La ex estación de trenes de Quequén comenzó a arder en la tarde del 29 de junio. Era domingo, y las llamas devoraron el antiguo edificio pese al esfuerzo de los bomberos por contener el incendio.
La justicia comprobó más tarde que el siniestro fue causado de manera intencional, sin embrago nunca se halló a los responsables.
En el medio, numerosos proyectos pasaron por el Concejo Deliberante, solicitando a la provincia que traspase el edificio al municipio, pero nunca hubo respuestas.
Así está hoy la ex estación de trenes:
Se pretendía que, al igual en casi todas las localidades del interior, el lugar sea declarado patrimonio y se conserve como un espacio común para distintas actividades como sucede, de hecho, con le ex estación de Necochea donde funciona el Centro Cultural Municipal.
La estación quedó en el olvido y las ruinas de aquel antiguo edificio de estilo inglés, permanecen en el corazón de la barriada que lleva su nombre, custodiadas por palomas invaden los rincones y tirantes que quedaron en pie.
Mientras tanto, el sol cae sobre el anden custodiado por un cartel desteñido que anuncia el destino, a la espera de esos trenes que no llegan, como otro de esos lugares de nuestra ciudad y de esas “cosas que perdimos en el fuego”.