Eran las 19.30 del domingo y todavía no caía la noche sobre la ruta 226, aunque el sol había comenzado a atenuarse lo suficiente para reducir la visibilidad. El camionero avanzó a la velocidad que su vehículo le permitía cuando repentinamente vio cruzarse por delante a un hombre. El impacto fue inevitable y el cuerpo del desafortunado peatón voló hacia la banquina. El temor o el nerviosismo operaron para que el camionero no se detuviera hasta el puesto policial de El Soldado, frente a la entrada a la Laguna de los Padres. “Atropellé a alguien y me parece que lo maté”, dijo al agente que lo atendió y de esa manera dio paso a un misterio inusual.
La historia se inició en ese mismo momento, cuando el personal del puesto de Camineros, a cargo de la comisario Dora Grazioso, tomó nota de la autoincriminación del camionero, de 50 años, y salió en busca del cuerpo. La referencia del lugar del siniestro estaba en la rotonda de ingreso a Sierra de los Padres. Porque el camión, procedente de Santiago del Estero, se dirigía a Mar del Plata, y en esa dirección fue que siguió después del choque hasta llegar a la sede policial.
Tanto los policías como los refuerzos aportados por los Bomberos Voluntarios de Sierra de los Padres acudieron al sitio señalado por el policía pero, para la sorpresa de todos ellos, no había ningún cuerpo.
La única evidencia de que el episodio había sucedido era una zapatilla deportiva de pie derecho sobre la banquina y a algunos metros de distancia, una mochila y una botella plástica.
La búsqueda se extendió a unos pastizales durante toda la noche, pero nada fue hallado. Ante esa situación los policías viales se contactaron con el fiscal Rodolfo Moure, quien al interiorizarse de ello ordenó que se profundizara el rastrillaje y hasta se utilizó un dron con sensores térmicos. El resultado fue el mismo: no había ningún cuerpo.
Al mismo tiempo, los policías recorrieron salas de salud, clínicas privadas de Mar del Plata y los hospitales, pero ninguna persona había recibido atención médica en esas horas por una colisión o por lesiones compatibles con el atropellamiento.
El misterio se extendió durante todo el día lunes y el camionero, a pesar de que podía gravitar en su contra, insistía en que él había embestido a un hombre y que hasta lo había visto salir despedido por los aires.
Moure, como es costumbre en la dinámica de comunicación interna del Ministerio Público Fiscal, contó en el grupo de Whatsapp de fiscales lo extraño del hecho. Esperaba que a alguno de los otros fiscales le llegara alguna novedad y eso finalmente ocurrió en la mañana de este martes.
La fiscal Romina Díaz, quien se encuentra de turno, recibió una denuncia ciudadana en la que un hombre aseguraba haber sido atropellado en la ruta 226 en la noche del domingo. No cabía la más mínima posibilidad de que no se tratara de la misma persona. Sin embargo, en la denuncia la víctima, que tenía seis costillas fracturadas, señalaba a un colectivo de línea.
Los policías se dirigieron al domicilio del hombre atropellado -en Sierra de los Padres- para intentar entender varias cosas. La primera de ellas: ¿por qué había esperado hasta el martes para pedir asistencia y denunciar el accidente?. La otra: ¿por qué decía que era un colectivo?. Y la más extraña: ¿por qué se había ido del lugar?
Al entrevistarse con la policía, la dolorida víctima, de 37 años, no dio mayores respuestas, aunque insistió en que había sido un colectivo. Fue cuando uno de los agentes, al ver que continuaba con su actitud evasiva, le dijo que tenían una zapatilla y que si tenía una igual, la tenía que entregar.
Finalmente, las dos zapatillas pertenecientes al mismo par volvieron a encontrarse y para despejar cualquier duda, hicieron que se las pusiera. Las zapatillas eran de él.
El misterio de la identidad del atropellado pudo resolverse, pero todavía sigue siendo un enigma por qué intentó negar lo que le había ocurrido.
El camionero, en tanto, afronta una causa penal por lesiones culposas.
Por Fernando del Rio – La Capital