La mañana en que Carlos Bustamante agonizaba en el comedor de su casa de Miramar, su esposa Verónica González realizó una serie de acciones que lejos de poder ser consideradas por la Justicia como coartadas, sirvieron para fundamentar la prisión preventiva dictaminada por el juez de Garantías Daniel De Marco.
El derrotero de Verónica González durante la mañana del 22 de marzo fue reconstruido por la fiscal Florencia Salas, quien desde un principio notó incongruencias las actividades que la imputada por “homicidio agravado por el vínculo y alevosía” había realizado esa mañana.
Según consta en la causa, Bustamante fue atacado durante la madrugada del 22 de marzo mientras se encontraba en la cama matrimonial que compartía con González.
Tras el ataque, el hombre consiguió arrastrarse, hasta el comedor, donde nuevamente fue golpeado y allí quedó tendido en suelo hasta que fue encontrado y trasladado al hospital de Miramar, donde finalmente falleció.
Con esta hipótesis presente, Verónica González necesariamente tuvo que haber estado durante horas en la misma casa junto a la víctima, sin embargo, montó cuidadosamente un espectáculo para hacer creer a la policía que ella lo encontraría herido recién pasadas las 13.30.
Durante la mañana del 22 de marzo, la casa de la familia Bustamante, ubicada en calle 27 entre 46 y 48 de Miramar, se mostró diferente a lo habitual: las persianas que dan a la vereda estaban bajas y los perros no estaban ladrando a toda persona que pasaba, si no que olfateaban en la puerta de ingreso.
Cerca de las 8.30 de la mañana, la hermana de Verónica González, que vive en el fondo de la propiedad, golpeó la ventana del cuarto matrimonial para avisar que salía para el trabajo. La imputada se asomó, la saludó y volvió a entrar.
A las 9, el vecino de enfrente de la familia Bustamante notó que las persinas de esa casa continuaban bajas, lo cual le sorprendió porque solían estar levantadas desde esa hora.
Algunos minutos pasadas las 11, un repartidor de la firma de cosméticos Tsu había llevado una caja a la casa de Verónica González, ya que ella era vendedora de la firma.
El trabajador golpeó la puerta y si bien escucho un “ya voy”, al no ver a ninguna persona decidió irse.
En la declaración que aportó a la Justicia, el hombre aseguró que en el patio de la casa de la familia Bustamante vio una moto azul de baja cilindrada, como la que usaba Verónica González.
A las 11.58 Verónica González llamó a su cuñada desde el teléfono de Bustamante, y le explicó que no había llegado a atender a un joven repartidor de la empresa Tsu y que el paquete sería envíado a su casa.
Cerca de las 12, una vendedora de productos Avón pasó por la casa de calle 27 entre 46 y 48 y al llegar notó que la persiana estaba baja y que extrañamente los perros en vez de ladrarle olfateaban la puerta de ingreso.
En el findo vio la moto de González, por lo que llamó a la puerta, pero sin ser atendida. A punto de retirarse, González salió de la casa por la puerta de atrás.
La mujer le entregó a González los catálogos de los productos de Avón que debería vender y, según declaró, la notó “rara”, “con la cabeza gacha, mirando el piso”. Acto seguido, González subió a su moto y se marchó de su casa.
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Las cámaras de seguridad ubicadas en Avenida 40 y 23 de la ciudad de Miramar, a las 11.59 horas registran el paso de González en su moto por Avenida 23 desde calle 43 a calle 38 y a las 12.02 horas por la cámara fija de calle 21 y 34.
Un remisero, vecino de años de la familia Bustamante, aseguró a los investigadores que, cerca de las 12.05, vio a González en su moto que fue hasta el Banco Credicoop y que luego ingresó allí.
Lo mismo fue ratificado por las cámaras de la entidad, que registraron a la mujer entre las 12.05 y 12.10.
A las 12.29, el repartidor de la empresa Tsu fue hasta la casa de la hermana de Bustamante y le dejó el paquete con cosméticos, por lo que la mujer llamó a González para que pasara por allí para pagar los productos y retirarlos.
