El jefe de Gobierno porteño enfrenta una problemática compleja que queda expuesta por la crisis de las vacunas.
Por Horacio Minotti.
Hace un año, era casi imposible pensar en otro candidato presidencial por la oposición que no fuese Horacio Rodríguez Larreta. Jefe de Gobierno porteño, una buena administración previa, varias elecciones ganadas consecutivamente, y otros aspectos que lo posicionaban como reemplazo natural de Mauricio Macri en el liderazgo del espacio opositor y por cierto en la candidatura 2023.
Pero el gobierno nacional hizo una jugada crucial, que pudo ser un error: lo eligió como enemigo, y lo combatió quitándole fondos de coparticipación.
Entre ayer y hoy se ventiló lo que podríamos llamar la crisis de las vacunas, es decir, el gobierno porteño dice tener capacidad para vacunar mucha más gente de la que en realidad vacuna, y denuncia no poder hacerlo, porque el gobierno nacional no le da más dosis. Esa premisa es cierta.
Ahora bien, el Gobierno Nacional dice que las vacunas se reparten proporcionalmente por la población de cada distrito y que si el gobierno de Larreta quiere más, podría haber comprado con sus fondos. Esta otra premisa también es cierta.
Ocurre que el Jefe de Gobierno enfrenta un dilema imposible por los fondos perdidos, o quitados por la Nación. Y no es intención de estas líneas, analizar si están bien o mal retirados, pero de hecho a la CABA ya no llegan.
Y sin esos fondos, Larreta no sólo no puede comprar vacunas. Además, debe subir impuestos, lo cual irrita a la gente. Pero con ese incremento de todas formas no compensa lo perdido, así que deberá disminuir la obra pública. ¿A quien va a insultar el automovilista que dentro de un año rompa su tren delantero en un pozo? ¿A Alberto? No, a Horacio. ¿Y aquel al que roben dos veces en la misma esquina por falta de personal policial? Adivinó, a Larreta.
Si de tanto tirársela contra la Corte, el Gobierno Nacional no termina generando que esta le devuelva los fondos a la Ciudad, Horacio va a llegar a 2023 totalmente desgastado, por un gobierno pobre. Y la gente habrá olvidado el por qué. Su candidatura presidencial estará llena de dudas.
En la interna de Juntos por el Cambio hubo quien detectó con claridad lo que estaba ocurriendo: Patricia Bullrich. Bien vista por el electorado macrista por su gestión en seguridad y elevada por el propio Macri a presidenta del PRO, Bullrich es una artista de la estrategia política. Y posee una ventaja sustancial: no gobierna nada, nadie puede culparla por un pozo ni por la deuda externa. No tiene posibilidades de ser un fracaso.
Asimismo, Patricia entendió que la moderación que muchos utilizan como estrategia (Larreta, el propio Alberto, a veces), no es un bien tan reclamado por la sociedad, la gente está muy subida a lo que llaman grieta, exacerbada, hostil, y su discurso aventaja en eso al de su rival interno.
Por eso, lo que pareció ser la elección del adversario político por parte del oficialismo, cuando la emprendió con Horacio, puede resultar con consecuencias similares a cuando Cristina eligió claramente a Macri, y este terminó ganando en 2015. Pero con una variante. Elegir a Larreta con tanta anticipación puede generales una candidata inesperada, extremadamente dura, una cuña de su propio palo casi (Bullrich nace en el peronismo más combativo), y que puede explotar las divisiones sociales con mucha más eficacia que Rodríguez Larreta.