Por Ignacio Zuleta.- Los candidatos presumen de conducir pero siempre los arrastran los votantes
Comprensible pero falaz: los políticos de la Argentina sin partidos fuertes se mueven como si condujesen a los votantes, cuando en realidad son éstos quienes los empujan a las decisiones. Eso explica la reticencia del Gobierno a abrirse hacia el peronismo, mostrando una foto para su constituency, al mantenerse como la representación del voto no-peronismo. También el rango testimonial que tienen candidaturas como la de Juan Manuel Urtubey, que este martes se lanzará junto a Miguel Pichetto al frente de Alternativa Federal, pensando en el largo plazo más que en competir con chance en 2019. O las evoluciones de Sergio Massa, que ha aportado un nuevo producto a la góndola: hasta ahora teníamos al votante indeciso; ahora tenemos al candidato indeciso. Dice que va para allá o para acá, cuando su gente ya está en el Instituto Patria.
Las conductas de cada uno de estos actores se explican no por su capacidad de conducir, cual flautistas de Hamelin, a sus seguidores; por el contrario, los empujan desde abajo hacia lugares en los que intentan acomodarse en el escenario. Contra lo que se cree, la política no es una extorsión de arriba hacia abajo, sino una extorsión de abajo hacia arriba. Nadie va a votar a Cristina porque lo tenga a Massa, nadie lo hará por Macri si retiene al tigrense, después del último intento colector que hará María Eugenia Vidal ante él. “Siempre hablamos con Sergio”, admite el negociador principal de la dama al calor de un asado cumpleañero. “Si hace falta habría decreto”, mensajea el aún apoderado José Torello.
Olivos insiste en no cerrar con un peronismo que murió, según Macri
Con este ánimo conviene detenerse en los argumentos de Olivos para abrir la coalición, que tiene que ir a una elección chiva con balotaje. Desde afuera le proponen a Macri que abra el frente oficialista, más allá de la alianza con la UCR y la Coalición de Elisa Carrió. El conoce de cerca la fidelidad que tiene en sectores de Alternativa Federal, pero sabe que sumar marcas peronistas a Cambiemos dispararía un cisma en la delicada asociación que tiene con los propios. Superó la Convención radical y cuenta con el seguro de Carrió, que este fin de semana transmitió su promesa de prescindencia frente a algún contacto infeccioso con peronistas de la provincia de Buenos Aires.
Somos conscientes de la responsabilidad de preservar el espacio republicano, dicen desde Capilla del Señor, y cualquier movimiento que se haga en la Provincia es responsabilidad del Presidente y de la jefa de ese distrito, María Eugenia Vidal. Este gesto de racionalidad, el mismo que Carrió aplica a sus acciones en momentos críticos, es la contribución más firme a la solidez de una coalición que Macri necesita mantener en el macro del Partido del Balotaje, el que lo hizo ganar en 2015 y 2017.
Relativiza Olivos los resultados provinciales
La nacional es otra pelea Macri se enoja por la incapacidad de algunos peronistas de admitir su dictamen de que el peronismo no existe y que es irrecuperable. Cuando lo enfrentan con las chances electorales de ese peronismo, que él dice que no existe en las elecciones provinciales, responden que eso se limita a situaciones locales, pero que en las elecciones nacionales se va a demostrar algo distinto: que ese peronismo, dividido y sin programa más que el plan de bloqueo no puede ganarle al Partido del Balotaje. Cambiando los términos de la fórmula, algo parecido piensa para sus adentros Cristina de Kirchner, que se comporta en consecuencia al alzarlo a Alberto Fernández o a Axel Kicillof por sobre las estructuras del partido. Sabe que sin ellos no puede salir a la cancha, por eso mantiene a Verónica Magario en la fórmula. Pero entiende que con ellos tampoco alcanza, y sale a buscar por afuera, con esos emblemas de la burguesía porteña que son Alberto -zona de tribunales, Puerto Madero- o Axel -la UBA, Económicas, etc.