A las 12.38, otras cámaras registraron a González mientras circulaba sobre Avenida 40, doblando en la rotonda en dirección a la avenida 23 hacia 42.
La propietaria del local de pagos Provincia Net de Avenida 40 entre 23 y 25 de Miramar, aportó información relevante sobre parte del derrotero que tuvo González ese 22 de marzo.
Cerca de las 13, la mujer dijo que se presentó Verónica Gonzalez a efectuar unos pagos de Avón.
Agregó que “la vio extremadamente nerviosa” y que le llamó la atención la forma en la que le “temblaban las manos, de manera exagerada”.
Además, la comerciante dijo que González “nunca la miró a los ojos, estaba demacrada”.
Luego de pasar por el local de Provincia Net, Verónica González fue hasta la casa de su cuñada, a la que llegó cerca de las 13.15. Subió la moto a la vereda, tocó bocina y espero a que le trajeran la caja de productos Tsu.
Un vecino contó a los investigadores que a las 13.15 se cruzó en calle 40 y 27 con Verónica Gonzalez, la cual iba en su moto de color azul, en dirección hacia calle 46 y 27.
El hermano de Carlos Bustamante prestó declaración y dijo que, a las 13.20, recibió una llamada de González preguntándole por Carlos.
Al contestarle negativamente y recomendándole que se fijara en su casa, González le habría contestado que no tenía la llave y que ella tenía el teléfono de Bustamante.
Unos momentos luego de ese llamado, González fue hasta un kiosco al que el matrimonio solía ir, compró cigarrillos y preguntó en el lugar si había estado su esposo.
“No se quiso levantar de la cama, ni siquiera levantó las cortinas”, habría dicho con cierto humor González la kiosquera.
De ahí Verónica González volvió a su casa, pero se quedó en la vereda. Luego diría que no ingresó porque no tenía llaves.
Su hermana volvió del trabajo cerca de las 13.30 y la encontró en el patio. Luego de una breve charla, González se decidió por abrir la puerta trasera, a la que cerró al instante y dijo: “Carlos tiene los pies en el suelo”.
Eje central
Lo que sigue en la reconstrucción de los acontecimientos es lo aportado por la hermana de González a los investigadores y lo que fue uno de los ejes en la investigación. Las mujeres ingresaron a la vivienda y encontraron a Bustamante en el comedor, gravemente herido, en ropa interior y en posición fetal contra una pared. El hombre y el lugar estaban cubiertos de sangre.
Según dijo la testigo, todo estaba oscuro ya que las persianas se encontraban bajas y al prender la luz la escena fue de terror: Bustamante estaba lleno de sangre, la cara hinchada y disfigurada con un ojo negro, la nariz rota y los brazos entrelazados. La mujer le preguntó a su cuñado que le había pasado, pero de respuesta solo recibió murmullos con lo que parecía ser su nombre.
González, mientras, se había quedado en la cocina sin reaccionar, en lo que a ella le pareció que sufría un ataque de nervios.
Tomó un celular, marcó 911 y se lo pasó a González para que pidiera ayuda. Luego, las dos mujeres salieron de la vivienda, dejaron a Bustamante malherido en el interior y esperaron a la policía y a la ambulancia.
Cuando la policía llegó, González explicó brevemente que se había ido de su casa a las 10.30 y que había vuelto hacía pocos minutos, encontrando a su esposo herido en el comedor.
Los policías luego dirían que se sorprendieron por la “tranquilidad” con la que se mostraba González.
Lo que sucedió luego es materia conocida: las dudas, las incongruencias y las declaraciones motivaron a que la fiscal Salas ordenara la detención de González, que ya desde las primeras horas se perfilaba como la principal sospechosa del crimen de Bustamante.
Pasado un mes desde que Bustamante fue mortalmente atacado en su casa, González sigue como la única detenida por el hecho y la Justicia de Garantías, apoyada en las pruebas recolectadas por la fiscal Salas, ha ordenado la prisión preventiva de la mujer.
La fiscal tendrá ahora al menos tres meses para cerrar la investigación y elevar la causa a juicio contra González.