Por: Matteo Goretti
Hay un nuevo manual para ganar elecciones: incorporar peronistas donde antes no los había y apropiarse de los candidatos y votos del medio, de los llamados “tercera vía”. Podría decirse que Juan D. Perón tuvo razón cuando expresó que “todos somos peronistas”.
De los seis candidatos a presidente y vice de las tres principales coaliciones electorales, cinco son peronistas. Mauricio Macri -el único que no se declaró peronista- lleva como vice a Miguel Ángel Pichetto, un justicialista paladar negro, que fue presidente del bloque kircherista en el Senado.
La UCR quedó relegada a nivel nacional, mientras que mantiene cierta competitividad en los distritos electorales donde es fuerte.
Mauricio Macri y Cristina Fernández comprendieron que para ganar elecciones en un sistema bipolar hay que polarizar con éxito y antes que el otro. Bipartidismo y polarización no es lo mismo. Lo de polarizar “antes” es una novedad importante en las actuales circunstancias. En efecto, nuestro sistema electoral nacional es, en realidad, a tres vueltas: PASO, primera vuelta y segunda vuelta. Es una máquina construida para lograr trabajosamente consensos amplios, incluso a costa de los votos del competidor. Buscar polarizar sólo al final puede implicar perder la elección.
El viejo manual del gobierno, caído en desgracia, aseguraba que la polarización se daría de manera natural en el balotaje de noviembre, cuando los votantes del centro optaran por el mal menor -la coalición oficialista-, antes que por el kircherismo.
El nuevo manual vino a salvar el error. Una diferencia sustancial a favor de la fórmula Fernández-Fernández en las PASO podría abrir una crisis en los mercados provocando aumento del dólar y de la inflación, favoreciendo un amplio triunfo kirchnerista en la primera vuelta, frustrando la reelección de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y anticipando así una derrota oficialista a nivel nacional en la segunda vuelta.
La incoporación de Pichetto y Alberto Fernández a las dos coaliciones mayoritarias responde a ese principio: atraer peronistas e independientes para comenzar a polarizar ahora. Ambos son armadores políticos, y ambos cumplieron con una función relevante: “moderar” las dos propuestas alternativas para conquistar dirigentes que están en el centro del sistema político, fuera de las opciones mayoritarias.
Alberto Fernández logró, por ahora, mantener el apoyo de numerosos gobernadores peronistas. Incorporó a Sergio Massa, un logro imposible si la negociación hubiera pasado por un kirchnerista puro.
Pichetto cumplió, adicionalmente, con una función clave: provocó un fuerte cambio de expectativas a favor del gobierno, que recobró la iniciativa. Una acción inteligente y oportuna del oficialismo.
Estos movimientos impulsados por la necesidad política obligaron al reacomodamiento de discursos y etiquetas. Pichetto es calificado ahora como “patriota” cuando antes era “representante de la vieja política corrupta”. Por su parte, Massa pasó de “traidor” a “compañero peronista”. En la ciudad de Buenos Aires, Martín Lousteau , que no formaba parte de Cambienos y calificaba duramente al jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, ahora será su candidato a senador nacional.
La nueva identificación de las dos coaliciones electorales mayoritarias refleja la vocación polarizante: Juntos por el Cambio y Frente de Todos. “Cambiemos” fue reemplazado por “Juntos” y “Victoria” por “Todos”.
Sin embargo, la apertura de las coaliciones para sumar a candidatos como estrategia de polarización se ha mantenido exclusivamente en el plano de la comunicación. Las listas de candidatos a diputados y senadores nacionales se presentan homogéneas y responden a Mauricio Macri y Cristina Kirchner. En el interior del país, los candidatos elegidos pertenecen al círculo de los caciques distritales.
Sólo Horacio Rodríguez Larreta armó en su distrito, la ciudad de Buenos Aires, una “gran coalición” para enfrentar al kirchnerismo, al ceder los mejores lugares de las listas a sus viejos y nuevos socios, una estrategia inteligente y oportuna para intentar ganar en la primera vuelta.
Pero esta polarización anticipada no fue total. Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey lograron armar una tercera opción disminuída -Consenso Federal-, y José Luis Espert el frente Despertar, que le quitan votos al oficialismo por centro y derecha.
Esta situación definirá las campañas electorales. De ahora en más, con los pases agotados, los frentes deberán ir por lo votos, amplificando sus estrategias de polarización.
Juntos por el Cambio probablemente buscará que la justicia prohíba a José L. Espert, que le quita votos por derecha. Ya logró desarmarle parte de su coalición. Para atraer los votos del centro, es decir, de la tercera vía, la coalición de gobierno enfocará sus cañones contra el kircherismo, desarrollando un combo que ya vemos en la calle: corrupción kircherista + obras públicas. Se cuidará de no castigar el voto peronista no kircherista, que necesita para polarizar.
Frente de Todos juega sus mejores chances en las PASO y la primera vuelta. Su estrategia será alcanzar una diferencia sustancial en ambas elecciones frente a su competidor, para atraer en la segunda vuelta parte de los votos independientes que el gobierno los considera como propios en la segunda vuelta. Para ello, el kircherismo deberá mostrarse más moderado y ensayar un delicado equilibrio entre atacar a Macri para polarizar y no espantar al “voto del medio”.
Es un resultado con final abierto. No vemos por ahora que alguna de las dos coaliciones mayoritarias pueda ganar la elección en primera vuelta. Por lo tanto, una buena campaña electoral definirá el resultado.
El gobierno ha demostrado ser muy bueno en campaña electoral. Su éxito depende de ello, y de su capacidad de controlar dólar e inflación y de sumarle dinero al bolsillo de los votantes.