El símbolo de la ciudad de Santa Fe es sin lugar a dudas el Puente Colgante, una construcción de gran ingeniería que esta semana cumplió 95 años. Pensado no sólo como una conexión vial sino también como transporte de agua, el viaducto tiene, por llamarlo de algún modo, un primo lejano con el que comparte varias semejanzas.
Se trata de un conexión vial de similares características ubicada a unos 900 kilómetros de la capital santafesina y es nuestro querido puente “Hipólito Yrigoyen”.
Para inicios de siglo XX, las pujantes poblaciones de las nombradas localidades bonaerenses necesitaban mejorar el vínculo. Para ese entonces, los vecinos de ambas márgenes del río cruzaban por balsa
Fue entonces que en 1905, el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la provincia de Buenos Aires decidió construir una vía de comunicación que conectara Necochea y Quequén.
Según recuerdan las crónicas de la época, las obras comenzaron en 1925 y cuatro años después, culminaron. El 21 de julio de 1929 fue inaugurado oficialmente por las autoridades de aquel momento. Meses antes, habilitaron el tránsito de vehículos.
Los registros oficiales indican que la estructura metálica fue fabricada por la compañía francesa “Chantiers et Ateliers de la Gironde”, en tierras galas. Precisamente, todo ese material partió del puerto de Cherburgo a bordo de barcos argentinos llamados “Pampa” y “Bahía Blanca”.
Entre los principales rasgos, este puente colgante tiene un largo total de 270 metros, con un vano central de 150 metros de luz y otros dos laterales de 60 metros.
Según se describe en sitios oficiales y de aficionados a la estructura, el viaducto está suspendido por 32 cables que lo sujetan desde 2 pórticos metálicos de 25,7 m de altura apoyados sobre 4 ejes.
Sobre los cables, cabe decir que cada uno de ellos está compuesto de 169 alambres de acero dispuestos en capas concéntricas, arrolladas alternativamente a la derecha e izquierda con ángulo de calaje. Los mismo se anclan en dos macizos de hormigón que al mismo tiempo sirven de estribos al puente y de apoyo a la viga de rigidez.
Esta distribución deja libre una calzada de seis metros y dos veredas de un metro cada una. Las vigas son de alturas constantes de 2.50 m, salvo en los pilares donde tienen 2.75 m.
En este sentido, vale aclarar que en sus inicios el puente poseía una calzada de seis metros y dos veredas de un metro cada una. Con el correr del tiempo, y una restauración esta disposición fue modificada. Se quitaron las veredas y se montaron pasarelas metálicas sobre sus costados exteriores.
Por último, cabe consignar que en agosto de 2017 en el gobierno de Mauricio Macri se declaró al puente Monumento Histórico Nacional a través del decreto 620/2017.
El “Ing. Candioti” y el “Yrigoyen” comparten algunas cuestiones que los hacen parecer “primos”. A continuación, un juego de diferencias y semejanzas entre ambas estructuras, tan representativas para las localidades donde se construyeron.
Origen: Francés (ambos)
Extensión: 295 mts el santafesino contra los 275 mts el bonaerense
Material: Acero (ambos)
Inauguración: 1928 (Santa Fe) y 1929 (Necochea)
Ancho: 10 metros el santafesino contra 8 el bonaerense.
Altura: 30 metros el santafesino, 25 el de Necochea.
Color actual: rojo – oxido.
Categoría: Monumento histórico nacional (ambos)
Otro punto de encuentro entre ambos puentes es que fueron reconstruidos. El que más trabajó llevó fue, sin dudas, el santafesino. El emblema de la capital provincial no resistió los embates de la inundación de 1983 y una parte cayó al agua. Luego de 20 años, fue refaccionado y habilitado para el uso sólo de tránsito liviano, bicicletas y peatones.
Por su parte, el “Yrigoyen” sí resistió una crecida en los ‘80 que perjudicó estructuras de otros puentes sobre el río Quequén Grande. Sin embargo, en el 2006 se inauguraron una serie de trabajos para preservar la fortaleza del viaducto.
El Litoral