En el municipio de Coronel Dorrego, ubicado al sur de la Provincia de Buenos Aires, una playa maravilla a todos los que viven en los alrededores de la jurisdicción más populosa del país: se trata del balneario Marisol, en el que residen tan solo 160 personas a lo largo del año y se encuentra apartada de las grandes ciudades. Por ello, Diego Maradona solía veranear allí durante la década del ‘90.

La mayor parte de los turistas que se acercan al lugar son provenientes de Tres Arroyos y una de sus principales características es la tranquilidad: para acceder a la ribera es necesario recorrer un camino de ripio de 22 kilómetros desde Oriente, la localidad más cercana.

En principio, las calles están en buen estado y la demora en auto es de media hora. Los orígenes del sitio se remontan a 1948, cuando David Mathov compró las extensiones de campo sobre las que se construyó el poblado. Ya el 11 de noviembre de 1949, cuando comenzó la primera temporada de verano en la zona, se estableció el día de su fundación.

De todas formas, las pocas personas que frecuentaban la Florianópolis argentina no se quedaban durante el resto de los meses, por lo que, según el censo realizado en 1991, tan solo había 18 habitantes. Por ello, el registro no se modificó demasiado y sigue siendo una joya oculta. La playa principal cuenta con un largo de 35 kilómetros y hasta 800 metros de ancho en sectores determinados.

Además, no existen escolleras ni defensas costeras, por lo que únicamente se puede nadar en mar abierto. La primera vez que Pelusa la visitó fue en 1983: en aquella oportunidad, aprovechó que se había acercado a cazar a un lugar cercano. Posteriormente, en 1991, regresó luego de su paso por el fútbol italiano e hizo lo propio en 1992 y 1994, cuando pasó 30 días con Claudia Villafañe y sus hijas Dalma y Gianinna.

De hecho, el campeón del mundo con la Selección Argentina afirmó en reiteradas ocasiones que era uno de sus parajes favoritos ya que “encontraba paz”. Curiosamente, el astro de Villa Fiorito jugó un partido benéfico para la Unidad Sanitaria de Oriente en la cancha del club Quequén: su equipo estaba conformado por jugadores locales y amigos que lo habían acompañado, y se enfrentaron a un grupo de empleados de una radio AM de Coronel Dorrego.

Además de poseer una pasarela de madera en su costanera, hay más de 770 plazas para hospedarse en cabañas, departamentos, casas, hoteles y hasta el camping principal. A su vez, sus playas están limpias y despojadas de piedras o caracoles. Ya adentrados en el pueblo, se pueden encontrar algunas pocas cafeterías y comercios en medio de un ambiente repleto de árboles.

Aquellos que tengan la oportunidad de contratar algún medio de transporte o viajen a bordo de un vehículo tienen la posibilidad de conocer en los alrededores la zona de pesca, el puente antiguo que recuerda el trazado original, los saltos naturales del Río Quequén Salado, las Cascadas Mulpunleufú y Cifuentes, y la Cueva del Tigre.

Al mismo tiempo, en Marisol se emplazan apenas dos supermercados, una panadería, una confitería, un kiosco y dos restaurantes. Por supuesto, durante la época de calor funciona una feria de artesanías sobre la zona más céntrica.

Fuente: TN