En la semana hubo una confirmación de este ángulo, en boca de Juan Grabois. Admitió que su posición, como la de Cristina, es una minoría en el peronismo, y que hay que tolerarlo a Alberto candidato. Fue en un diálogo con estudiantes de Perfil: “Creo que la Argentina tiene que tener una política exterior de patear el tablero (…). Esta es una postura minoritaria en lo que es la oposición al macrismo, es un planteo minoritario, que obviamente Alberto no lo comparte, y ya lo dijo públicamente”. A confesión de parte.
Las razones del voto del Dr. Pichetto
En este gesto de rechazo de Macri hay más cuidado de su marca que desprecio a esos apoyos peronistas. El argumento es más bien duranbarbista: el peronismo, entiende, no existe más, es una fuerza en extinción y cuya marca ahuyenta a los propios. Otra cosa sería que algunos altos dirigentes -Urtubey, Pichetto- admitiesen entrar en listas de Cambiemos. El primero como senador, el segundo como primer diputado por Buenos Aires, y darles dignidades de conducción en un futuro gobierno. Pero los peronistas, creen en Olivos, temen ser perseguidos como traidores si tomasen ese rumbo. Esto explica que esas cercanías se desechen por rumbos más discretos, por ejemplo, que los dirigentes que no tienen intención alguna de “beber el agua cianurada del kirchnerismo”, como ironiza Pichetto, armen el apoyo que necesita Cambiemos en una segunda vuelta: la batalla que ya pelea Cambiemos. Entienden, como todos, que la primera vuelta es ya la segunda. Hay que mirar en esa dirección para entender por qué Pichetto ha dicho dos veces en la semana que para él la dialéctica de este turno no es peronismo vs. no peronismo, sino democracia republicana vs. autoritarismo, y que si debiera elegir entre quienes representan esta confrontación -Macri y Cristina- en un balotaje, elegiría al candidato de Cambiemos.
Hipótesis peronistas: la cúpula vs. la base = derrota y violencia
La advertencia de Pichetto se formula observando el escenario de humillación que prepara Cristina para un Massa, cuya cabeza quiere mostrar desde el podio. Con los dos subidos a una misma tarima de campaña, cumpliría ese objetivo del método Kirchner, de nutrirse de quebrados y arrepentidos. Para colmo, Sergio siempre te sonríe cuando está en una situación de faroles, y respondería a la situación con una sonrisa, menos que oportuna. Una desgracia además, si ha alcanzado el grado cero de significación política, diría Roland Barthes, que se nos fue pero aún nos guía. Más allá de estas especulaciones pintorescas, la preocupación del sector del peronismo no cristinista avanza en profecías de desastres y de “noche oscura” en caso de una vuelta de Cristina al poder.
Se alimenta de la hipótesis de que cada vez que el peronismo fue capturado por una cúpula de dirigentes iluminados, por sobre la base del partido, hubo tragedia y derrota. Ocurrió en 1973 cuando la confrontación entre Perón, el partido y la CGT, con el camporismo, terminó en una pelea con miles de víctimas, y abrió la noche a la dictadura más feroz. En 2015, el público pudo advertir que la pelea entre Olivos -a través de Zannini- y Daniel Scioli, era profunda, y eso precipitó otra derrota del peronismo. La contraprueba de esta hipótesis la provee la interna Menem-Cafiero de 1988. Allí confrontó la cúpula dirigencial del peronismo de Cafiero, con el peronismo del interior de Menem. El resultado fue la recuperación del poder por el peronismo durante 10 años.
El cristinismo desbarata acuerdos con gobernadores por jueces
El cisma peronista alienta al oficialismo en su optimismo. Le exacerba a la oposición la crisis de liderazgo que tiene desde hace años, y también las disidencias internas de programa. En esos dos de los tres pilares de la acción política, Cambiemos muestra mejor competitividad. Tiene que cuidar el control que ha tenido hasta ahora en los seis territorios más poblados, en donde ha cosechado éxitos o resultados ventajosos (Córdoba, Santa Fe). Los votos provinciales preocupan, porque advierte Olivos algunos pactos nuevos entre el Cristinismo, que apoya a gobernadores a reelegir, a cambio de que el Instituto Patria arme las listas de legisladores nacionales, para permitirle, en un triunfo, manejar las dos cámaras del Congreso.
