Por: Joaquín Morales Solá.- Entramos en un tiempo de definiciones. Va a ser muy difícil para Venezuela conservar durante mucho tiempo dos presidentes. Juró Guaidó, y también está el presidente Maduro, el dictador, que asumió nuevamente hace pocas semanas.
No nos equivoquemos: el verdadero poder lo sigue teniendo Maduro. El poder del Estado lo tiene Maduro. Tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas. Es sorprendente que la izquierda o el progresismo defienda un gobierno como el de Maduro, porque si hay algo que sostiene a Maduro son los militares.
El de Maduro es un gobierno militar donde cualquier general es más importante que un ministro civil. Esto solamente lo vivimos nosotros acá en la dictadura militar, nunca un gobierno democrático les da tanta importancia.
Mientras esto siga así va a ser difícil que Guaidó tome el poder real, más allá del reconocimiento internacional que hoy se vio en toda América, desde Canadá hasta la Argentina, pasando por Estados Unidos. Con algunas excepciones como Cuba, Nicaragua y El Salvador porque tienen solidaridad ideológica con Maduro y dependencia del petróleo.
¿Cómo se resuelve esto? Hay varias opciones. Una es que intervengan las fuerzas armadas. Sería un mal precedente para América latina porque tendría que haber un golpe de estado, y porque no hay ninguna garantía de que cuando los militares llegan al gobierno de un país se vayan rápidamente.
El otro camino es que Estados Unidos haga lo que no hace. Nunca se habló de que Estados Unidos corte la compra de petróleo a Venezuela. Esto sería un derrumbe económico para Maduro en horas. Trump lo insinuó sin nombrarlo. Venezuela tiene una de las reservas petroleras y gasíferas más importantes del mundo y sin embargo la gente se muere porque no puede comer o comprar remedios.
Hay que aclarar que el corte de relaciones es político y no comercial. Se va el embajador; no las empresas. Ni Trump ni Maduro cortaron relaciones comerciales. Hoy en día solo se ven esas salidas: o las fuerzas armadas dejan solo a Maduro frente a la sociedad, o Estados Unidos corta la relación petrolera con Venezuela.
En la Argentina seguro se generará una división del peronismo. El “peronismo alternativo” no puede reconocer este mamarracho de Maduro. El kirchnerismo ya lo ha hecho; el bloque de diputados nacionales se ha pronunciado a favor; lo ha hecho Luis D’Elia, hablando de un golpe del imperialismo. No debe sorprender, Cristina Kirchner terminó sus ocho años con muy buenas relaciones con Venezuela e Irán.
Hay países con dictadores eficientes económicamente, como es el caso de China y Rusia. El problema del régimen de Chávez es que es ineficiente. Por eso el kirchnerismo se niega a verse en ese espejo, porque siempre iban tres pasos atrás de Venezuela. Y quizás, si Cristina hubiese tenido un mandato más, estaríamos en una situación parecida. Porque la manera de despilfarrar inútilmente riqueza y el grado de corrupción eran similares.
Por eso el kirchnerismo necesita que lo de Venezuela no sea un producto objetivo de la gestión del gobierno del chavismo, sino una conspiración imperialista, para justificar su propio gobierno y su relación con Chávez.