El 27 abril de 1972, la Iglesia marplatense escribiría otro capítulo en su historia. La llegada del hasta entonces prelado de Avellaneda traería consigo una renovación a la institución y la acercaría a la sociedad, que la veía como una entelequia.
Ordenado presbítero en la Basílica de Nuestra Señora de Luján el 5 de diciembre de 1943, antes de llegar a Mar del Plata, Pironio se desempeñó como rector del Seminario Metropolitano de Villa Devoto en la Arquidiócesis de Buenos Aires; fue decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, Visitador Apostólico a las universidades católicas de la Argentina, auxiliar de la Arquidiócesis de La Plata y padre conciliar en la III y IV sesión del Concilio Vaticano II.
El Milagro que le adjudican:
Los padres de Juan, el niño que aspiró purpurina y tuvo una recuperación milagrosa que atribuyen al cardenal Eduardo Pironio
Pasaron más de 16 años desde que Laura y Mariano encontraron a su hijo envuelto en una nube de polvo dorado, con un frasquito de purpurina en la mano, que “un segundo” antes había tragado e inhalado, y su vida les cambiara para siempre. Sin embargo, recuerdan todo como si fuera hoy: la corrida al hospital, los llantos, la “prueba de fe” que significó ver a Juan Manuel Franco detrás de un vidrio cuando los médicos les sugerían que “se abracen a la muerte” y del rezo que hicieron a Eduardo Francisco Pironio que, a su juicio, fue lo que motivó una recuperación inédita y sin secuelas.
“Un milagro” y podría definir la beatificación del Cardenal Pironio en un fallo que emitió una junta reunida en el Vaticano que encontró favorable, al igual que en los siete años de tratamiento del caso, no se pueden brindar “explicaciones científicas” que justifiquen la recuperación.
“Juan” -a secas-, como llaman al primogénito, que a mediados de año alcanzará la mayoría de edad y tenía apenas 15 meses cuando sufrió una intoxicación de la cual se tienen muy pocos precedentes en el país y el mundo.
Recuerdan que los médicos del Hospital Materno Infantil, comenzaron a consultar unas largas tablas que tenían distintos vectores de intoxicación seguidos por el remedio aconsejado, pero en esas listas la purpurina no estaba. Las mediciones de oxígeno eran cada vez más bajas.
En una de las primeras intervenciones, le hicieron un lavaje de estómago y le sacaron una bandeja entera llena de la purpurina, ya diseminada en todo su cuerpo.
El niño básicamente no podía respirar y eso sembró los peores pronósticos. El pediátra Marcelo Sigismondi culminó uno de sus informes sobre la “no evolución” de Juan con un pedido singular: “Nos dijo que si creíamos no dejemos de rezar”, les indicó a la pareja de profesores de música marplatenses, en una frase que desató un encadenamiento de circunstancias que todavía no pueden explicar. “Yo soy una persona muy racional, siempre lo fui, pero son tantas cosas las que pasaron en ese momento y de las que nos enteramos después que no las podemos explicar”, contrasta Mariano.
Primero tuvieron que firman un consentimiento para que puedan inducir al menor en coma y conectarlo a un respirador, y recién ahí pudieron hacerle los primeros estudios: “En la radiografía le salieron los pulmones todos negros, en lo que nos dijeron que se trataba de una ‘neumonía química’, similar a los análisis de sangrefueron aún peores”, recuerda su mamá, en referencia al hallazgo de restos de limadura de cobre, zinc y plomo.
“No hay datos de nadie que haya sobrevivido ante un caso similar por la toxicidad de la sustancia”, agregaron.
Ya con su hijo ingresado en el Hospital Materno Infantil, la misma noche del incidente, el primer viernes de diciembre de 2006, comenzaron a ir a la capilla lindera al complejo, conocida como Asunción de la Santísima Virgen, donde agotaban las horas para reencontrarse con Juan y le encomendaban a Dios su mejoría.
Las primeras noches de internación coincidieron dos eventos que vinculaban su fe y el lugar donde se encontraban, en medio del abismo de reconocerse ante la muerte de su primer y único hijo. Primero se casaban en el templo religioso lindero al hospital unos amigos, que les habían pedido que canten algunas canciones, en un acto que terminó suplantándolos el hermano de
Mariano, y un día más tarde se realizaba la emblemática Marcha de la Esperanza -una creación del Pironio cuando fue Obispo de Mar del Plata- que tenía entre sus paradas la iglesia “del Materno”, nuestra parroquia Asunción.
