Cualquier argentino -sea o no católico- sabe de la existencia de San Cayetano. Sin serlo, el Santo más argentino. Pero de donde proviene la devoción tan arraigada en nuestro pueblo.. Cayetano (Gaetano, en italiano) nace en Vicenza en el siglo XV. Pertenecía a la familia de los condes de Thiene.
Fue el último de los tres hijos del conde Gásparo di Thiene (un militar que murió en 1492) y de la condesa María Da Porto. 1504, obtuvo el doble doctorado en derecho civil y canónico por la Universidad de Thiene. En 1506, a los 25 años de edad, gracias a las relaciones de sus tíos, tuvo la oportunidad de ser nombrado protonotario apostólico en la corte del papa Julio II, en Roma. Se retiró de la vida cortesana en 1513 y fundó una sociedad de sacerdotes y prelados, llamada el Oratorio del Amor Divino.
Fue ordenado sacerdote dos años después (a los 35). En la navidad de 1517 estando en misa en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma tuvo una visión. en la cual la Virgen le entregaba al niño Jesús en sus brazos. En el año 1524 fundó la orden de los Teatinos (o Clérigos Regulares). La Orden de los Clérigos Regulares fue aprobada por Clemente VII el 24 de junio de 1524 y confirmada definitivamente en 1532. La Orden solo vive de la Providencia, es decir de lo que la gente buenamente le ofrezca para poder vivir, reformar al Clero y ayudar al pueblo.
En Venecia fundó el “Ospedale degli Incurabili”, un hospital para enfermos incurables. Creará el “monte de Piedad” el primer banco de Nápoles, para evitar la usura, con el paso del tiempo se convertirá en la “Banca di Napoli” entre otras obras de piedad y continuará toda una vida ayudando a los más desposeídos y a poner paz en las guerras civiles de Nápoles. El día de su fallecimiento -7 de agosto de 1747-, Nápoles se pacifica, y el pueblo lo interpreta que fue gracias a sus suplicas de Gaetano al Señor. Sus restos hoy se encuentran en la cripta de la Basílica de San Pablo Maggiore (Vía dei plebiscito y vía San Gregorio Armeno) y sobre su tumba está escrito en latín: “Aquí descansa el que ora insistentemente por su pueblo”.
Acá comienza un punto anecdotario, para comprender la relación de Cayetano y Nápoles. Cuando un argentino llega a Nápoles, se siente como en casa; allí observamos in situ de dónde venimos y cuál es, en parte, parte de nuestra idiosincrasia… Sin embargo, la gran devoción de Nápoles no es ni por asomo San Cayetano. Es San Genaro. Para los napolitanos, sean creyentes o no, San Genaro es Nápoles y Nápoles es San Genaro: milagroso mártir taumaturgo, detiene las erupciones del Vesubio, y hace milagros día y noche sin parar. Cualquier hecho fortuito que sale bien es gracias a San Genaro; tan grande es la devoción del pueblo napolitano que el tesoro del Santo es más valioso que el tesoro de la corona de Inglaterra. Tal es así que quien escribe estas líneas, estando en esa ciudad junto a un amigo, Fede, vió como un motociclista cayó de su moto en movimiento tras una mala maniobra, y como no era nada se levantó, tomó su vehículo y siguió camino. El hecho ocurrió justo frente al Duomo de Nápoles, donde se guardan los restos del San Genaro y todos los que estaban viendo el hecho gritaron: “¡Miracolo! ¡Miracolo!”
Y ¿San Cayetano? ¿Dónde está? Llegando a la Basílica de San Paolo, y antes de recorrer la vía de San Gregorio Armeno y sus bellísimos pesebres (dicho sea de paso, el estilo de pesebre napolitano es un invento de San Cayetano) entramos a la cripta de dicho templo y en el ingreso un religioso se nos acerca y nos dice: “¿Argentinos?”. Ante nuestra mirada mezcla de asombro y sorpresa nos dice… “Sabe porque les pregunto; porque solo los parroquianos y los argentinos viene acá, y ustedes parroquianos no son…” A tanto ha llegado la adopción de San Cayetano por Argentina que hasta en Nápoles ya lo reconocen como ciudadano de este país. Por tanto, San Genaro trabaja para los napolitanos y San Cayetano para los argentinos
Entonces ¿Cómo llega la devoción a la Argentina? No es de manos de los inmigrantes italianos como muchos creen, sino de la mano de una mujer que nació en Santiago del Estero en 1730: la Beata María Antonia de San José. Se presume que la devoción a Cayetano la llevan a Santiago del Estero los Jesuitas, dado que Cayetano, junto con Ignacio de Loyola y Felipe Neri, son los que tomarán en sus manos los cambios que introducirá en la Iglesia el Concilio de Trento. Los tres santos fundadores se conocían entre ellos y sus casas distaban a pocas calles uno del otro en Roma.