Es una construcción en marcha que muestra algunos indicios. En la semana que pasó fracasó la sesión de la Comisión de Acuerdos del Senado, que debía aprobar pliegos de jueces ya acordados por el oficialismo y los bloques del peronismo, y que expresaban consensos con gobernadores. Éstos mandaron a desbaratarlos, y la gestión se la atribuyen a Alberto Fernández, para frenar acuerdos que pertenecen a un tiempo que pasó. El candidato del “Patria” se ha ocupado ya de opinar sobre la suerte de los jueces que están en los cargos, y ha propuesto que los gobernadores renegocien lo que acordaron en el Senado, a la luz también, del armado de listas. Todo tiene que ver con todo.
Macri: el vice será un radical
Macri nunca miente. Te podrá ocultar o disfrazar algo, pero no te va a decir lo que no es. Cuando estuvo en Córdoba le dijo a un empresario que el candidato a vice va a ser un radical. Esto siguió con adelantos en el mismo sentido. Marcos Peña le dijo a Alfredo Cornejo, cuando se reunió con los negociadores de la UCR el martes, que el vice lo discutirían con ellos. No se habló de tema, según algunos, pero sí de negociación. El mismo Marcos se lo dijo a Emilio Monzó -otro de los nombres que irá en el bolillero- cuando almorzaron a solas: el vice lo vamos a discutir con los radicales. Cornejo no es uno de los preferidos de Olivos, porque alentó a los sectores críticos a Cambiemos en la convención y terminó quedando en minoría; perdió tantos. Ernesto Sanz -a quien alienta Macri en reuniones privadas- repite cada vez que se le pregunta: “Yo no cambio de decisión. Es mi vida”.
El otro nominado es Mario Negri, que cuenta con gran apoyo en Olivos, porque le reconocen la tarea junto a Carrió, Monzó y Nicolás Massot, en el manejo de los diputados desde una posición de minoría. Además es el radical de más prestigio en el público, se lo disputan los canales de TV porque trae rating y le ha ganado la batalla cultural a la oposición. Sus discursos de cierre de los debates en la cámaras suelen viralizarse como aquel que fustigó al peronismo por erigirse en los “dueños de la historia” en materia de derechos humanos. Tiene críticas de sus correligionarios por ser el representante más firme de la alianza en Cambiemos, y haber confrontado y ganado ante Ramón Mestre en Córdoba, quien tuvo apoyos de la cúpula partidaria e igual perdió. Maneja otra llave maestra, que es su alianza política y personal con Elisa Carrió, clave de bóveda de Cambiemos.
Para qué sirven las murmuraciones sobre otros nombres
El límite para Olivos termina siendo un frente electoral con los amigos de siempre, sin peronismos en la marca, pero con apoyos para la segunda vuelta. La ampliación tan declarada se concentra en el debate sobre el candidato a vicepresidente. Los visitantes a Olivos escuchan las murmuraciones sobre nombres posibles y algunos salen convencidos de que hasta podría haber repetición también para Gabriela Michetti. La murmuración es el método de los jesuitas para discutir y elegir autoridades, en un diálogo en el cual los votantes conversan uno con uno -no en grupos- sobre quién puede ser el mejor. En este caso las murmuraciones las habilita el Gobierno a través de sus voceros discretos, muchos de ellos con bocina como periodistas, que filtran los nombres para que el público los sume a las conversaciones en las redes sociales, en donde pescan los gurúes de campaña. El resultado de estas murmuraciones sirve para tomar la decisión. Es una manera de testear posibilidades a través de globos de prueba, algo que no es nuevo. Eduardo Bauzá, jefe de Gabinete de Menem, solía emplear un método parecido: filtrar a través de la prensa amiga, probar los nombres y después hacer recuento de anticuerpos para decidir algo. Así se explica la multitud de nombres sometidos a arbitraje para vices.