Los últimos días se han publicado algunos resultados sobre la presencia de diferentes químicos en muestras de tierra, aire y en muestras de sangre, orina y materia fecal en algunas personas evaluadas. Es muy importante que este tipo de estudios se lleven a cabo por científicos e instituciones profesionales y confiables, así como se realicen de forma conjunta entre distintos especialistas e instituciones, para lograr un trabajo en red e interdisciplinario que siempre nos lleva a mejores resultados y conclusiones.

Estamos rodeados de cosas que podemos percibir con nuestros sentidos, y de cosas que no podemos percibir y hemos desarrollado, y aprendido a usar, tecnologías para amplificar nuestra capacidad de detectar, percibir e interpretar el mundo en el que vivimos. Y seguimos mejorando y evolucionando estas tecnologías. Esto nos lleva a poder explorar y tratar de entender un mundo mucho más complejo que el que podemos ver, oír, oler, saborear o palpar.

Así logramos tener un nuevo súper poder en la palma de nuestras manos, ahora tenemos que lograr entender cómo usarlo de forma inteligente y responsable.

Para entender un poco más de la complejidad de estos temas, por estudios que se vienen realizando en diferentes partes del mundo, y en Argentina, se está pudiendo medir la presencia de una gran cantidad de químicos en muestras de diferentes medios (aire, agua, tierra) y seres vivos (humanos, peces, artrópodos, etc.). Esto es esperable, ya que todos los químicos que utilizamos (medicamentos, plásticos, plaguicidas, en alimentos ultra procesados, combustibles, otros derivados del petróleo, etc.) generan subproductos, desperdicios, metabolitos que antes o después se liberan al ambiente. Por ejemplo, al tomar un medicamento, parte de este es excretado de nuestro cuerpo en la orina y esto termina en algún lugar del ambiente. Acá viene el meme de Cid de La Era de Hielo gritando: “VAMOS A MORIR!”, o quizás no. En particular la tecnología química en los medicamentos, plaguicidas y en la industria alimentaria hasta ahora nos ha ayudado a alimentarnos y ha extender la esperanza de vida más que lo que nos ha matado, y siguen evolucionando para mejorar los problemas que se detectan y tener cada vez menos efectos colaterales.

Bien, entonces, concentrémonos en las cosas a las cuales podemos prestar atención para comprender más estos temas.

  • Primero, entender que con la capacidad de detección actual es probable que encontremos trazas o derivados de lo que busquemos. Y, gracias a que esta capacidad de detección va a seguir mejorando, vamos a poder ir tomando mejores decisiones en el futuro.
  • Segundo, evaluar cuales son los químicos que más daño nos pueden hacer (según el ambiente en el que habitamos y a qué nos exponemos), cuantificarlos para poder compararlos con los valores de referencia (concentraciones aceptadas por instituciones públicas regulatorias como el SENASA, ANMAT, OMS, etc.) y hacer un ranking de cuales serían a los que más atención debemos ponerles.
  • Tercero, comprender de dónde pueden venir estos químicos que estamos detectando. Es fácil hablar de AGROTÓXICOS y señalar a un tercero, pero una gran cantidad de químicos de los que se viene hablando se usan en el agro y se usan en las ciudades, en productos para el hogar, para jardín, canchas de césped para deportes, en productos que aplicamos a nuestras mascotas, empresas de desinfección, industrias (ejemplos de todos estos son el imidacloprid, clorpirifós, deltametrina, lambdacialotrina, fipronil, pirimicarb, carbendazim, atrazina, dicamba, MSMA, 2,4d, glifosato, entre muchos otros), hasta se ha visto empleados públicos aplicando glifosato en zonas públicas urbanas. Comprender esto también ayuda para poder ver a que productos debemos prestarle más atención en cada ámbito.
  • Cuarto, identificar, aprender a usar y reducir lo máximo posible estos productos en el hogar, jardín y lugares donde nuestros niños y embarazadas pueden estar expuestos.
  • Quinto, evaluar si hay algún químico más tóxico o más peligroso (por toxicidad y riesgo de exposición) que podamos reducir su uso o reemplazar por otro más inocuo. Para esto es importante recurrir a la información estadística generada por instituciones reconocidas (Ministerio de Salud, Asociaciones de Profesionales, OMS, etc.), ya que muchas veces se asocian químicos con intoxicaciones o enfermedades que aún no se ha podido demostrar, o las estadísticas muestran lo contrario. Esto es importante entenderlo, porque a veces no hay reemplazos más inocuos y dejar de usar un químico puede ser peor que seguir usándolo.
  • Sexto, siempre consultar con un profesional a la hora de usar algún químico (sea un medicamento, un plaguicida, etc.) y hacerlo dentro de las recomendaciones de este y dentro de los marcos legales vigentes.
  • Séptimo, poder recibir e interpretar la información de investigaciones sobre estos temas. La información sobre la presencia de un químico sirve para encender una luz de alerta y poder investigar más a fondo los puntos enumerados anteriormente, pero el dato sólo de que hay un químico presente no nos dice mucho más. Está claro que este tipo de noticias nos interesan a todos y nos alertan y llaman la atención, pero se debe ser responsable al respecto para poder seguir formando a la comunidad.

