Lo que para muchos necochenses suelen ser trabajos de temporada, que se hacen en los primeros años de juventud como una changa, para Hugo Pérez se volvió, y podemos decirlo sin dudarlo, una vocación.

Hugo Pérez – carpero desde hace 50 años

Desde hace 50 años es carpero en las playas de la ciudad y, en diálogo con TsnNecochea, cuenta con orgullo, y un poco de emoción, lo que significa para él este oficio que, pese a sus años y a ya estar jubilado, espera ansioso cada año.

Hugo nos relata que empezó como carpero cuando tenía 18 años en el balneario que se llamaba Fiorentino y que hoy es el Vía Mare. Allí trabajó cinco años y después, consiguió otro empleo, lejos de la playa, y lo dejó.

Mirá la nota completa:

Las vueltas de la vida hicieron que después de cuatro años volviera un verano a pedir trabajo y su ex patrón, que ya tenía los puestos cubiertos ante la proximidad de la temporada, lo recomendó en el ex balneario ACA.

“Creo que fue un 8 de diciembre del 78 y pasé allí 40 temporadas” rememora con orgullo.

Cuando finalmente el ACA cerró sus puertas, Alberto Condenanza lo invitó a seguir con su oficio en el Poseidón, donde está cada día desde bien temprano acomodando reposeras y atendiendo a los clientes.

Anécdotas y vivencias asume que tiene a montones y se le hace un nudo en la garganta cuando recuerda a tantos compañeros con los que compartió sus veranos.

“Esto para mi es un juego, es un trabajo muy fácil, pero hay que estar y pasar muchas cosas. Hay que llegar todos los días bien temprano, zarandear, bajar las carpas y cuando llega la gente empezar a atenderla” nos detalla y reconoce que, si bien con los años a veces se cansa un poco, “cuando llega el invierno esto se extraña. En septiembre u octubre ya estamos pensando en volver”.

En cuanto a su futuro, admite que es algo que le encanta hacer “así que seguiremos”.

“Hay que tener muchas ganas de trabajar, ponerse a la par de los compañeros y hacer un buen grupo para atender a la gente” nos dice finalmente como consejo de carpero sabedor del oficio y demostrando que hay trabajos que se llevan en la sangre sin que el tiempo ni los años los puedan arrebatar.