“La Marcha de la Esperanza, que lleva la imagen de la Virgen de Luján, pasa por distintas parroquias, cuando llegó a donde estábamos quisimos salir y recorrer las cuadras que bordean el hospital, en la parroquia Asuncion de la Santísima Virgen y nos encontramos con mucha gente que sabía lo que nos había pasado y nos contaba que había rezado por Juan”, contaron, sobre la marcha que en esa ocasión no se interrumpió por el mal clima. Bajo una llovizna, también divisaron a Silvano De Sarro, sacerdote de la parroquia San Antonio de Padua, comunidad religiosa a la cual pertenecía Laura. El “Padre Silvano” la reconoció, habló con ellos, les regaló una estampa de Pironio, un pequeño plegable que contaba su biografía.
Al día siguiente, mientras algunos familiares llevaban en auto una muestra de sangre, en una heladerita de telgopor, para analizar en un hospital de alta complejidad de La Plata, con una serie de papeles autorizados para que les permitieran que les levanten las barreras del peaje y volver lo antes posible, leyeron la estampita.
“Leímos el Testamento Espiritual del Cardenal Pironio y los detalles de su vida nos conmovieron”, rememoran, con los ojos llenos de lágrimas, antes de enumerar apasionados los detalles que cruzaron su vida y lo convirtieron para siempre. La breve reseña contaba que su madre, Enriqueta, casi muere cuando dio a luz su primer hijo, enfermó gravemente y le dijeron que era poco probable que vuelva a quedar embarazada. Pero tras una charla con el Obispo Auxiliar de La Plata, que le dijo que “a veces los médicos se equivocan” y le pidió que rezara a la Vigen de Luján, se propuso intentar nuevamente quedar embarazada y terminó con un total de 22 hijos, de los cuales el religioso fue el menor.
En ese momento le pidieron a Pironio la sanación de su hijo y a las pocas horas se enteraron que los resultados del análisis de la sangre habían dado negativos, sin anomalías ni restos tóxicos.
Sacando cuentas de los datos de la historia clínica de Juan, dilucidaron que uno de los primeros signos de recuperación, cuando uno de los médicos que hacían las recorridas matinales, escribió “leve mejoría”, coincide con el momento en que creen que leyeron la oración, cerca de las 11 de la mañana. Sobre esas visitan, hay imágenes que no pudieron sacarse de la cabeza: “Entraban y nos decían cómo estaban, ellos nos decían la verdad no te dan esperanza.
“Irreversible”, “se va a morir”, “no mejora”, les habían repetido los médicos que al ver los resultados pormenorizados del nuevo estudio encargaron nuevas pruebas para ratificar lo que sus ojos “no podían admitir” y los resultados siguientes fueron similares. A partir de allí lo sacaron del coma y Juan logró despertar sin signos de secuelas neurológicas tal como nos habrían advertidos los médicos. Lo pasaron a una habitación común y finalmente pudo volver a su casa como si nada hubiese pasado.
Como otro de los signos del milagro, creen que la curación se realizó entre el 2 y el 5 de diciembre, que son fechas muy significativas en la vida Pironio, porque la primera se trata del aniversario de su nacimiento y la siguiente de su ordenación.
Los padres de Juan destacan que jamás tuvo ninguna secuela.
“Más que enfermarse por cosas comunes no tuvo ninguna secuela de absolutamente nada. Para empezar a hacer deporte de contacto consultamos a varios pediatras distintos para que nos dijeran si tenía que seguir algún cuidado especial y todos nos preguntaban por qué les insistimos si él no tiene nada. Está muy bien”, celebraron.
Los pasos que faltan para que Pironio sea reconocido santo
Por decisión del Papa Francisco, se reconocieron las “virtudes heroicas” del cardenal Pironio, creador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, el 18 de febrero pasado, en un acto que lo proclamó como “venerable” y quedó a un milagro de poder ser beatificado, según la reglamentación vaticana.
Eduardo Francisco Pironio nació en la ciudad de 9 de Julio en 1920 y falleció el 5 de febrero de 1998 en Roma, por eso el proceso se inició en la capital italiana, aunque sus restos descansan en la basílica de Nuestra Señora de Luján.
El ex Obispo de Mar del Plata fue declarado por el papa Benedicto XVI “Siervo de Dios” el 23 de junio de 2006, iniciándose allí el proceso de su beatificación.
Eduardo Pironio, quien fuera Obispo de Mar del Plata entre 1972 y 1975.