Humberto Díaz tiene de 13 años y vive en Chañar Punco, en la localidad de Santa María, Catamarca. Hace dos años, tuvo que dejar los cerros donde creció y mudarse al pueblo para poder asistir a la secundaria. En su tierra natal, el viento es el que habla, y Humberto ha aprendido a disfrutar cada paso que da, encontrando belleza en la sencillez de la vida.
La nota del diario La Nación fue descubierta por Maite, la mujer del Tano Cafiel que de inmediato se puso a investigar y se contactó con flor de la fundación Minkai.
“A fines de setiembre Humberto va a tener luz en su casa junto a otros Humberto que aún no conozco” anunció El Tano que ya se puso en campaña para seguir llevando energía junto a su equipo de alumnos a las zonas más remotas de la Argentina.
“Con los ñatos, la educación pública y ustedes, al menos de a uno les mejoraremos la calidad de vida con lo que humildemente podemos, dar energía, luz, agua y conectividad” expresó Cafiel.
La historia de Humberto:
En los cerros, Humberto disfrutaba de la compañía de animales, como burros, caballos, vacas y cabras. La casa de piedra en la que vivían recibía luz gracias a un panel solar y el agua provenía del cerro. Aunque la vida era tranquila y el aire puro, Humberto anhelaba tener amigos y continuar sus estudios. La falta de alumnos llevó al cierre de la escuela primaria y secundaria en la zona, pero él deseaba seguir aprendiendo.
La mamá de Humberto, Alejandra Díaz, también vivió una infancia humilde en Aguas Calientes, donde solo había una escuela primaria y ella solo pudo cursar hasta 6to grado. Sin saber leer ni escribir, comprende la importancia de la educación para su hijo y apoya firmemente su sueño de ser el primero en la familia en obtener un título.
Humberto tiene cinco hermanos mayores, quienes abandonaron la secundaria por diversas razones y solo logran encontrar empleos precarios. Juana, una de sus hermanas, recuerda lo complicado que era vivir en los cerros y caminar largas distancias para ir a la escuela. Quedó embarazada a los 15 años y tuvo que abandonar sus estudios.
Aunque le hubiera gustado continuar, las dificultades económicas y la falta de trabajo sin educación dificultan su regreso a la escuela. Santiago., otro de sus hermanos que asegura que ahora solo consigue trabajos precarios.
La educación de Humberto se ha convertido en una prioridad para toda la familia, quienes sueñan con que sea el primero en obtener un título. Además del apoyo familiar, Minkai, una asociación civil, brinda acompañamiento a jóvenes de zonas rurales como Humberto para que puedan completar la secundaria y, si así lo desean, continuar sus estudios.
El objetivo de Minkai es ayudar a estos jóvenes a descubrir sus sueños y convertirlos en realidad. Humberto se acomoda junto a Juana y Santiago en la vieja casa de adobe que no tiene ni luz, ni agua, ni baño ni cocina. Solo sirve para dormir. El resto lo hacen en la casa de su mamá, por turnos. “Cuando se va el sol, me voy a dormir. Hace mucho frío en invierno pero me pongo muchas frazadas”, cuenta sobre lo difícil que es no tener una vivienda digna.
Cuando puede, Humberto emprende el peregrinaje de 5 horas a lomo de burro para ir a su tierra natal, llevando víveres. “La última vez que fui fue la semana pasada que fue fin de semana largo. Justo no tenía catecismo y aproveché. Cuando estoy allá ando a caballo y salimos a ver las cabras”, cuenta.
El sueño de ser profesor
Hoy cursa en la Escuela Nro 90 de Famatanca. Después de ubicarse con una mesa afuera a hacer la tarea, sale rumbo a encontrarse con sus 20 compañeros. “Mi materia preferida es Matemáticas y la menos preferida es Lengua. En Matemática estamos aprendiendo las fracciones. Es difícil pero me gusta. Cuando sea grande quiero ser profesor de Matemáticas porque me gustan y se las quiero enseñar a otros”, dice ilusionado. “Mis hermanos no pudieron ir a la secundaria. Yo soy el primero. Mi deseo es poder tener una pieza para poder hacer la tarea porque sino me distraigo. Necesito un lugar en donde haya menos ruido y gente. Y también tener Wifi porque a veces me piden que busque la tarea por Internet y yo no puedo en mi casa. Tengo que hacerla en la escuela”, dice Humberto con la esperanza de poder tener más herramientas para sostener la escuela.
Con información de La Nación