El diario La Nación, se ocupa hoy en una de sus páginas de las bondades de Quequén, reivindicado las nuevas inversiones privadas y con el testimonio del intendente Arturo Rojas:
Conoció Quequén hace dos años y dice que no lo cambia por ningún otro destino de la costa atlántica bonaerense. “Lo elijo por la tranquilidad, las olas, la onda del lugar. Me gusta el perfil de la gente que viene, es muy tranquilo y relajado. Está buenísimo para surfear y las playas son muy lindas. Veo mucho movimiento este verano, hay varias construcciones sobre la costanera que el año pasado no estaban. Es un lugar que tiene potencial y está bueno que crezca, pero ojalá que sea un crecimiento ordenado. Que no pierda la tranquilidad, la naturaleza y el espíritu que hoy caracterizan a Quequén, que es justamente por lo que la gente lo elige”, dice Aurora Pietranera sentada sobre la arena en la playa del parador La Hélice, que fue totalmente renovado el verano pasado bajo una nueva concesión.
Esas construcciones a las que se refiere Pietranera son hasta el momento cuatro complejos de viviendas que se levantan frente al mar, sobre la avenida 502. Pero hay otros tres ya aprobados que comenzarán las obras el mes próximo, lo que significa alrededor de 35.000 m2 de nuevas unidades con fines turísticos, todas con servicios y amenities similares a los que ofrece un hotel, en una zona comprendida entre el balneario La Virazón y Bahía de los Vientos, siempre sobre la costanera.
La fuerte apuesta de los desarrolladores inmobiliarios, la inversión que recientemente hizo la municipalidad en obras de infraestructura como la pavimentación de la avenida 502 y su luminaria, las nuevas concesiones en marcha y un ambicioso proyecto de refulado para recuperar la extensión de las playas y revertir la erosión de la costa son una señal, quizá, de una nueva época de prosperidad para esta ciudad balnearia, que atrajo a la elite porteña entre fines del siglo XIX y mediados de la década del 20.
Ya no son chalets con aires franceses ni las ostentosas mansiones que se construyeron en esos años, como el mítico hotel Balneario Victoria -que fue inaugurado en 1895 y en donde se hospedaba parte de la aristocracia de Buenos Aires-, pero Quequén, separada casi imperceptiblemente de Necochea por el río del mismo nombre, se prepara para revivir su momento de gloria. Tiene con qué hacerlo: sus atractivos naturales siguen intactos, el perfil del público lo acompaña y las inversiones privadas ya pusieron el ojo en este destino, en el que hoy viven de manera permanente unas 36.000 personas.
Néstor Diez es ingeniero civil y necochense. Su padre era constructor, y su hijo Agustín es arquitecto. Dice, con orgullo, que la empresa que hoy dirige es la tercera generación de una familia dedicada a los desarrollos urbanos, y que después de muchos años de levantar edificios en Necochea llegó el turno de Quequén. “Empezamos con un loteo de 120 parcelas a los pies del faro y luego con los complejos sobre la costanera. El primero se llama Bahía de Sol, sobre un terreno de 45 metros de frente. Hay unidades monoambientes y de un dormitorio, todas con vista al mar y su espacio de terraza propio, además del acceso a los amenities como pileta, jardín y quinchos. Hay cocheras suficientes y los departamentos están listos para entregar. Los que todavía quedan disponibles están entre los 120.000 y 130.000 dólares”, detalla Diez. Lindero a este complejo, el grupo construye otro emprendimiento, Costa de Sol, con unidades de entre 40 y 58 m2 que parten desde los 80.000 dólares, y pueden pagarse en cuotas.
“El desarrollo inmobiliario está concentrado sobre el frente costero, está relacionado directamente con el turismo y respeta la zonificación de cuatro plantas y un máximo de 15 metros de altura. Cuando la gente dice que es un boom no es tan así, porque hay que tener en cuenta que en Quequén no se hacía nada desde hace décadas. La respuesta fue increíble y a los pocos meses de salir a la venta ya estaba todo reservado. Para nuestra realidad es un crecimiento importante, pero no se lo puede comprar con el fenómeno de otro puntos turísticos como Mar de las Pampas, por ejemplo”, dice Diez, que aprovecha la comparación para atajar las críticas de los que no están de acuerdo con este desarrollo, entre los que se apuntan algunas asociaciones de ambientalistas que reclaman por la conservación de los bosques.