En relación al uso de químicos en el campo se debe tener la claridad de que se utilizan productos habilitados por el SENASA, la decisión de la necesidad de realizar la aplicación de un químico y la recomendación de cómo realizarla (tecnología de aplicación y condiciones ambientales) debe estar tomada por un profesional matriculado en base a un diagnóstico, los operarios de las pulverizadoras deben estar capacitados, las pulverizadoras registradas, efectuar la aplicación con las condiciones ambientales adecuadas (viento, temperatura, humedad del aire) y realizar el triple lavado de los envases y luego llevarlos al centro de acopio de envases para que vayan a un destino habilitado para esos plásticos. A esto hoy se suman las tecnologías de trazabilidad, las cuales permiten ver en tiempo real el trabajo que está realizando una pulverizadora y la calidad de este, así como dejar todo registrado (como una caja negra de un avión). En el sudeste de Buenos Aires también se suma el fuerte avance de la adopción de las aplicaciones dirigidas, son tecnologías que se instalan en los pulverizadores para detectar malezas y aplicar solamente donde hay maleza, esto nos está ayudando a reducir en un 50% el uso de herbicidas. Por sólo enumerar algunas de las técnicas de manejo y tecnologías que se están implementado para seguir mejorando la producción y reduciendo el impacto de la misma.

Obviamente que no toda la gente cumple todos estos requisitos y que debemos seguir trabajando para que esto suceda. Por lo cual, en particular, es muy importante que se logre un marco legal local que ordene y controle las aplicaciones en las zonas donde se une la actividad productiva con lo urbano, escuelas rurales y otras zonas críticas de convivencia. Este marco legal es tan necesario para los vecinos como para los productores, ya que ordenando y controlando (lo cual se vuelve mucho más factible con las tecnologías disponibles hoy) las aplicaciones en estas zonas se resolvería gran parte del conflicto. Y esto es mucho más fácil de lo que parece, creando zonas de amortiguamiento en las cuales se deban cumplir requisitos mínimos de trabajo como cumplir otras leyes ya vigentes (pero teniendo la autoridad de control en lo local), que se cumplan determinadas condiciones ambientales (viento desde la ciudad hacia el campo, etc.), un profesional que audite el trabajo y la necesidad de contar con tecnologías que ayuden al control y la auditoria pública del trabajo, entre otros.

Entonces, debemos comprender que el mundo químico es complejo, y conclusiones rápidas con soluciones simples no nos han llevado a buenos resultados, es más muchas veces han generado más problemas que soluciones. Y que tanto desde los estamentos público como privados debemos entender que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y actuar en consecuencia.

 

Ig. Agrónomo Esteban Bilbao

MP CIAFBA n 1047