Por Sergio Berensztein

Las nuevas restricciones que rigen hasta el 30 de abril generaron otro foco de conflicto entre el Gobierno nacional y el porteño. Cómo llegó Alberto Fernández a tomar esas medidas.

Comenzaron a regir este viernes las nuevas restricciones a la circulación nocturna en el AMBA y a partir del lunes se suspenderán las clases. Las nuevas medidas generaron un fuerte malestar en los sectores afectados (restaurantes, bares, salones de fiestas, shoppings, hoteles, cines, gimnasios y los padres con chicos en edad escolar) y abrieron un foco de conflicto entre el Gobierno nacional y porteño. El presidente Alberto Fernández anunció que regirán por 15 días, lo cual de todas formas no puede garantizarse por la incertidumbre que caracteriza a la pandemia de coronavirus. Al margen de que resultaba necesario tomar medidas para contener el avance del virus, los mensajes contradictorios que parten desde Olivos ponen de manifiesto la ausencia de un plan estratégico, la falta de transparencia en los datos, las internas que existen al interior del propio gobierno y la intencionalidad político-electoral. Todo esto entorpece el proceso de toma de decisiones y, por lo tanto, empeora la calidad de la política pública.PUBLICIDAD

El Gobierno nacional decidió adoptar estas medidas extremas en un contexto en el cual la sociedad se siente exhausta. A diferencia del 2020, ahora el margen de maniobra es mucho más acotado. Las consecuencias del primer año de pandemia, tanto en términos económicos como emocionales, han sido muy nocivas y esto redujo significativamente la tolerancia por parte de la ciudadanía. Por eso las reacciones precipitadas: protestas frente a la quinta presidencial, cacerolazos apenas finalizó el discurso de Alberto Fernández o la viralización de las fotos de los médicos que se sintieron destratados. Algunas pueden resultar controversiales e intempestivas, otras entendibles. En este marco, el presidente Fernández corre el riesgo de que sus excesos de autoridad terminen siendo juzgados como elementos autoritarios, generando rectificaciones, derrotas judiciales y eventualmente desgaste electoral.

A pesar de que las nuevas restricciones se referían especialmente al AMBA, el presidente adoptó las nuevas medidas sin consultar a Horacio Rodríguez Larreta, e incluso contradiciendo a su propio gabinete: el ministro Trotta había afirmado que la presencialidad continuaría y hablo de un “un ámbito seguro” en las escuelas; en el mismo sentido la ministra Vizzotti aseguró que los contagios no se producían en los colegios. Tan solo 24 horas después de las palabras de sus ministros, el presidente Fernández decidió casi en soledad suspender las clases presenciales (la decisión fue tomada únicamente en sintonía con el gobierno provincial que conduce Axel Kicillof). Luego del jueves, Trotta y Vizzotti quedaron totalmente desacreditados, incluso corrieron rumores sobre la presunta renuncia del primero. Sería conveniente que se aclare al menos por qué el presidente y sus ministros poseen diagnósticos distintos sobre la misma realidad.

Aunque el DNU publicado este viernes en el Boletín Oficial establece la obligatoriedad de las nuevas restricciones solo para el AMBA, en su discurso el presidente invitó al resto de los gobernadores a “acompañarlo”. Sin embargo, la mayoría de las provincias ya manifestaron que no adoptaran las nuevas medidas. Incluso aliados al gobierno nacional, como Omar Perotti o la propia Alicia Kirchner, no establecerán cambios. En tanto, Rodríguez Larreta espera que la Corte Suprema se expida sobre el recurso de amparo presentado por la Ciudad.

Llama la atención el énfasis que el presidente Fernández pone en el AMBA. Es cierto que la mayoría de los contagios se concentran en esta zona, pero también han crecido rápidamente en otros grandes centros urbanos como Córdoba y Santa Fe, sin que se adoptara ninguna nueva restricción (Juan Schiaretti tampoco acompañará las nuevas medidas y seguirá con la presencialidad en las aulas). Se pone de manifiesto lo contradictorio de la política sanitaria y los intereses electorales detrás la decisión de la Casa Rosada de concentrarse solo en CABA y provincia de Buenos Aires, las cuales juntas concentran el 45% del padrón electoral.

Contagios diarios de coronavirus en Córdoba, Santa Fe y CABA. (Fuente: Ministerio de Salud / D’Alessio IROL – Berensztein)

Nuevamente el presidente elige confrontar directamente con Rodríguez Larreta. La discusión entre Ciudad y Nación tiene su antecedente inmediato en la quita de coparticipación que el presidente decidió en septiembre de 2020. Por esta cuestión, la Ciudad también decidió recurrir a la justicia y la cuestión aún sigue abierta. En términos de estrategia política la decisión del gobierno nacional también es contradictoria: luego de haber hecho todo lo posible por mantener como su principal oponente a Mauricio Macri, ahora el propio presidente le da un lugar de mayor preponderancia a Rodríguez Larreta, con la posibilidad de que se reafirme su liderazgo en la oposición. Más aún, si el jefe de gobierno porteño consigue que la justicia le dé la razón, se derrumbará la estrategia de Alberto Fernández, que quedará absolutamente desdibujado.

No solo no hubo aprendizaje respecto de la pandemia, tampoco hubo aprendizaje respecto a la estrategia política-electoral. Es incomprensible la intensión de Fernández, ya que los ataques al jefe de gobierno no lo han afectado, tal como lo demuestran los datos de D’Alessio IROL-Berensztein. La imagen del jefe de Gobierno porteño se ha fortalecido considerablemente a partir de marzo 2020, con el inicio de la pandemia y la cuarentena, y logro mantenerse a través de los meses, tanto en los momentos de buen dialogo con el gobierno nacional, pero también luego, cuando la relación se quebró a partir de la quita de coparticipación y los embates recurrentes.

Imagen de Horacio Rodríguez Larreta. (Fuente: D’Alessio IROL – Berensztein)

Incomprensible también es el ataque que hizo el presidente Fernández al sistema de salud privado, afirmando que se “relajó” y responsabilizándolo en parte por la actual situación. El sesgo evidente del gobierno, lo cual lo lleva a exaltar lo público en detrimento de lo privado, como si existiese allí un antagonismo irremediable, lo lleva a cometer errores groseros. Las palabras del mandatario ponen de manifiesto el desconocimiento sobre el sector: la enorme mayoría de los profesionales que trabajan en el sector privado lo hacen también en el púbico y todos vienen luchando contra el virus sin el reconocimiento que merecen.

Alberto Fernández pone en su contra a un sector de la sociedad (público y privado) que se siente destratado, no reconocido y que ha realizado un fuerte sacrificio personal. Precisamente por lo incomprensible de su aseveración, se ha disparado la alarma en el sector privado de la salud: ¿se trata solo de una excusa para intervenir al sector? Es un proyecto que el viceministro de la provincia Nicolás Kreplak habría sugerido y que Cristina apoya. Las “cajas” en la Argentina se están terminando. El gobierno de Cristina agotó las reservas del Banco Central y se hizo de los recursos de las AFJP. Es probable que la última caja para expropiar sea la de la salud privada. La intención parecía haber quedado descartada pero luego de las palabras del presidente las luces de alarma se encienden nuevamente.

Fuente: TN