Monte Pasubio ofrece calle de arena, artesanos, puestos de comida, un mercado, tablas de surf, un centro de deportes náuticos, un hostel, varios bungalows, un camping y una movida artística y cultural que se vive durante todo el año
Como intendente de Necochea -Quequén es parte del municipio- desde 2019, Arturo Rojas confía a LA NACION que también hubo grupos que se opusieron a la pavimentación reciente de la avenida 502, pero que las obras eran necesarias para que la gente pudiera transitar por allí. “Quequén estaba olvidada. Teníamos concesiones abandonadas y venidas abajo, por la costanera no había iluminación ni servicios, y los médanos avanzaban hasta la calle, lo que impedía que la gente pudiera caminar por allí. Era imposible, por ejemplo, pasar con un cochecito de bebé -grafica el funcionario, que asumió el primer mandato en 2019-. La particularidad que tiene Quequén por sobre Necochea es que todo lo que se está haciendo ahora a nivel urbanístico es frente al mar y apunta a un público de clase media alta, que siempre fue el turismo que tuvo Quequén, aunque con el paso de los años se fue quedando. De a poco va ganando el protagonismo perdido”, asegura Rojas, e insiste en que el impulso es tan fuerte que muchos de los desarrolladores que antes ni querían escucharlo cuando hablaba de la posibilidad de invertir en Quequén, ahora le están tocando la puerta.
A pesar de que fue una temporada atípica en Necochea, y que durante la primera quincena de enero la ocupación durante la semana llegaba al 55%, con picos de hasta el 70% los fines de semana, según datos de la secretaría de Turismo local, en Quequén las reservas no se cayeron. Incluso los precios de los alquileres, a diferencia de lo que sucede en Necochea, se cotizan en dólares. Por ejemplo, sobre la calle 504, a unos 30 metros del mar, hay un complejo de departamentos a estrenar, de 80 m2, con dos habitaciones, dos baños, hidromasaje, wifi y cochera, por los que durante todo el mes de enero y la primera quincena de febrero se pedían 80 dólares por día. “La temporada de enero en Quequén nunca falla. Siempre estamos a full, aunque es cierto que sí bajaron un poco las consultas”, señala su dueño, Sergio, que vive en esa ciudad balnearia durante todo el año.
Una de las que suele alojarse en este complejo turístico es la familia Medina, que veranea en Quequén desde hace más de 20 años. “Mi marido iba de chico a Costa Bonita, y después comenzamos a venir en familia acá. Ahora hasta tenemos amigos que eran de Buenos Aires y se vinieron a vivir a Quequén. Diría que el movimiento fuerte comenzó hace dos veranos, y se nota. Nosotros no queremos que crezca tanto, porque nos gusta la tranquilidad, que haya poca gente. Te doy un ejemplo: por la costanera vas a paso de hombre con el auto, algo que nunca había sucedido. Congestión de camionetas en Quequén, es increíble”, se queja Valeria Medina, que tiene dos hijos adolescentes y viven en Olivos.
Entre los proyectos más importantes, y que pueden marcar de forma rotunda la expansión de Quequén, es la idea del refulado, un proceso mediante el cual -a grandes rasgos- se extrae arena del mar y se la deposita sobre la playa, con el fin de aumentar sus dimensiones. El de Quequén, advierte Rojas, es el puerto más profundo de la Argentina, una obra que concluyó a fines de 2019, y que dotó a la terminal marítima de 50 pies de calado. Según explica Rojas, la erosión costera se fue profundizando desde la última ampliación que se hizo de la escollera norte de Necochea, en 2007, y así las playas de Quequén fueron perdiendo arena y ganando piedras, que son las que hoy imposibilitan que la gente se bañe en el mar en el corredor de playa que se extiende hacia la Bahía de los Vientos. Por eso, la gente se concentra, básicamente, en los balnearios La Virazón, Monte Pasubio y La Hélice.
El proyecto del refulado está liderado por el Consorcio de Gestión de Puerto Quequén y Rojas cuenta que desde la dirección del consorcio se está acordando con la provincia de Buenos Aires para que lleguen nuevas inversiones en torno al puerto. Entre las obras de infraestructura planificadas está el tema del refulado. “Necochea tiene 65 kilómetros de playa y en todas te podés bañar en el mar sin problemas, salvo unos pocos kilómetros donde la erosión costera está afectando principalmente a Quequén, y en ese sentido el refulado es una obra clave. Esto le permitiría a Quequén ampliarse hacia el sector norte”, sostiene Rojas.
