e Integración Nacional.
Dos “ministras estrellas” se destacan por el apoyo que dieron en el balotaje: la tercera colocada en las elecciones, con el 4,2% de los votos, Simone Tebet, del Movimiento de la Democracia Brasileña (MDB), se quedó con Planificación, encargado de discutir y distribuir el presupuesto y de las sociedades público privadas, mientras que Marina Silva, de Rede, regresa al Ministerio de Medio Ambiente tras haberse ido con un portazo en 2007.
Después de una gran puja de Lula con el llamado mercado financiero, que presionaba para colocar a un ortodoxo del sector en el Ministerio de Hacienda, el líder del Partido de los Trabajadores optó por mantener el control de las finanzas.
Allí estará su mano derecha y consejero Fernando Haddad, exministro de Educación, exintendente y exsecretario de Finanzas de San Pablo.
La victoria de Lula estuvo basada en la ciudad de San Pablo, en el estado de Minas Gerais, el Gran Río de Janeiro y la región del norte amazónico y noreste. Esta ecuación, más la política de alianzas, le llevó a Lula dos meses para nombrar ministros.
Dos de los campeones de votos para Lula del PT obtuvieron premios en el alto escalón: Haddad y los exgobernadores de Bahía, Rui Costa, que será el jefe de gabinete, y de Ceará, Camilo Santana, titular de Educación.
El PT obtuvo 10 de los 37 ministerios, mientras que consiguieron tres cada uno el MDB, Unión Brasil, el Partido Socialista Brasileño del vicepresidente Geraldo Alckmin y el Partido Social Demócrata (PSD) del dirigente Gilberto Kassab, mientras que otros 11 no tienen filiación partidaria. El Partido Democrático Laborista tiene uno, Previsión Social, la misma cantidad que el PSOL y Rede.
El acuerdo con Unión Brasil se logró a última hora el jueves pasado, con la negociación del senador Davi Alcolumbre, un exaliado de Bolsonaro: este pacto llevó a que Lula anunciara que será el ministro de Comunicaciones Juscelino Filho, diputado del estado de Maranhao que fue un impulsor del impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff y un defensor de la detención del futuro presidente en 2018.
Además de vicepresidente (un cargo que en Brasil no otorga la presidencia del Senado), Alckmin será ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, por su tránsito como exgobernador paulista con los principales capitanes del empresariado del estado de San Pablo, principal motor de la economía del país.
El canciller será el exembajador en Buenos Aires Mauro Vieira, diplomático de carrera que fue recomendado por el exministro Celso Amorim, quien será un asesor personal de Lula. Vieira ganó puntos porque siendo de la familia del Palacio de Itamaraty se levantó contra la detención de Lula cuando ello significaba una amenaza contra su carrera, al punto que recaló en la embajada de Croacia durante el bolsonarismo. Lula le otorgó al Partido Socialismo y Libertad el Ministerio de Pueblos Originarios y puso en Justicia y Seguridad a Flavio Dino, del PSB, exgobernador del estado nordestino de Maranhao y un exjuez, que es una de las banderas del garantismo contra la Operación Lava Jato y el exjuez Sérgio Moro. En Derechos Humanos, Lula ubicó al filósofo y abogado del movimiento negro Silvio Almeida, una de las figuras más respetadas de Brasil en el área tanto a nivel nacional como internacional.