La Madre Beata caminará desde Santiago del Estero, pasando por Córdoba y llegará a la ciudad de la Santa Trinidad (después Buenos Aires), donde comenzará a construir en 1795 la Santa Casa de Ejercicios Espirituales y la pondrá bajo la protección de este Santo, dado que es el “Santo Patrono de la Providencia”. María Antonia fallecerá el 7 de marzo de 1799, sin ver su casa terminada, pero la devoción al Santo de la Providencia, ya estaba en el corazón de la Casa de Retiros, la cual hasta hoy funciona.
En 1830, la Sra. María Mercedes Córdova dona a las Hermanas de la Santa Casa (luego “Hijas del Divino Salvador”) unas leguas de tierra que comprendían desde el pueblo de San José de Flores hasta lo que hoy es Ciudadela. Las hermanas comienzan sus labores en las parcelas donde hoy se ubica el cementerio israelita de Tres de Febrero aproximadamente, y allí construyen un pequeño colegio y una capilla dedicada a San Cayetano, la cual fue inaugurada el 30 de septiembre de 1875 junto a una casita anexa de las Hnas. Del Divino Salvador. La bendijo Mons. Federico Aneiros, y fue padrino el Sr. Cayetano Cazón, ex jefe de policía de la Capital Federal y gran colaborador de la obra de las Hermanas.
El 6 de diciembre de 1880 Roca promulga la federalización de la ciudad de Buenos Aires, que comprendía a la ciudad de Bs. As., al partido de Belgrano y el partido de San José de Flores. En esta nueva delimitación, la capilla y colegio quedaban del lado de la provincia, por tanto la Superiora General y el consejo de las hermanas mudan todo el complejo a la ciudad, pegado a la avenida de circunvalación que servirá de límite a la nueva capital, la Av. Gral. Paz. Allí levantaron una casa de Retiros (el actual colegio que pertenece al Gobierno de la Ciudad), una capilla (el actual Santuario) y un colegio para niñas (el actual instituto San Cayetano) en la calle Cuzco 150. Vale la pena aclarar que en aquellos tiempos, desde la zona parroquial de la Candelaria (Floresta) hasta San Martín, San Justo, Ciudadela y Ramos Mejía, no había Iglesia, Capilla o Parroquia alguna.
Una carta dirigida al noveno intendente de Bs. As. Emilio Bunge para la aprobación final de los planos de la nueva capilla -firmada por la Hna. Superiora de la Hijas del Divino Salvador Rda. Madre Juana Palavicini, Eduardo Lualdi Arq. Constructor y el Sr. Esteban Massini, Pte. de la Comisión Pro-Templo- dan testimonio de esta carencia de lugar de culto cercano al nuevo emplazamiento. En la misma se lee: “… sirva ubicar en el paraje denominado ‘Estación Liniers’, límite de la Capital, a una cuadra del Ferrocarril y sobre el Boulevard de circunvalación, la manzana propiedad de la Casa de Ejercicios para la construcción de un templo dedicado al titular San Cayetano según los planos y pliegos de condiciones que se acompaña a la presente y señalar la calle según la nueva traza para proyectar un plano del edificio que se construirá en dicha manzana para escuela de niñas, Casa de Ejercicios y Convento de las hermanas del Divino Salvador”.
Se inaugura el templo en un espacio largo y amplio que daba a la calle Cuzco, entre el convento, el colegio y la residencia. Originalmente era de una sola nave, dejando a ambos lados un lugar para una futura edificación de dos naves. La primera piedra del templo actual fue colocada el 16 de agosto de 1892. La iglesia se construyó por suscripción popular con especial contribución del Sr. Esteban Massini (pte. De la comisión Pro-Templo) y del arzobispo Mons. Espinosa, que la bendijo solemnemente el 12 de enero de 1902. En 1913, la capilla será declarada parroquia “hasta que se construyera un nuevo templo en honor a San Cayetano” así reza el contrato de sesión entre la Congregación de las Hijas del Divino Salvador y el Arzobispado de Buenos Aires. El nuevo templo se construyó en Belgrano, y el templo de Liniers no solo siguió siendo parroquia sino que fue declarado Santuario.
El tiempo va a transcurrir y llega la fatal década del año 1930. La región del actual barrio de Liniers de quintas y casas vacacionales… no escapará a la crisis. Y aparece en escena el Santo de la Providencia. El propulsor de la devoción de San Cayetano fue el Padre Domingo Falgioni, párroco desde 1928 a 1938. Según cuentan, él envió a cada persona de la guía de teléfono de aquel tiempo (no serían muchos), una estampa del santo el cual poseía una espiga como símbolo del Pan, que por la crisis escaseaba, y realizó también una campaña periodística a través del diario Católico “El Pueblo”. Hay, también, un relato popular que narra el hecho milagroso de una lluvia que fue solicitada al Santo por la sequía que asolaba esa región. Luego de una rogativa a San Cayetano, llovió y volvió a crecer el trigo… y de allí las espigas. Cualquiera de las dos versiones pueden ser válidas, pero el hecho es que en la Argentina, San Cayetano lleva espigas y es el único lugar en el mundo que las posee.