Para muchos tiene el estilo de una aldea de pescadores de Brasil. Una calle de arena, artesanos, puestos de comida, un mercado, tablas de surf, un centro de deportes náuticos, un hostel, varios bungalows, un camping y una movida artística y cultural que se vive durante todo el año. Se trata de la comunidad Monte Pasubio, un centro turístico eco-sustentable ubicado sobre la playa. Su fundador es Enzo Ciro Lubrano, que tomó la concesión del lugar hace ya cinco años, y recuerda que cuando llegó ellos eran la única luz en el camino. “Los primeros años fueron difíciles, y la pandemia complicó las cosas. Pero fuimos creciendo y ahora Quequén está acompañando este desarrollo con el asfalto de la costanera, la iluminación y otras mejoras. Monte Pasubio es una experiencia completa -asegura el emprendedor-. Es un lugar para la familia, para los jóvenes, los amantes de la naturaleza y todos los que disfrutan de un estilo de vida saludable”. El visitante se puede alojar, hacer deportes, comer los mejores sorrentinos de salmón en el restaurante Océano by Bruga, que inauguró este verano, o simplemente pasear por la feria, que es el alma de Monte y está compuesta por unos 20 emprendedores que también vienen durante el invierno.
“Cuando un turista que llega por primera vez y le pregunta a alguien dónde está el centro de Quequén, lo mandan a Monte”, dice Lubrano, que este año ampliará la oferta de alojamiento con cinco unidades más. “En Monte hay un hostel con nueve dormitorios y espacios comunes, donde suelen alojarse grupos de amigos que vienen a pasar unos días y a surfear. También hay bungalows de categoría estándar, bien equipados y más orientados a las familias. Hay un camping que tiene casi una hectárea y están los bungalows de mare, que son cuatro unidades de lujo frente al mar. Es algo único, donde invertimos mucho pero que realmente vale la pena. Te levantás mirando las olas”.
En cuanto a las tarifas, la propuesta de Monte Pasubio incluye servicio en el balneario, piscina climatizada y desayunos saludables. También kit de amenities sustentable, con leña, ropa blanca y servicio de limpieza. Está abierto durante todo el año, y los valores parten desde los 50.000 pesos por noche para dos huéspedes y hasta 180.000 pesos para 4/5 personas por noche para las unidades premium con hidromasaje y vista al mar.
En Quequén también hay un barrio privado, Quequén Chico, una cancha de golf, donde se prevé un desarrollo inmobiliario en un loteo privado detrás del complejo deportivo, que según Rojas ya está aprobado y comenzará pronto, escuelas de surf, cabalgatas y una oferta gastronómica que, según los propios turistas, está en pleno auge. “Antes de la pandemia no había casi nada y ahora tenés alrededor de una docena de lugares para ir a comer o tomar algo”, aporta Daniel Pineda, que viene a este balneario desde hace 15 años. “Por el momento viene creciendo lindo, pero sería bueno que protegieran algunos lugares y los transformen en reservas, como la Bahía de los Vientos”, sugiere Pineda, que es amante del surf como muchos de los que eligen venir a este balneario. De hecho, también este verano hizo pie la escuela de surf Coco, que montó su parada en el Parador La Hélice y ofrece clases personalizadas todas las mañanas, que duran una hora y media y cuestan 9500 pesos. Está comandada por la deportista y campeona argentina de longboard, Evelyn Gontier, que después de cinco años de organizar surf trips -que son viajes temáticos de pocos días para surfear, conocer gente y disfrutar de la playa-, se animó a dar el paso de abrir una escuela.
“Me gusta enseñar y compartir todo lo que ofrece este deporte increíble que ayuda a la gente en todo tipo de aspectos. Para desconectarse de los problemas y, al mismo tiempo, conectarse con uno mismo. Porque dentro del agua, como siempre digo, sos vos y la tabla. Para remar tenés que hacerlo por tus propios medios, para aprender a pararte también y para agarrar una ola la conexión con uno mismo es clave. Es todo”, explica Gontier, que asegura que algunos años atrás, cuando arrancó con los surf trips, había mucha gente que no conocía Quequén. “Me preguntaban dónde quedaba porque no tenían mucha idea. Ya no pasa eso. Quequén ha crecido mucho y está buenísimo poder compartir lo que yo hago en este lugar maravilloso”, concluye.