En 1937, amplió el templo edificando la nave derecha contigua al colegio. Y cada 7 de agosto comienza a ser muy visitado con largas filas de fieles. El Padre Juan Di Falco, será nombrado párroco sucediendo al Padre Falgioni y él levantará la otra nave del templo que faltaba. El padre Di Falco construirá también el retablo mayor del templo en mármol (lamentablemente destruido más tarde y desaparecido por completo) y tuvo la idea práctica de colocar en un nicho a San Cayetano con el Niño Dios en sus brazos, en la nave izquierda cercana a la puerta de entrada: a esa imagen, el pueblo la llama “El Santito”. Los fieles siguen yendo “in crescendo” a San Cayetano, ya convertido de “patrono de la Providencia” en “Patrono del pan y del Trabajo”. Gracias a la cantidad de gente que concurría, el barrio comenzó a poblarse, se crearon comercios y casa de comidas, y esto hizo prosperar a la zona.
Pasarán los años, el P. Rodríguez Melgarejo (el cual luego será obispo auxiliar de Bs. As. y luego Obispo de la Diócesis de San Martin) encarnará la reforma del Concilio Vaticano II, y creará la famosa editorial “Pan y Trabajo”. Se ofrecerá un cambio de las promesas de velas y flores del pueblo por alimentos no perecederos y ropa para enviarlos a las provincias. Se instituyó también el Servicio Social: bolsa de trabajo, farmacia, atención a familias necesitadas y madres solteras.
Llegaron los años de la sangrienta dictadura militar, el trabajo escaseaba y las persecuciones del gobierno eran terribles. El silencio era salud. El Santo se convirtió una vez más en quien “intercedía por el pueblo” y “Gritaba contra las injusticias”. Las filas del 7 de agosto eran de más de 4 kilómetros de gente. Allí, los militares no podían intervenir para no molestar a la Jerarquía Católica. El pueblo podía expresarse con libertad. Esas filas fueron uno de los lugares en los cuales las Madres de Plaza de Mayo gritaban por la aparición con vida de sus hijos. Fue el tiempo cuando se produjo la gran manifestación política-religiosa llamada “Pan, paz y Trabajo” que organizó la CGT (Confederación General del Trabajo) el 7 de noviembre de 1981, celebrándose una Misa en el campito detrás de la Iglesia, especial para los peregrinos obreros. No obstante, si bien no podían entrar al templo o intervenir en las filas, “cientos de agentes policiales, masculinos y femeninos, uniformados y de civil, acompañados por oficiales y oficiales superiores realizaban una severa vigilancia en un radio de diez cuadras, aproximadamente en torno de la iglesia. Del operativo “participó personal de comisarías, cuerpo de Guardia de Infantería y Servicio General de la Policía Federal, con apoyo de helicópteros, que sobrevolaron la zona permanentemente. También establecieron controles en todos los accesos a la capital, desde la localidad de San Martín y hasta San Justo” (La Prensa, 8/11/1981). Según distintas fuentes, concurrieron entre 20.000 y 50.000 personas. Apenas concluyó la misa, un millar de manifestantes se reagrupó en el exterior del edificio cantando “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar…”
Los años siguieron pasando, “San Cayetano” seguía escuchando a sus fieles desde su casa de Liniers, pero la devoción ya se extendía por toda la república y por el Paraguay, donde lo llaman “San Cayé”. Cayó la dictadura, pero la economía seguía sin despegar y en el año 1984, coincidiendo con los 500 años de su muerte (1574–1984) fue la primera vez que el “Santito” salió de su iglesia. No era raro ver en el Santuario, por esa época, a Saúl Ubaldini, recordado secretario Gral. de la CGT. La segunda salida fue al Mercado Central, para la misa de los Obreros, oficiada por en entonces Papa San Juan Pablo II.
Entre los años 1980 y 1990 se funda “La Casa del Santuario’, destinada, entre otras actividades, a la bolsa de trabajo, atención de los pobres por profesionales sociales, jardín maternal, albergue temporario de familias indigentes, madres solteras, proporcionar ayuda y promoción a los necesitados. En el servicio Social se añadió un centro de Alcohólicos Anónimos y grupos diversos de autoayuda.
Mientras el Cardenal Bergoglio,estuvo en Buenos aires -ya como Obispo Auxiliar o en su función de Arzobispo Cardenal-, nunca dejó de ir a la fiesta de San Cayetano. La feligresía estaba expectante al mensaje de su homilía en ese día, y él recorría la fila de punta a punta. Ya siendo Papa, en el año 2013 para el 7 de agosto, envió un mensaje a los fieles desde Roma.
Como vemos, San Cayetano siguió cumpliendo la misión que realizaba en Nápoles: ayudar a los pobres, socorrer a los necesitados y prestar ayuda a los perseguidos. Hoy sus capillas y templos se replican por todo Argentina y Paraguay, y es considerado el patrono del “pan y del trabajo” por licencia especial de la Santa Sede. Desde la lejana Nápoles, donde descansan sus restos, San Cayetano (San Gaetano) sigue acompañando a su pueblo…
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